La apuesta de un científico mexicano por salvar al ‘tiburón sierra’



Ramón Bonfil Sanders tenía ocho años cuando su familia dejó la Ciudad de México y se instaló en Coatzacoalcos, Veracruz, donde tenía como vecino al mar. Ese tiempo en el que pasaba todas las tardes jugando en la playa lo dejó atado al océano y, por eso, cuando descubrió que existía una carrera que le permitía estudiarlo no dudó en que ese era su destino.
Viajó a Ensenada e ingresó a la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad Autónoma de Baja California. Se sumergió en el estudio de los tiburones por casualidad, cuando su primer trabajo fue dirigir un proyecto sobre pesquería de tiburones en Yucatán. A finales de la década de los años ochenta dejó México y se fue al Reino Unido a estudiar la maestría en biología pesquera y manejo de pesquerías. Años después se instaló en Canadá para estudiar un doctorado sobre manejo de recursos naturales y ciencias ambientales, enfocado a la evaluación y manejo pesquero de tiburones y rayas.
Regresó a México un par de décadas después. Para entonces, ya había publicado una revisión mundial de las pesquerías de tiburones, un libro sobre técnicas de manejo para la pesca de tiburones y rayas, así como una guía de identificación de tiburones y rayas del Mar Rojo y otra para el Caribe.
Además, su investigación sobre la migración transoceánica de los tiburones blancos ya se había publicado en la revista Science; sus estudios, y su impulso de una propuesta internacional, permitieron que esta especie se incluyera en el Apéndice II de la Convención sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
Al instalarse en México, el doctor Ramón Bonfil fundó la organización Océanos Vivientes. Desde esa plataforma impulsa la conservación y conocimiento de tiburones, rayas y, en especial, de las dos especies del llamado ‘tiburón sierra’ que hace varias décadas eran abundantes en las aguas mexicanas y cuyas poblaciones están hoy En Peligro de extinción.
¿Cómo surge su interés por estudiar a los tiburones?
Fue a partir de un proyecto sobre la pesquería de tiburones que comencé en 1984, en Yucatán, y en el que estuve trabajando durante unos cinco años. En ese entonces se habían realizado muy pocos estudios sobre tiburones a nivel mundial y, sobre todo, en México. Seguí estudiándolos en la maestría y el doctorado. Realicé una revisión de las pesquerías mundiales de esta especie y de ahí surgió el primer estudio a nivel internacional sobre pesquerías de tiburones que publicó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
¿Qué mostró ese estudio?
Que en todo el mundo se estaba pescando mucho tiburón de una manera desordenada, sin ninguna regulación. Además, no se estaba estudiando a las poblaciones de tiburón, no existía un manejo pesquero adecuado, solo se le explotaba. Ya para entonces comenzaba a surgir una preocupación científica sobre lo que estaba pasando con los tiburones en el mundo. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) creó un grupo de especialistas en tiburones y me invitaron a formar parte para empezar a recabar información. Cuando en 1994 sale la revisión de las pesquerías que realicé, el documento llamó mucho la atención. Después la FAO me invitó a colaborar en la actualización de la guía mundial de identificación de todas las especies de tiburón que se publicó en 2001.
¿Cómo es que pasa de estudiar las pesquerías de tiburón a impulsar su conservación?
Vi que no era suficiente con estudiar a los tiburones, que teníamos que hacer algo más para protegerlos. Los tiburones son una maravilla de la evolución y nos los estamos acabando, con ello estamos afectando los ecosistemas. Cuando desaparecen los tiburones hay un desbalance en los ecosistemas marinos en donde ocurre esa pérdida. Tendríamos que saber que los tiburones son muy frágiles, porque sus poblaciones tardan mucho tiempo en reproducirse y recuperarse. No podemos seguir pescándolos en forma indiscriminada.
Me enfoqué más a la conservación de tiburones cuando trabajé en la Wildlife Conservation Society; mi misión era empujar convenciones internacionales para que en la pesca de atún y de otras especies se empezara a considerar el cuidado de los tiburones. En ese entonces, también tenía la inquietud de estudiar la migración de los tiburones utilizando marcas satelitales. Gracias a un colega de Sudáfrica, y al financiamiento de un donante de Nueva York, pude estudiar la migración de tiburones blancos en Sudáfrica. La investigación duró tres años. Encontramos algo que, hasta entonces, no se sabía sobre la ecología del tiburón blanco: es una especie que realizan migraciones transoceánicas. Uno de los tiburones que marcamos migró desde la costa de Sudáfrica hasta Australia. El estudio también mostró que tienen una capacidad de orientación increíble.
Este estudio fue clave para que el tiburón blanco ingresara a CITES…
En 2001 ya se había intentado que el tiburón blanco entrara a CITES, pero en ese momento no se logró. En Sudáfrica el tiburón blanco está protegido desde principios de los noventa; ahí no los pueden matar ni pescar, pero si se salen ya son presa fácil y legal de cualquiera. En otros estudios también se mostró que había tiburones que nadaban a Mozambique y que se salían de la zona exclusiva de Sudáfrica. Esas fueron evidencias de que la protección de Sudáfrica no era suficiente y era un punto a favor para meterlos en CITES.
Nuestro estudio mostró que el tiburón blanco sale hasta Australia y regresa a Sudáfrica y esa información la utilizamos para ingresar la propuesta a CITES; logramos que el tiburón blanco entrara al Apéndice II de la convención. Eso significa que los países que realizan comercio internacional con productos de tiburón blanco tienen que demostrar que su pesca no afecta en forma negativa a las poblaciones. Eso, en teoría, obliga a los países a realizar estudios de las poblaciones para garantizar un manejo adecuado de los recursos.
Rescatar del olvido a una especie
¿Cómo llega a interesarse por el estudio y conservación de los llamados ‘tiburón sierra’?
Regresé a vivir a México y desde la organización que fundé, Océanos Vivientes, realicé una revisión de cómo se encontraba la normatividad para la conservación de tiburones y rayas tanto en México como a nivel internacional. Eso me sirvió para darme cuenta de qué había pasado en México con tiburones y rayas durante los 25 años que estuve fuera del país. Encontré que había más publicaciones y que ya se estudiaba a varias especies, pero seguían existiendo enormes vacíos. Por ejemplo, no se estaba haciendo nada para proteger a especies que a nivel internacional estaban consideradas en peligro de extinción o amenazadas, entre ellas los ‘tiburón sierra’, el tiburón toro, el tiburón limón y otros. Así que comencé a estudiar a los ‘tiburones sierra’.
Realizamos una investigación bibliográfica y vimos que solo se le mencionaba en algunos catálogos de especies. A nivel mundial ya se sabía que estaban desapareciendo a causa de su pesca, sobre todo porque son especies muy costeras, viven en aguas someras, en las playas de uno a diez metros de profundidad. Entran a reproducirse en los ríos, estuarios, esteros y lagunas costeras. Los pequeños viven en los manglares.
¿Por qué se les llama tiburones sierra si no son tiburones?
En realidad son rayas. Pero cuando los ves a simple vista parecen más un tiburón; los pescadores los conocen más como ‘tiburones sierra’. En la investigación que realizamos recopilamos más de 20 nombres comunes con los que se les llama a lo largo de la costa del país. En México se conocen dos especies: el ‘tiburón’ sierra de dientes pequeños (Pristis pectinata) y el de dientes grandes (Pristis pristis). Al primero se le encuentra en el Golfo de México, el Caribe y el Pacífico; al segundo solo en el Pacífico. Hay una población importante de ‘tiburón sierra’ de dientes pequeños en la zona de Florida, Estados Unidos.
¿Cuál es la situación de las poblaciones de los ‘tiburones sierra’ en México?
En un estudio que hicimos recorrimos las costas del Golfo de México, el Caribe y del Pacífico; fuimos a los principales puertos y recopilamos datos a través de encuestas; entrevistamos a más de 800 pescadores de diferentes edades. Obtuvimos mucha información histórica. Los pescadores de entre 40 y 20 años nunca lo habían visto. Los pescadores mayores de 50 y 60 años dijeron que antes había muchos, pero también señalaron que no lo veían desde hace unos 30 años. Ellos lo habían visto cuando eran niños. En lugares, como Laguna de Términos, en Campeche, hubo una pesquería dirigida para utilizar su carne, se vendía como pescado seco y salado. A partir de los años noventa solo se documentan unos cuantos.
Del lado del Pacífico encontramos que se pescó a uno en 2010. La pregunta que tenemos es si todavía es posible encontrar al ‘tiburón sierra’ de dientes grandes, el Pristis pristis, o si ya se extinguió. Sobre el ‘tiburón sierra’ de dientes pequeños sabemos que aún hay, pocos, pero hay.
¿Qué se sabe sobre el ‘tiburón sierra’?
Los datos a nivel mundial son limitados. Sabemos un poco de su biología, de su reproducción y de su crecimiento. Un ‘tiburón sierra’ de dientes pequeños tarda entre siete y diez años en llegar a la primera reproducción. Tienen una prolongación del esqueleto de la nariz, donde se encuentra lo que parecen dientes, pero son escamas modificadas.
¿Cómo fue que encontraron al ‘tiburón sierra’ que hoy está en el acuario de Veracruz?
En enero de 2016 me habló un pescador de Barra de Cazones, en Veracruz, para decirme que habían capturado a un ‘tiburón sierra’. Me mandó una foto. Era un ejemplar de metro y medio. El acuario de Veracruz fue por él; ahí sigue. Es una hembra juvenil. Por los estudios que han hecho en Estados Unidos sabemos que los juveniles recorren distancias cortas; los grandes se mueven un poquito más: como 200 a 300 kilómetros. Así que el ‘tiburón sierra’ que se encontró en Barra de Cazones es mexicano, no viene de Florida. El tener a este ejemplar es una evidencia de que aún hay en México.
¿De qué tecnologías se ha auxiliado en su búsqueda de esta especie?
En otro estudio, que iniciamos en 2016 y aún continuamos, fuimos a puntos que, con base a la información que ya teníamos, intuíamos que había posibilidades de encontrar algunos ejemplares. Pusimos redes y utilizamos drones en las zonas en donde el agua era clara; los volábamos por toda la orilla a ver si los veíamos desde el aire.
También utilizamos  la técnica del ADN ambiental, la cual permite tomar muestras de aire, agua o tierra y analizar el ADN que ahí se encuentra para identificar especies. Eso te permite saber qué animales viven en un cierto hábitat. Tomamos muestras de agua en ríos, arroyos, lagunas costeras y bahías entre 2016 y 2019. Encontramos que sí hay ADN de ‘tiburón sierra’. Eso quiere decir que por ahí pasó un ejemplar días antes de tomar la muestra. Así que tenemos evidencia genética de que hay ADN de ‘tiburón sierra’ en casi todos los lugares en donde hemos tomado muestras.
Si ya tienen identificados los lugares en donde es posible encontrarlo, ¿cuál es el siguiente paso?
Ir a esos los lugares para estar más tiempo y si logramos capturar alguno, colocarles marcas satelitales para empezar a seguirlos y hacer estudios biológicos y ecológicos que nos den la base para hacer un manejo y conservación de las poblaciones.
¿Qué estatus de protección tienen en México las dos especies?
Están protegidos por dos normas: la 029 de pesca, que prohíbe su pesca, y la 059, que es para protección de especies. En esta última norma estaban con la categoría de especie amenazada. En 2015 realicé los estudios técnicos para sugerir que se clasificaran como especies en peligro de extinción. Eso se aprobó en 2016, pero fue hasta finales de 2019 que se publicaron los cambios en la norma y ya quedó su nueva clasificación.
Usted ha realizado estudios que han llevado a que varias especies marinas entren a una categoría de protección, ¿cómo evitar que aumente el número de especies en riesgo?
Con la información científica que ya tenemos sobre los ecosistemas marinos, lo importante ahora es cómo podemos dejar de destruir lo que estamos destruyendo y cómo revertimos los efectos negativos que hemos causado. El mar está intrínsicamente ligado a todos los procesos climáticos del planeta y le estamos dando en la torre. No pierdo la esperanza de que esto cambie. Por eso sigo empeñado y dando mi lucha para defender al océano y a sus especies. Con nuestro trabajo podemos inspirar a la sociedad y mostrarle, con ejemplos, que sí se puede tener cambios. Todos debemos hacer algo: cambiar nuestros hábitos y exigir a los gobernantes que tomen acciones. Tengo esperanza de que las cosas cambien. La clave está en que una mayoría de la sociedad entienda el momento crítico en el que nos encontramos.
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