Análisis | Lost Girls pone el foco en las familias de las víctimas



Una llamada desesperada al 911, que no tiene respuesta policial hasta una hora después, desemboca en una investigación torpe y lenta por parte del departamento local en una comunidad costera del estado de New York. A cientos de kilómetros de distancia, la madre de una chica desaparecida se contacta con las autoridades para denunciar su caso y se encuentra con el desinterés e inoperancia de las instituciones. Mari Gilbert (Amy Ryan) es una madre soltera que vive con sus dos hijas menores, mientras trabaja todos los turnos posibles para mantenerlas, mandar a la universidad a Sherre (interpretada por Thomasin McKenzie, la adolescente cautiva de “Jojo Rabbit”) y darle tratamiento a la más chica, que sufre de un trastorno mental y es expulsada de la escuela tras un episodio. La mayor de sus hijas es Shannan, una joven que vive lejos de su casa con su novio abusivo, y ayuda a su familia económicamente, hasta que una noche desaparece.

El convincente protagónico de Amy Ryan es fundamental para llevar una trama que quiere contar muchas cosas a la vez

La situación socioeconómica de Mari es clave en el relato para entender de dónde viene nuestra protagonista y qué la moviliza a convertirse en una reconocida activista por las víctimas de asesinato en los Estados Unidos. El foco de la historia está puesto en su lucha personal, con una precisión casi documental, que deja en un segundo plano tanto el policial como el drama. A pesar de no ubicarse cómodamente en ningún género, la trama fluye orgánicamente entre la investigación policial y la vida personal de Mari.Esta elección narrativa tiene que ver con la formación de la directora Liz Garbus, debutante en la ficción, pero experimentada documentalista. Garbus centra la atención en la familia de las víctimas y elige contar desde la figura de Mari Gilbert, para retratar su transformación en activista a partir del crimen de su hija. La presión que la protagonista ejerce sobre los engranajes del sistema, utilizando todos los medios a su disposición, es clave para destrabar la investigación policial y descubrir una serie de asesinatos sin resolver, que la conectan con otras familias damnificadas.

El grupo de contención formado por las familiares de las víctimas

La parsimonia y aparente desinterés del comisario local (un Gabriel Byrne bastante desaprovechado) pone al espectador en la constante disyuntiva entre negligencia y encubrimiento, que la película aprovecha para hacer una denuncia sobre el funcionamiento del sistema en comunidades cerradas, y sobre el insensible tratamiento de los medios en casos de femicidios, aunque no ahonda demasiado en esto último. Ambientada en la Estados Unidos de principio de siglo, la vigencia de la historia se traslada tristemente a nuestra propia actualidad.En esta oportunidad, Garbus no persigue a los sujetos reales detrás de la historia, porque la realidad es mucho más compleja. En una serie de placas que cierran la película, se puede vislumbrar una truculenta historia deliberadamente omitida de la narrativa, con la aparente intención de no correr el foco de la atención. El guion está a cargo de Michael Werwie (responsable de “Ted Bundy: Durmiendo con el enemigo”), basado en un libro de Robert Kolker sobre el caso no resuelto de un asesino serial. El título hace referencia a las trabajadoras sexuales desaparecidas, pero con este nuevo enfoque, bien podría aludir también a las hijas de Marie y el resto de las familiares (exclusivamente mujeres) de las víctimas.

En la vida real, Mari Gilbert y su hija menor protagonizaron otro siniestro caso

El true crime viene siendo uno de los fuertes de Netflix, tanto en series documentales como en ficciones con base en casos reales. Algunos enfocados en las investigaciones policiales y otros en los protagonistas y sus historias, el género se divide en subcategorías que abarcan a diferentes públicos y tienen una gran llegada masiva. La plataforma de streaming sabe cómo capitalizar el creciente interés en este tipo de historias, adquiriendo productos que explotan el tópico, pero a veces -como en este caso- le añaden cierta cuota de sensibilidad que no le viene nada mal al género.6
CHICAS PERDIDAS 
(LOST GIRLS, LIZ GARBUS, 2020)En esta nota:
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