Guerra de precios del petróleo, guerra contra el Covid-19 y tiempos de recesión



La preocupación por el impacto de la expansión del coronavirus Covid-19, en la salud de la población y en la economía local y mundial, sólo permite unas pocas líneas para  analizar el colapso histórico de los precios del barril de petróleo.
Desde mediados de febrero el precio del barril de referencia WTI ha caído un 61%, con desplomes diarios de hasta un 24% el 18 de marzo, la mayor caída en la historia de este commodity, que junto con el gas natural continúan siendo la principal fuente de energía primaria en el mundo. Lo que estamos viendo es el resultado, principalmente, del quiebre de la alianza entre Arabia Saudita y Rusia, quienes el 7 de marzo no lograron ponerse de acuerdo para reducir nuevamente la producción. Cuestión que venían haciendo desde el año 2016 retirando del mercado más de 2 millones de barriles para sostener los precios. Esta vez no hubo acuerdo (o acordaron no acordar?) y los precios caen a niveles de hace 18 años.
Según lo informado por la agencia oficial de prensa saudita, el Ministerio de Energía ordenó a Saudi Aramco (compañía estatal saudita) que continúe produciendo a un nivel de 12,3 millones de barriles diarios de petróleo. A diferencia de lo ocurrido el 2014, esta vez Arabia Saudita no parece estar dispuesta a liderar los recortes de producción para recuperar los precios. Con Rusia fuera del acuerdo, no existe ningún país en la OPEP con la capacidad de decidir unilateralmente un recorte de producción.
La información disponible a noviembre del año 2019 indicaba para el año 2020 un aumento de la producción en Estados Unidos, Brasil, Noruega, Ghana y Guyana por un total de 2,3 millones de barriles diarios. Destaca en esta proyección Guyana, como un nuevo productor de petróleo en Sudamérica y que podría llegar a producir hasta 1 millón de barriles diarios en los próximos 5 años.
En el corto plazo, la expansión del Covid-19 a marzo de este año ya habría dejado en prácticamente cero el crecimiento de la demanda mundial, proyectada en 1,2 millones de barriles. Pero un shock de demanda estaría aún por venir. La cancelación de miles de vuelos intercontinentales destruirá un porcentaje indeterminado, por ahora, del combustible para aviones, “jet fuel”, un destilado medio que es un pilar de la industria de refinación de petróleo. Si a lo anterior le agregamos una recesión mundial, que parece inevitable, la destrucción de demanda es inminente y debemos esperar que los precios del petróleo sigan disminuyendo y ronden los 15 dólares el barril, o menos.
¿Quién pierde en esta guerra de precios? Pareciera que esta vez, tanto Arabia Saudita como Rusia están decididos a desplazar a aquellos productores más caros y especialmente a los productores de petróleo no convencional (shale oil) en Estados unidos, que han sido la principal fuente de producción fuera de la OPEP los últimos 10 años. De acuerdo con Rystad Energy, a los precios actuales muy pocos productores de shale oil son rentables, lo que implicaría que en los próximos meses seremos testigos de la quiebra de decenas de empresas productoras de petróleo, con la consiguiente pérdida de producción fuera de la OPEP, en el orden de los millones de barriles diarios.
En este escenario, Chile podría beneficiarse de los precios actuales del crudo. Sin embargo, como todos saben, la política de los combustibles en Chile es de corto plazo, le transfiere todo el riesgo de precios a la ENAP y no existe la infraestructura para acumular reservas estratégicas. Con un tipo de cambio por las nubes, existen muy pocas opciones para  transferir estos menores precios a los consumidores finales.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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