‘Con todo si no pa’ qué’



Piñera se saca una foto el viernes pasado, abajo y adelante del caballo que monta Baquedano, solo. Durante ese paseo, imagino, vio algunos de los trabajos hechos por Caiozzama. Específicamente ese del mural con un ángel que al volar traslada un lienzo divino que dice “Con todo si no pa q”. Ese principio debería estar rigiendo en tiempos de alta incertidumbre las decisiones de políticas públicas de salud, y al parecer eso estaría ocurriendo en la mayoría de los países. ¿Y en Chile? Sí y no.
Básicamente este principio indica que sin tener una prueba científica consolidada es mejor intervenir que lamentar. Hay ciertas sutilezas que viene al caso esclarecer, por ejemplo, bajo el principio de prevención, las medidas se toman porque los efectos de un evento son ya conocidos, que no es el caso bajo el principio de precaución. Sin afán retórico, ¿se sabe los efectos de la pandemia en Nueva York o Lombardía? Si evitamos por un rato la pornografía de los gráficos exponenciales, igual podemos decir que ambos territorios están actualmente viviendo una catástrofe de salud pública. Por tanto, si alguien está diciendo qué es más efectivo para atender al COVID-19, y para ello utiliza el principio de prevención, esa fuente está, quizás deliberadamente, promoviendo la desinformación, aun cuando dichos voceros tengan certificaciones científicas. Además, al emitir juicios de esta naturaleza se fomenta un marco de entendimiento inadecuado para atender y reducir los efectos de una muy posible catástrofe.
Bajo el principio de precaución, sin embargo, no se sugiere la inmovilidad o mantener lo que hay, sino que atender a la posibilidad de que los efectos de la catástrofe son inminentes y, por tanto, para ello hay que contraer el sistema en su conjunto y mantenerlo por un periodo prolongado. Ese es el “con todo si no pa q”.
En un mundo ideal ante el COVID-19 esto significa que en el ámbito individual una persona decide aislarse, teniendo para ello los recursos adecuados para mantener dicha decisión y, con ello, evita la propagación del virus, ya sea porque es portador o porque puede ser infectado. Esa persona se salva. Pero en el ámbito colectivo –que es el que importa porque las decisiones individuales no son homogéneas– son los estados los que deben ir contrayendo el sistema, no el mercado.  Ahí entonces muchas vidas serán salvadas.
Para eso, por ejemplo, los países en su gran mayoría cerraron sus colegios a pesar de no tener la evidencia del Imperial College London sobre cuán efectivo sería dejar a los infantes en las casas. Solo la semana pasada se pudo ver que dicha medida, junto a otras, ha evitado en Europa al menos 21.000 muertes. ¿Complicado, no? En otras palabras, un ortodoxo defensor del principio de prevención nos hubiera sugerido algo así como “esperemos el informe del Imperial College London para saber si cerramos los colegios, ¿ok?”. Argentina, Chile y Perú por nombrar algunos, sabiamente no esperaron el informe para tomar esta decisión. Todos los hicieron entre la primera y segunda semana de marzo. Esos tres países ganaron al menos tres semanas. Puede ser un detalle que dicha decisión en Chile haya sido empujada por los alcaldes, alterando con ello la centralidad de la ejecución de mando característica de este país, pero lo importante es que el Ejecutivo no dilató.
Esa auspiciosa velocidad para seguir a los alcaldes no ha sido la misma para ir restringiendo los movimientos de las personas al interior de la Región Metropolitana. Hubo un indicio de que se estaba siguiendo una estrategia similar a Corea del Sur, pues se había concentrado clausuras en sectores específicos, para quizás paulatinamente ir implementando una cuarentena en toda la capital. Eso permitía teóricamente disminuir la demanda a los centros de salud, pues bajaba la velocidad de contagio y, con ello, las probabilidades de que las personas fallecieran a causa de este virus.
Sin embargo, contrario al principio de precaución, se ha ido configurando la decisión de levantar zonas de cuarentena en la Región Metropolitana. Este hecho es problemático porque no son conocidos, o al menos no han sido comunicados oficialmente, los rangos asociados a la proyección de personas que requerirán ser atendidas por el sistema de salud en los meses que vienen. Para eso debería utilizarse, entre otras cosas, mediciones que permitan saber la velocidad de contagio por grupos poblacionales. Bajo el principio de precaución eso no es necesario porque se anticipa una probable catástrofe, que es completamente distinto a sugerir que se levantan zonas de cuarentena porque la catástrofe es poco probable.
Con esta forma de trabajo, Chile sería el primer país que asume un riesgo de esta magnitud, es decir, en pleno avance de la epidemia en su propio territorio, ir contra corriente de medidas de mitigación. Este tipo de riesgos generalmente los corren instituciones o personas cuyas decisiones no tienen repercusiones sobre ellos mismos. Este mecanismo en inglés es conocido como ausencia de skin in the game (ver Nassim Taleb) o algo así como no tener pellejo involucrado en la decisión. Curiosamente, en el mundo bursátil esta conducta es muy frecuente. Recomendaciones de compras hacia los clientes son premiadas cuando hay ganancias tanto para quien sigue la recomendación como para quien la emitió, pero una mala recomendación solo tiene impacto en quien creyó el consejo bursátil. Si se levanta las restricciones en momentos no deseados, cabe entonces preguntarse: ¿quién tiene el pellejo involucrado bajo esta decisión?, ¿las autoridades, cuyos puestos no dependen de esta decisión, o las personas que van a estar expuestas a la propagación del COVID-19?



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