Dos fisuras del capitalismo para frenar la disciplina social de la pandemia



Según científicos este estado de “incertidumbre” y “crisis” podría durar desde 11 a 18 meses, siendo optimistas. Más que ocupar nuestro tiempo en las conspiraciones, las cuales ya habrá tiempo de comprender en profundidad y no obviarlas, pensemos en dos aristas que nos permiten pensar en las formas en que el capitalismo se ve afectado por esta pandemia.
El llamado a la solidaridad
Trabajar el altruismo en su máxima expresión es algo que implica entender que el uno sin el otro son nada, pese al llamado distanciamiento social. Al contrario, el distanciamiento es un reencuentro social y una forma de rehabilitar vínculos, donde entiendo a un otro y me despojo del egoísmo. Me encuentro en otros planos como el cuidado: si yo me cuido, cuido al otro. En ello hay un reencuentro desde la conciencia de reinventar la sociedad bajo la consigna de estar más unidos que nunca.
Como sudamericano en descolonización y cercano a nuestros conocimientos ancestrales, esto que sucede nos puede reconectar con la energía de un todo. Este freno a la máquina capitalista nos permite un respiro y posibilidades si logras superar los primeros meses de la cultura judeocristiana occidental del fin del mundo y del egoísmo consumista. Si puedes distanciarte del estrés, angustia, ansiedad y depresión en el encierro, y por supuesto de la incertidumbre económica y de la dicotomía de la vida y la muerte, es posible reconectarte con otros de formas mucho más profundas. Y cuando hablamos de un todo, no es solo las personas, sino también las plantas, tierra, cielo, piedras. Todo tiene algo que decirnos, para calmarnos y conectarnos, pero, por sobre todo, hacernos pensar.
Vivir con menos y disminuir la producción
Darnos cuenta de que podemos vivir con menos y producir menos, nos da tiempo para vivir y distanciarnos de la sociedad del consumo salvaje. Si bien hay una dura disciplina social por parte de los Estados hacia la comunidad, se puede usar esa fuerza a nuestro favor. Esa fuerza implica no necesitar la disciplina, ni la obediencia hacia el Estado, sino que la consciencia, autogobernabilidad, diálogo y creatividad.
Autogobernarse amerita ser consciente de lo que pasa, eso promueve la capacidad de generar mayores diálogos entre nosotros. Vivir confinados abre la posibilidad de disfrutar los simples tiempos, mejorando nuestras relaciones, y hacernos conscientes de nuestros dolores y miedos. A su vez, podemos apreciar lo complejo del cotidiano absurdo del cual éramos parte. Todo lo que no podemos hacer hoy, nos podría parecer más temprano que tarde algo bastante innecesario. Por ello es que existen remotas posibilidades de que no queramos volver a esa normalidad.
La cuarentena nos permite limitar los tiempos de instantaneidad y distanciarnos de las sociedades de la opulencia, para disfrutar lo que se nos robó, como el ocio y la creatividad, y por ello es tan complejo para las personas hoy poder verse y estar en estado de claustro.
El desapego a lo material, obliga a reparar lo que no funciona, a tener que tomar un destornillador y aprender a solucionar con tecnologías simples, lo que la tecnología de la opulencia realizaba por nosotros. Del mismo modo, abre un espacio a crear soluciones, aprender a hacer las cosas por nuestras manos. Ello nos acerca nuestros vínculos primarios y de sociedad uterina que habíamos olvidado en la máquina capitalista, patriarcal y colonialista, en la que se nos entrega la comodidad a partir de la exigencia del éxito, superación individual, arribismo, etc. Pues ahora nos damos cuenta que esas falsas exigencias del neoliberalismo no sirven de nada si no son herramientas y conocimientos colectivos.
Lo que ya no es necesario nos da a entender que es más importante tener cada vez menos, pero encontrar una tranquilidad armónica con un ecosistema que nos permita ser más felices y creativos, menos dependientes y más libres a la hora de afrontar esto. En ese mismo sentido, tenemos una oportunidad de autogestionar y poder ver nuevas formas de economías a la imperante, basadas en estos principios de solidaridad y autogestión.
En vez de caer en la psicosis conspirativa, en vez de dejarnos atrapar por los miedos (que no significa evadirlos y evitarlos sino hacerlos propios y modificarlos), usemos nuestros tiempos en conocimientos ancestrales y en liberar la creatividad, donde se puede crear en línea una red para trabajar en soluciones sociales para nuestro futuro, y así pensar una nueva forma de vida después de los tiempos de pandemia y de reencuentro de los cuerpos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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