El trabajo doméstico, ¿una tarea exclusivamente femenina?



Imaginate por un minuto que las mujeres de todo el mundo dejáramos de hacer todo el trabajo doméstico no remunerado que realizamos día tras día: cocinar, limpiar, cuidar niños y ancianos, lavar la ropa, ir de compras, etc. La economía global colapsaría y la sociedad dejaría de funcionar. Sin embargo, a pesar de lo inevitable de estas tareas y de la cantidad de informes sobre la necesidad de reducir la pobreza de tiempo de las mujeres, hoy en día la carga del trabajo no remunerado continúa recayendo de manera desproporcionada en nosotras.

Cuando se calcula la pobreza, el trabajo doméstico y de cuidados se encuentra invisibilizado, pero está. En nuestro país, el último estudio que tuvo en cuenta datos de uso del tiempo, la Encuesta Anual de Hogares Urbanos realizada en 2013, había mostrado que las mujeres adultas en edad activa trabajamos en promedio 10 horas más a la semana que los varones.Como era de esperar, esto se repite a nivel global. Según datos de la Oxfam, una confederación de 19 organizaciones benéficas independientes centradas en disminuir la pobreza mundial, el trabajo no remunerado realizado por mujeres y niñas tiene un valor económico de $ 10.8 billones por año y beneficia a la economía global tres veces más que toda la industria de la tecnología.India, Japón, Corea, México, Turquía y Portugal son los países con la mayor desigualdad en el trabajo no remunerado, mientras que aquellos con la mayor igualdad son países escandinavos como Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca. “Lo que está claro es que este trabajo no remunerado está alimentando un sistema económico sexista que toma de muchos y pone dinero en los bolsillos de unos pocos”, señala el informe y revela, además, que globalmente el 42% de las mujeres no pueden trabajar por dinero debido a sus responsabilidades de atención no remuneradas.

¿Por qué es importante medir y reconocer este sistema económico sexista? En primer lugar, la brecha de género en el trabajo no remunerado es en sí misma un indicador significativo de desigualdad de género. Segundo, una mala estimación de esta brecha resulta en una inversión insuficiente en políticas y servicios públicos para abordar el problema y las pérdidas sociales y económicas asociadas.Cambiar sistemáticamente la forma en que tratamos y valoramos el trabajo no remunerado es la única manera de avanzar hacia la verdadera igualdad. Las licencias familiares pagas, las inversiones en cuidado de niños, adultos mayores y personas con discapacidades, así como el uso de tecnología para hacer que el trabajo sea más flexible, son algunas de las políticas que mostraron contribuir a cerrar la brecha.>



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