Perder en grande – El Mostrador



Cuando se pierde en grande no se sacan cuentas chicas y la costumbre de hacerlo es lo que lleva a las derrotas. Lo que vimos en la Cámara de Diputados el martes 7 de abril es una escena que se repetirá una y otra vez si no enmendamos conducta: la derecha triunfando por la división de la centroizquierda.
Lo que los números no entregaban a la derecha, se lo regaló la falta de visión política trasversal de la oposición. Ahora, los que tienen menos luces dentro de los nuestros competirán entre sí en un festival de recriminaciones mutuas. Eso no conduce a nada, pero es posible armar tal gritería, que puede evitar mirar a la cara los gruesos errores de liderazgo que aquí quedaron en evidencia.
No puede ser más claro que el problema no está a nivel de los planteamientos ni de las ideas. El mismo martes en la mañana, los presidentes de los partidos de centroizquierda difundían una declaración pública con su posición frente a la pandemia, un texto claro, que sirve de orientación conjunta. No, el tema no es de conceptos, las prioridades son compartidas, el enfoque sobre cómo proceder permite el trabajo mancomunado.

En el Evangelio hay una frase que me sonaba injusta: “Porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que tiene, se le quitará”. Me parecía un castigo inmerecido, pero ahora me parece la descripción pura y simple de lo que les ocurre a los que se comportan pésimo. Cuando se tiene poco poder, regalar el poco que se posee es conducta de insensatos. Sin embargo, aquí estamos, habiéndonos anulado unos a otros, a sabiendas de lo que se arriesgaba.
Intentar explicarlo es para peor. Evaluaciones personales de todo tipo predominaron sobre la búsqueda del entendimiento de mayoría. Lo que se consigue es una derrota en votación y un fracaso político.
Sin embargo, la realidad política pesa incluso más que los errores opositores. La centroizquierda ha perdido la presidencia de la Cámara de Diputados, pero no ha perdido su representación mayoritaria. La derecha es una minoría y, desde la testera, no puede cumplir con un rol que es útil para todos.
Al Gobierno no le puede interesar que sus parlamentarios le encuentren siempre la razón en sus iniciativas, eso es obvio. Lo que tiene valor político es que la Cámara de Diputados consiga acuerdos que, por su representatividad y prestigio, logren que ellos se implementen. Eso no ocurrirá en este caso.
La oposición puede darle continuidad a su punto de mayor desorden o puede recuperar sus mejores prácticas. No se entiende que un mismo grupo humano que eligió hace un año una directiva de mayoría, sea el mismo que acaba de terminar una gestión aplaudida por todos por su buen desempeño y que ahora se muestre tan inepto que se estanque en explicar un resultado injustificable.
Solo hay una cosa peor que una derrota humillante y es la programación continua y en escalada de derrotas humillantes. Exactamente la ruta que estamos escogiendo. No se trata de una fatalidad, sino de una opción escogida al persistir en un comportamiento mediocre, con resultado conocido. El problema no está en recuperar la presidencia, consiste en recuperar un nivel básico de unidad que permita recuperar la presidencia y, de paso, el respeto público.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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