La marcha del boletariado – El Mostrador



“Acá el boletariado -de extenso currículo, doctorado de excelencia y con contratos que duran lo que se extiende el semestre– en cuarentena, sin ninguna previsión, sin sueldo de las universidades desde diciembre y sin firmar contrato por el 2020 aún, es decir, sin “monea” hasta que la pandemia nos mate. ¿Cuántos somos para que hagamos un sindicato?”
Este posteo, que leí en el muro de una amiga poeta hace unos días, resume la realidad del mundo de las y los trabajadores independientes. Como si estos cinco meses de revuelta no hubieran evidenciado el descontento por el abuso y el abandono, esta crisis sanitaria deja aún más al descubierto las razones del malestar.
En el mundo de las Artes Escénicas, de donde vengo, la situación es compleja. La danza, el teatro, el circo son artes análogas que no permiten trabajo remoto. La cancelación de temporadas, giras, ensayos, funciones, es equivalente a la cancelación absoluta de remuneraciones. Ningún artista ha estado en contra de las medidas de prevención, hemos sido unos de los primeros gremios en alinearse. Abandonamos escenarios, clases, talleres, estudios de grabación. Pero el ejercicio del artista es siempre un paseo en la cuerda floja y hoy se evidencia aún más la falta de red de contención. Debora Weibel, presidenta de Sidarte, Sindicato de actrices y actores, cree que la revuelta social y esta crisis sanitaria abren los ojos a la normalización que le hemos dado a las precarias condiciones laborales que existen en el mundo del arte y cultura durante demasiados años. Sidarte cree que definitivamente somos parte de un sistema que nunca nos ha considerado como trabajadores con derechos.

Desde Europa llegan las experiencias de subvención al mundo cultural. Hoy mismo el ministro de Cultura francés anunció la distribución de veintidós millones de euros para los sectores de la música, las artes escénicas, el libro y las artes plásticas. En Alemania el gobierno incluyó la cultura entre los bienes de primera necesidad y ha determinado ciento veinte millones de euros para el sostenimiento de los empleos y una línea de liquidez ilimitada a la que podrán acceder desde grandes teatros hasta pymes y profesionales independientes. En Inglaterra en tanto se decretó como prioridad el apoyo a las y los trabajadores del mundo de las artes, museos y librerías, con compensaciones económicas a los artistas independientes. Estas medidas hablan del conocimiento del ejercicio particular del sector y de la importancia que se le da a la cultura. Además, en comparación, dejan al descubierto lo insuficiente de la tímida propuesta hecha por el ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio de Chile, a sus trabajadoras y trabajadores. Más allá de flexibilizar rendiciones de fondos o prorrogar convenios, la necesidad de subvención es urgente.
Converso con una amiga poeta y editora independiente sobre el tema. Desde sus inicios en el mundo literario decidió que la independencia sería su opción porque el mundo institucional se volvía igual de precarizador para el ejercicio de su trabajo. Su experiencia es replicable a varias compañeras de AUCH!, el colectivo de autoras chilenas feministas al que pertenezco. La suspensión de charlas y talleres, y en algunos casos también de clases, tienen a las autoras nerviosas, buscando alternativas de trabajo desde el encierro voluntario. Pero no es algo nuevo. Quienes escribimos sabemos lo que es realizar diversidad de empleos para intentar comprar nuestro espacio de escritura personal, que nadie nunca financia. El mundo literario está lleno de boletariado y freelanceo, somos parte de ese ejército de fantasmas del sistema. Entiendo que en situaciones de crisis como esta queramos que lo estatal nos de un piso, me dice mi amiga poeta. Pero francamente, ¿cuándo lo hemos tenido?
Las experiencias de subvención europeas dejan ver el completo abandono en el que el mundo independiente se ha encontrado en nuestra sociedad. Desde siempre el boletariado debe arreglárselas como pueda en caso de cesantía, vejez, enfermedad o, ahora, pandemia. Probablemente si no viniéramos de una revuelta, nos encerraríamos obedientes a magullar nuestra angustia y nuestro fracaso como lo hemos hecho siempre, pero es curioso que este virus que nos separa físicamente, reactiva el ánimo colectivo y la protesta desde otro lugar. El caceroleo será virtual para seguir exigiendo un cambio de rumbo. La posibilidad de una sociedad distinta, donde nadie pueda acaparar mercadería, donde nadie pueda cuadruplicar precios, donde los mercaderes pongan el bien común por encima de sus bolsillos y cierren sus centros comerciales, sus estudios de grabación de teleseries, sus cines. Donde no arriesguen inútilmente a los trabajadores y a toda la sociedad en su beneficio. Una sociedad donde el arte y la cultura no sean comprendidos como bienes de consumo, sino como nuestro alimento anímico. Como nuestra herramienta para entender el mundo. Para que cuando salgamos de este encierro y de esta crisis podamos ver una obra o leer un poema y darle algún sentido a toda esta vivencia. 
Nona Fernández Silanes. AUCH! Autoras chilenas feministas. RACH Red de actrices.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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