Nunca Más | Ser mujer y militante en la dictadura: cuando el opresor también está de tu lado



El golpe del 76 fue brutal y es, para la historia contemporánea de nuestro país, una herida que jamás cerrará. El Estado, como garante de los derechos y libertades, se convirtió en el enemigo y fueron miles de personas (30.400) las desaparecidas en manos de un plan sistemático de aniquilación por parte de las Fuerzas Armadas. Pero si en esa época ser peronista, de izquierda o comunista te transformaba en un blanco fácil, imaginen cómo se acrecentaba el castigo y la tortura si además de tener ideología política “bolche”, eras mujer. ¿Y si además de ser mujer, eras lesbiana? ¿O puto? ¿O trans? Sí, imaginan bien. La situación era aún mucho más terrible. “Putas y guerrilleras” es un libro publicado en el 2012,  que aborda de forma clara y contundente qué significaba ser mujer y además estar detenida en la clandestinidad. Todos los por menores, los prejuicios y las violencias vividas en un régimen absolutamente patriarcal, están en ese libro. Y como estoy segura de que todo puede y debe verse a través de la perspectiva de género, Filo.News habló con la periodista Miriam Lewin, ex detenida en el centro clandestino Virrey Cevallos y en la ESMA. Afuera el infierno, ¿y adentro?

Miriam Lewin declarando como testigo en el Juicio a las Juntas en 1985.

Miriam sabe muy bien que ser mujer no era lo mismo que no serlo. Que en este mundo machista es un factor de riesgo que puede, y en su caso sucedió, modificar el rumbo de tu historia. “La dictadura quiso imponer el modelo patriarcal de mujer, novia, madre y esposa. Objeto decorativo y de placer para el varón combatiente en una supuesta guerra que iba a salvar los valores de la sociedad occidental y cristiana. Por eso, las mujeres militantes éramos una amenaza por partida doble.”, sostiene. Pero Miriam también sabe que su condición de género no era sólo un problema a la hora de hablar de sus principales enemigos. No. Ser una feminidad fue una dificultad tanto afuera como adentro de las organizaciones. Lewin, que militaba en la izquierda peronista, relata cómo, si bien las torturas y los abusos sexuales se perpetuaban en cada calabozo, las problemáticas de ser mujer se repetían también afuera de ellos. En cada casa, asamblea o debate político. “Al interior de las organizaciones también había machismo, más allá del discurso. Nosotras teníamos triple jornada. Trabajábamos, militábamos y nos ocupábamos de las tareas del hogar. Debido a eso, pocas veces una mujer accedía a puestos de conducción. Siempre, o casi siempre, teníamos un rol subalterno”, detalla. Lo que Miriam relata, se parece bastante a una realidad que hoy continúa tangible. Mujeres que trabajan adentro y afuera del hogar. Un estudio del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), en base a la última Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAUH) del INDEC, indicó que las argentinas dedican casi el doble de horas que los hombres al trabajo doméstico. Además, en ese contexto, pensemos, el estrés y el cansancio de participar de una revolución armada, eran gigantes, pero los platos, los pañales y las tareas del hogar, no se resolvían solas. Los feminismos, que venían luchando desde hace décadas, aún no tenían el escenario, la escucha y la validez social que hoy tienen. Los roles estaban indiscutidamente establecidos y las mujeres, fundamentales a la hora de organizar la aclamada revolución, también tenían otras sexistas responsabilidades. Pero esto no es novedad. Sucede aún hoy en muchos partidos políticos de izquierda. La pelea de las mujeres y de los feminismos dentro de algunos sectores son minimizadas y casi anuladas por el todo. Y eso pese a los discursos progres o revolucionarios que puedan llevar adelante. Para muchos comunistas, por ejemplo, darle más derechos a las mujeres es sólo modificar la historia, no romperla.  “Se nos decía que la lucha por las reinvindicaciones de las mujeres eran una desviación pequeño burguesa, que cuando se diera la liberación nacional o la revolución, iba a haber igualdad. Eso no se verificó en ninguna experiencia en el mundo”, explica Miriam.¿Por qué 30.400 y no 30.000?
Todas las lesbianas, trans, bisexuales o gays que desaparecieron en la última dictadura militar, fueron reagrupades dentro de la etiqueta “homosexuales”. Para las Fuerzas Armadas, sólo existía una orientación sexual y era, además de un pecado, razón suficiente para la tortura y la muerte. Se habla de 30.400 para darle luz y visibilizar también a las personas de la comunidad LGBTQI desaparecidas en el golpe del 76. Si bien mucha gente sostiene que esas 400 personas del colectivo están incluídas en los 30 mil, la idea es hacer foco en que tu ideología política no era el el único problema a la hora de terminar en un calabozo, sino también con quién te acostabas. Pero nuevamente, nos recuerda Miriam, el machismo no sólo existía en los centros de detención.  “La homosexualidad estaba tan estigmatizada fuera como dentro de las organizaciones. Los compañeros y compañeras mantenían en secreto, con dolor  y a veces hasta con vergüenza su orientación cuando no era heterosexual”, sostiene la periodista y agrega: “Personalmente, yo ni siquiera registraba esto como un problema. Cantábamos ‘No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros'”.Y aunque la izquierda de nuestro país contaba con el “Frente de Liberación Homosexual” (asociación de defensa de los derechos de los homosexuales de tendencia izquierdista y revolucionaria, fundado en 1971), no fue suficiente para concientizar. “La experiencia del Frente fue positiva, pero su impacto no fue significativo en las mentes de los y las militantes”, explica Lewin.Entonces, adentro y también afuera. El infierno de las personas que no cumplían con la norma heteropatriarcal, no tenía escapatoria. Aún así, aunque tus propios compañeros podían agredirte o discriminarte por tu orientación sexual, si esa información llegaba a manos de los militares, la situación se tornaba aún más virulenta. “En los centros clandestinos de detención, se percibía que la manifestación de otra orientación distinta de la heteronormativa era una causal más de muerte”, sentencia Miriam.Este 24 no se marcha, pero se recuerda
Desde el 2002, cada 24 de marzo se marcha hacia Plaza de Mayo para recordar a les 30.400 desaparecidos que dejó la última dictadura. Pero en el 2020, 18 años después, una situación extraordinaria detuvo esta tradición. La pandemia declarada a nivel mundial por el COVID-19 detuvo a la mitad del planeta y nos tiene en “Aislamiento social, preventivo y obligatorio” a todos y todas las argentinas desde hace ya una semana. Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, grupo de riesgo respecto al virus, decidieron suspender la histórica marcha y hacer, desde nuestros hogares, pequeños homenajes a quienes ya no están.    “El aislamiento actual no es igual al de un centro clandestino, para nada. Se parece más al sentir cómo nos sentíamos en aquella época. Que el peligro está afuera, que la calle es hostil”, reflexiona Lewin y agrega esperanzada: “Pero ahora sabemos que el gobierno nos cuida, nos orienta, que tenemos que estar juntos para superar la amenaza. Este 24 estamos juntos y juntas con pañuelos en puertas y balcones, en las redes, en los medios, con fotos, con audios. Ya vendrá el tiempo de volver a marchar”.Esta pausa inesperada y generalizada, frenó muchísimos proyectos. Entre ellos, la reedición del libro “Putas y guerrilleras”, libro del que es autora nuestra entrevistada junto a su colega Olga Wornat. “El libro se llama así porque así nos llamaban, a manera de insulto, los represores en los campos a lo largo y lo ancho del país. Pero ese título fue muy discutido, por su fuerza y también por su significado”, explica la periodista.”Con la reedición, arropado por un excelente prologo de la antropóloga Rita Segato, sentimos con Olga Wornat que más que nunca teníamos que sostener el titulo. En estos años de ola feminista, este libro publicado a principios del 2014, casi un año y medio antes del Ni una Menos del 3 de junio del 2015, sirvió de material de discusión en familias, entre grupos de adolescentes y de mujeres, de diversidades y de trabajadoras sexuales, es estudiantes de grado y de posgrado”, detalla Lewin.”El contexto de la pandemia nos hizo postergar una presentación que habíamos planeado para el 18 marzo, con Rita incluida, pero esperamos poder hacerla cuando superemos este trance. No nos vencieron los genocidas, no nos va a vencer un virus”, finaliza.



Source link

Related Posts

Add Comment