Chile constituyente: pensar en un presente de 200 años



El significado de las decisiones que tomamos y los hechos que toman lugar dependen del marco temporal en que son localizadas. Pensar en un presente de 200 años, como propone Elise Boulding, proporciona una manera útil de explorar los diferentes significados al modificar o ecualizar cómo los eventos son enmarcados. Al respecto, Philip Thomas, plantea que ningún acto ocurre en el vacío, pero está siempre precedido y seguido de una multitud de otras conversaciones en un proceso continuo de construcción de significados.
Ser consciente de estas otras conversaciones y el mirar el cuadro más amplio, permite reconocer modelos que permanecen invisibles al ojo enfocado exclusivamente en hechos aislados. Imaginar la trayectoria de las acciones propias y reflexionar explícitamente sobre qué tipos de episodios están en construcción en el tiempo, servirán como una guía útil para cualquiera que busque actuar proactivamente para mejorar nuestros mundos socialmente construidos.
¿Cómo podemos pensar, por ejemplo, el 18 de octubre de 2019 en 200 años? o cualquier marca histórica, para visualizar el fenómeno de las crisis de legitimidad institucional sistémica en el cual se encuentra Chile actualmente.
Cómo era el Chile de 1920, qué lo hizo posible, cómo nos explicamos ese Chile, a partir de la crisis de 1891, incluyendo el suicidio de Balmaceda, los avances del parlamentarismo, la asunción de Alessandri Palma, y la propia constitución de 1925, que cambió el orden impuesto al eje del presidencialismo, que nos rigió hasta la Constitución de 1980, golpe de Estado de por medio en 1973 y una dictadura cívico-militar que duró 17 años, hasta el proceso de transición a la democracia, que pone como marca los últimos 30 años en la vida político institucional del país.
Elise Boulding critica el hecho que, para muchos, el concepto temporal de ‘el presente’ tienda a referirse a minutos, horas o quizás un día. Ella imagina cómo las cosas podrían ser si fuesen pensadas o proyectadas sobre la base de un ‘presente de 200 años’. Imaginemos a la televisión chilena y otros medios de comunicación transmitiendo los primeros hechos del 18 de octubre del 2019, y los primeros significados que le atribuirían a estos “hechos actuales” si la historia fuese enmarcada en un episodio único que cubriese un período de 200 años, es decir, ¿cuál era el Chile de 1920? y ¿En que situación se encontrará Chile el año 2120?
El ‘presente de 200 años’ describe una manera de pensar en el momento presente fugaz con plena conciencia de los efectos de las acciones pasadas y de nuestras acciones presentes en el futuro. Si se considera la vida de la persona más vieja y más joven viva en cualquier momento, se obtiene un período en el ‘pasado, presente y futuro’ de aproximadamente 200 años. Esta perspectiva fomenta un compromiso a largo plazo con toda la vida en el que reconocemos que el pasado todavía está con nosotros en sus efectos y que todos los aspectos del momento presente, todos nuestros pensamientos y acciones, determinarán el futuro.
Cuando nos sentimos exhortados a iniciar el cambio social desde una cultura orientada en las personas, nos encontramos con la esencia del presente de 200 años que nos sugiere Boulding, ya que exige que cambiemos de una visión materialista de seres humanos a una visión basada en la conciencia que abraza la unidad de la vida a través del tiempo. En este asunto es interesante como ‘Kramer’, artista del presente y la contingencia, apela desde el humor a un cambio de consciencia como aprendizaje central de su performance.
Evidentemente algo cambió, no para algunos chilenos respecto de otros, no en la tradicional lógica de bandos o trincheras, sino que estamos asistiendo a una mutación de la consciencia. Somos más conscientes del hecho que, en medio de nuestra propia crisis de legitimidad institucional sistémica, estamos inmersos en una triple crisis global: climática, tecnológica y migratoria, anidadas por los ecosistemas en los cuales habitamos y que ponen en jaque nuestros sistemas de convivencia política, económica, social y cultural. En este contexto, un virus transformado en pandemia es parte de las formas que adquiere la crisis como fenómeno global.
Abrazar la unidad de la vida a través del tiempo, en un Chile con estado de ánimo constituyente, nos exige mayor compromiso y calidad en nuestras negociaciones dialógicas y sus diversos niveles (ciudadanos, socioculturales, político institucionales, intraestatales, etc.) dentro de un esfuerzo común para validar este proceso constituyente del presente con impronta intergeneracional, para el ejercicio de ciudadanía profunda y sostenible con diversidad etaria.
Nos podemos nutrir de la experiencia de una ancianidad activa y lúcida y, a su vez, nos podemos hacer cargo de un mejor futuro para nuestros recién nacidos, incluyendo, por cierto, a los hijos de los actuales inmigrantes. Diálogos ciudadanos, negociaciones políticas, construcción de consensos, albergue para los disensos y las miradas divergentes, acuerdos sustantivos, procedimentales y estratégicos debiesen ser el aparato circulatorio del Chile constituyente, un nuevo nutriente en el torrente democrático que Chile requiere, cuyas muestras de ADN arrojen maternidad y paternidad compartidas y reconocibles.
Un Chile constituyente, con un ‘presente de 200 años’, permite moverse hacia una ‘ética de la curiosidad’ cuando se es confrontado con una situación conflictiva y crítica. La práctica de la curiosidad o espíritu de indagación respecto de los otros posibles significados que pueden ser construidos y atribuidos a una experiencia dada, pueden desplegarse como estrategia de acción conjunta y situarnos en prácticas de innovación colaborativa.
La construcción de una cultura de paz se vuelve dialógica en su naturaleza cuando es inspirada por una ética de la curiosidad, un intento de comprensión mutua y compromiso más profundo nos dispone a una genuina apertura para explorar nuestra naturaleza colaborativa, tal como cada uno desee experimentarla. En ello radica especialmente el ejercicio de nueva ciudadanía.
Pensar y actuar un presente de 200 años para un Chile constituyente, implica descubrir la paz sostenible como un reto. Nadie dice que este esfuerzo conjunto vaya a ser fácil, pero, el hecho que sea dialógico tiene el potencial de experimentar la parte más sexy de una democracia.
Ya no se trata solamente de ir a votar por representantes, sino de participar activamente en encuentros dialógicos intergeneracionales. Curiosidad, exploración y misterios que se encuentran en la calle, en los barrios, en las plazas, o donde lo deseemos, por el solo hecho de encontrarnos con la ‘cosa pública’ en un esfuerzo colaborativo por conferir sentido a nuestra co-existencia y a la aventura de co-construir y ser co-autores de un nuevo Chile constituyente.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



Source link

Related Posts

Add Comment