Sin escape



Estamos en algún momento del siglo XVIII. Las ideas liberales flotan en el aire de una Francia tan próxima al caos y son tan densas como una neblina invernal. En los rostros de cada personaje hay una mezcla de incertidumbre y de miedo. Sus movimientos son calculados, sus frases directas. Un paso en falso, tanto por algún gesto o por alguna palabra mal entendida ¿Qué desencadenaría?
Nadie lo sabe y nadie quiere saberlo. Y resulta que en ese tenso y denso ambiente, una mujer decide poner en marcha un plan que, para aquella problemática época, borda en lo prohibido. A esa mujer la conoceremos como la Condesa (Valeria Golino), que vive en un castillo en un lugar alejado. Ella ha contratado a una joven retratista de carácter combativo llamada Marianne (Noémie Merlant). El plan es que Marianne retrate a su hija Héloïse (Adèle Haenel), puesto que se ha acordado un matrimonio con un noble milanés y como ni la joven ni el noble se conocen, y solo estarán frente a frente hasta que se celebre la ceremonia de matrimonio, el retrato comisionado servirá como una presentación oficial. El problema es que Héloïse está en contra de la idea de casarse con alguien que no conoce, por lo que el posar para un retrato con esos fines está descartado.
Por ello, Marianne deberá pintarlo sin que ella pose para él o sepa que lo hace. Así que deberá interactuar con ella, conocerla, hacerse su amiga y así conseguir lo que necesita para pintarla en secreto. Dirigida y escrita por Céline Sciamma, Retrato de una mujer en llamas (2019, Francia) es una historia sobre como los deseos y las aspiraciones personales, al verse recogidas, celebradas y hasta potenciadas por alguien más, devienen en amor y hasta en pasión. Y claramente para Sciamma, la ya referida pasión estará siempre por encima de la idea del amor. Porque la pasión va más allá de lo físico y es lo que está detrás del aferramiento de una persona, a una idea, a una profesión o al mero gusto por algo.
Y con esa idea, construye este relato de dos mujeres que, cada una desde su mundo, caen en la pasión. Y no solo por aquello que tienen en común (su naturaleza misma de ser mujeres en una época con tantas restricciones), como aquello que las hace tan diferentes (que una es un alma libre que en el momento que quiera puede huir, mientras que la otra está amarrada a cumplir caprichos ajenos).
Y lo hace con una preciosa fotografía digital a cargo de Claire Mathon, además de una decisión curiosa para una película que bien podría llamarse “de época”: no tener más música que la diegética. Y sobre la música que los personajes escuchan dentro la película, está un canto que se repite un par de ocasiones. Uno con una frase en latín que dice: “No podemos escapar”. Frase que resume la idea tras Retrato de una mujer en llamas: no se puede escapar ni de los sentimientos, ni del destino, ni de dejar nuestra marca en aquellos que nos conocen. Y, en caso de ser artista, como sucede con la ficticia Marianne o con la propia Sciamma, no se puede escapar de la grandeza. 



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