Día dos en el diario de un médico: “No siento miedo, sí preocupación”



Anoche intenté dormir. No pude. A las 00:12 interné una neumonía con sospecha de COVID-19, a través de la guardia pasiva. A las 4:30 AM llegó un mensaje a un chat (obvio todos silenciados) y la luz me desveló. Ando con 4 horas de sueño hace unos días. Siento que la mezcla de ansiedad y preocupaciones con ocupaciones propias y ajenas dejan marcas.En lo que va de la mañana ya llevo varias “batallas” mal llevadas. Como que se pone difícil comunicarnos. Todos estamos muy cansados, pero sabiendo que aún falta el momento de mayor intensidad. Creo que es eso.Entre todo el equipo de salud estamos al borde. Estamos cansados y debemos apoyarnos, pero se hace difícil. Hay mucha preocupación y miedo. Yo no siento miedo, sí preocupación. Repaso todo mil veces. Logré un intercambio de medicaciones entre el lugar público y el privado. Esa fue una batalla ganada. Sentir que de los dos lados para donde miro me responden colaborando. Yo siento el respaldo de quienes deben seguir las pautas que como especialista me toca bajar. Empiezo a sentir la obligación de correrme un poco de ese cuadro técnico y entender a mis compañeros.Me llama Gaby, la otra infectologa, y hablamos de las bolsas de papel tipo las de churro. Estamos buscando esas bolsas para conservar mejor los barbijos. Con Gaby nos conocimos a los 18 cuando teníamos que entrar a la UBA por curso de ingreso. Acá estamos con 42 años juntos en algo fuerte e inédito:  la pandemia. Y los dos infectologos estamos  buscando unas bolsas tipo las de churros. “Ya las tengo. Necesito que Jorgito pueda circular. Quédate tranquilo” me dice. Nos reímos. Somos los dos jodidos, pero nos reímos.

Estamos todos pendientes del ministerio de Salud de la provincia, de la definición de caso que se va ampliando. Vamos sacando cuenta de insumos y camas. Mucho roce, mucha presión. Mendigo café y afecto por los pasillos. Se me hace difícil hoy llevar que me siento triste y no encontrar un beso, un abrazo o un café.La epidemióloga ya habló con el familiar del caso positivo de ayer. Mis compañeros kinesiólogos, clínicos y enfermeros hacen una capacitación que me enorgullece. Todo se junta. “Uno anda siempre con lo puesto” dice el Nano, con todo encima. Me junto con el equipo de infectologas  y bioquímicas. Los teléfonos no paran. Los pacientes consultan. Las recetas ahora van por foto. El día no para, no cierra. Esto ya no para.

Al cerrar la puerta veo un cartel que pusieron los pacientes del grupo de pares que viven con VIH, me sonrío. Caída la tarde llego a mi casa. No sé por cuanto, intento cerrar la puerta del auto con la llave de la reja. En un rato volverá a pedir el parte diario actualizado de los casos de coronavirus. Hoy algo no me cierra.



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