Análisis | Bloodshot: Vin Diesel quiere su propia franquicia comiquera



A su manera, tanto Disney como Warner Bros. y Fox (ahora también parte de la compañía del ratón), lograron explotar exitosamente los derechos de sus propiedades intelectuales superheroicas. Sony Pictures hace lo propio con Spider-Man y un universo que se sigue expandiendo más allá de Peter Parker. Con “Bloodshot” (2020), el estudio busca sumar otro poroto y otra franquicia comiquera, esta vez, de la mano de Valiant Comics y el personaje homónimo creado por Kevin VanHook, Don Perlin y Bob Layton.Acá no hay “publicidad engañosa”, la idea de esta película es convertirse en la primera entrega de una serie historias agrupadas bajo el paraguas de Valiant, un nuevo universo compartido que, por supuesto, dependerá del triunfo del debut cinematográfico de David S. F. Wilson -su anterior trabajo detrás de las cámaras fue uno de los episodios de “Love, Death & Robots”-, el guión de Jeff Wadlow (“Kick-Ass 2”) y Eric Heisserer (“La Llegada”), y los músculos irrompibles de Vin Diesel.

El problema principal de “Bloodshot” -como exponente del género de súper acción y el superheroico- es que no trae absolutamente nada nuevo a un panorama que, de entrada, ya está sobrecargado de opciones. Es más, su acercamiento, sus efectos especiales, sus arquetipos y giros narrativos quedan obsoletos al no poder evitar la comparación con mejores exponentes que la precedieron. Diesel es Ray Garrison, marine ultra patriota y aguerrido que, tras volver de una exitosa misión en Mombasa, se reencuentra con su adorable esposa Gina (Talulah Riley) en la Costa Amalfitana, donde las cosas se complican. Parece que alguien se la tiene jugada y se desquita con la señora, un acto cruel que Ray debe presenciar sin poder hacer nada al respecto, antes de pasar a mejor vida.Por suerte (o no) para él, el doctor Emil Harting (Guy Pearce) y su equipo científico logran resucitarlo gracias a la nanotecnología, convirtiendo a este ex soldado en una verdadera máquina de matar, también conocida como Bloodshot. Pero Ray no recuerda su pasado ni a esa esposa que tanto amó… hasta que lo hace y comienza su cruzada revanchista contra el hombre responsable de su propio asesinato: Martin Axe (Toby Kebbell). Nadie parece tener una chance al enfrentarse con este ser de fuerza sobrehumana y poderes regenerativos, casi invulnerable, pero hay mucho más detrás de sus actos.

Vin te mira fijo y se acaba el problema

Poco y nada se puede decir de la trama de “Bloodshot” si queremos mantener el mínimo misterio pergeñado por los realizadores. Claro que nada es lo que parece cuando se trata de estos personajes, que no siempre están en la vereda de lo correcto. Lo más importante de la película terminan siendo sus violentos enfrentamientos y escenas de acción, recargadas de tiros, explosiones, efectos no tan bien llevados y las nulas emociones de Vin Diesel que, tenemos que reconocerlo, ni el papel de resucitado le sienta muy bien.   Wilson y sus guionistas no logran escapar de los arquetipos narrativos más desgastados que suelen aparecer en este estilo de historias. Todo, absolutamente todo, nos recuerda algo que ya vimos, sea “Robocop”, “Matrix” o el shooter videojueguil que primero se les venga a la cabeza. “Bloodshot” es un despliegue de todos esos lugares comunes, y ni siquiera entretiene lo suficiente, justamente, porque la ‘conspiración’ que se esconde detrás y las motivaciones de los protagonistas vienen un tanto flojita de papeles (o sea, de guion). El resto son elaboradas secuencias de efectos por computadora y personajes secundarios repletos de clichés.

Estás muy lejos de Escocia, Sam

KT (Eiza González), la chica linda y ruda del equipo, la que debe conectar emocionalmente con la humanidad del héroe y no dejar de mostrar el ombligo porque, ante todo, es una chica linda (¿?). Dalton (Sam Heughan) y Tibbs (Alex Hernandez), dos supersoldados compañeros de Garrison al servicio de Harting, demasiado bidimensionales como para sumar algo a la trama, más allá de su fuerza bruta y sus cuerpos mejorados cibernéticamente. O Wilfred Wigans (Lamorne Morris), el típico cerebrito que no responde ante nadie y viene a salvar las papas. Incluso el científico de Pearce no logra escapar de la megalomanía más clásica.  Claro que los amantes de la acción por la acción misma y sin muchas pretenciones (o del pelado protagonista, que ya le conocen las mañas) van a salir satisfechos con este relato cosmopolita que nos lleva de paseo de ciudad en ciudad (Mombasa, Budapest, Londres) al mejor estilo James Bond o Ethan Hunt, aunque jamás está a la altura de sus aventuras. Tampoco es seguro que satisfaga a los seguidores del cómic original, pero sigue estableciendo a Vin Diesel como carismático protagonista de una nueva ¿franquicia? comiquera que, quizás, no pase de esta primera fallida entrega.      
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