La historia de Mercedes Fonseca: se enteró que su inquilina era enfermera y le regaló dos meses de alquiler



Mercedes Fonseca vive en un departamento de Capital, donde como muchos cumple con el aislamiento social y preventivo dispuesto por el gobierno para apaliar el coronavirus. Sus amigos le dicen “Mecha”, o “Mechtia”. Se ceba un mate y se prepara para seguir contestando mensajes. Todavía le cuesta caer en la cantidad de “solicitudes de amistad” de Facebook y chats que recibió en las últimas horas. Para ella, fue “un acto pequeño, algo obvio que haría cualquier persona”.”No se puede creer la potencia que tienen las redes sociales y la llegada de los medios de comunicación. Recibí mucho amor es como un mensaje del universo que me manda esa oleada de energía que me acompaña. Indescriptible, no se puede explicar con palabras”, le cuenta la vecina a Filo.News.El gesto de Mercedes fue una de las noticias de la semana. Ella tiene un departamento en Bahía Blanca que se lo alquila a Mayra Beron, una enfermera de 32 años que trabaja en el Hospital Municipal Leónidas Lucero, con quien sólo tenía contacto vía WhatsApp. Sin embargo, en una de esas conversaciones cotidianas encontró el puntapié que necesitaba.
Todas las noches, a las 21 horas, Mercedes deja lo que está haciendo y se suma a los aplausos, aplausos que se organizaron en los distintos barrios y ciudades para -de alguna manera pese el aislamiento social- reconocer la labor de todos los trabajadores de la salud, las fuerzas de seguridad y aquellos que no pueden parar para que el país siga adelante en circunstancias tan complejas como las que enfrenta el mundo.”El hecho de salir a aplaudir a las nueve de la noche me parece algo hermoso, emocionante, que nos hermana. Es un pequeño homenaje a las personas que están sosteniendo esta situación y nos están cuidando a todos”, expresa. “No importa lo que esté haciendo. Aunque esté concentrada en algo, o distraída, cuando escucho los aplausos, me abrigo y salgo a aplaudir, a hacer el aguante al personal médico, enfermeros, farmacéuticos, los que asisten en los hospitales, a todos los que nos están cuidando. Pero me parecía poco, sentía que algo más tenía que hacer”, señala, y a modo de oportunidad, halló la forma de hacer ese “algo más”.”Como es habitual, cuando me llega la factura de la luz por mail, hago una captura de pantalla y se la envío a Mayra”, cuenta. Así fue, enviada la captura, Myra respondió:  −Buenísimo, cuando salgo de la Guardia la voy a pagar−. −¿Cómo de la guardia, dónde trabajás?−, quiso saber Mercedes, que desconocía la labor a la que se dedicaba su inquilina. −Soy enfermera, trabajo en un hospital−, contestó. −No me pagues el alquiler, es una forma de agradecer a través tuyo todo lo que está haciendo el personal de salud para cuidarnos−, le dijo Mercedes. −No, vos también necesitás el ingreso−, reconoció Myra. −No importa, es mi colaboración por todo lo que hacés−. −Me estás haciendo lagrimear−, se emocionó la enfermera. −Pero que sea de alegría−, advirtió la propietaria.”Cuando ella me dijo ‘soy enfermera’, pensé: ‘Listo’. Me parecía lo más coherente y lógico para hacer en esta situación. Fue tal la emoción de ella que me lo expresó: ‘La verdad que pasamos tan feos momentos en situaciones cotidianas con la gente que nos agrede…’. No lo podía creer”, recuerda Mercedes. 

La conversación de Whatsapp | Foto: Gentileza Mercedes Fonseca

Al día siguiente Myra le preguntó si tenía Facebook. −Te comparto algo que publiqué−, le escribió por chat. “Cuando me fijo ella había publicado nuestra conversación por WhatsApp”, cuenta Mercedes sin disimular su dejo de sorpresa.”Porque no sólo hay que publicar cosas desagradables. Mercedes en la dueña del Departamento que alquilo, hoy tuvo este gesto conmigo sabiendo que soy enfermera. Ojalá existan más personas como ella. Hoy no nos llevamos nada al cajón más que lindos gestos como estos”, fueron las palabras de Myra en su publicación de Facebook.

La publicación de Facebook de Myra Beron

Y desde ese momento los celulares de ambas no pararon de sonar. Con la velocidad de las redes el hecho llegó a los medios, y con los medios, a oídos de muchas personas. “Nunca me imaginé que iba a tener tanta trascendencia porque para mí es un acto pequeño, de sensatez, de contemplar lo que vivimos ante los momentos difíciles que estamos transitando todos como humanidad. Por eso es que no logro entender la semejante magnitud de repercusión de la noticia, si bien es un acto lindo y ella me hizo un agradecimiento”, reflexiona Mercedes. “Recibí muchísimo amor a través de las redes. Cataratas de pedidos de amistad en Facebook, de felicitaciones, gente que me dijo cosas hermosas, ‘que se necesita más gente como yo’, ‘que les devolví la esperanza’, ‘que no está todo perdido’, un montón de mensajes que no esperaba”, menciona.Una casa, un mundo
Dicen que “cada casa es un mundo”, y en cuarentena, bien podemos jugar con esa expresión cliché que cobra un sentido completamente diferente cuando uno no tiene la opción de salir, y/o cuando eso se vuelve una opción frente a personas que por su realidad -sea física, económica o social- no pueden decidir.Mercedes vive sola y es paciente de riesgo por ser inmunodeprimida. “Necesito determinados cuidados pero cuando comenzó la cuarentena me pregunté: ‘¿qué voy a hacer?'”, recuerda, y a través del grupo de WhatsApp que formaron con los vecinos de las tres torres del complejo en que vive, pudo conectarse con otras personas. Como en su gesto, la tecnología formó un puente.

Mercedes Fonseca, propietaria, artista y payasa de hospitales.

“A veces una piensa que está sola y cómo voy a hacer en esta situación, estoy sola sí pero no me siento sola en absoluto. Yo vivo en un edificio en el que tenemos un grupo de WhatsAapp. Mis vecinos se ofrecieron a ayudarme: al ir a la farmacia, con las compras, ir al cajero. Fue mi cumpleaños y salieron al balcón a cantarme. Nos sentimos hermanados pero no nos conocemos las caras. Es algo (irónico) y maravilloso. Antes, la palabra vecino no tenía mucha trascendencia y hoy por hoy son quienes están presentes. Tal vez de quién uno menos espera se recibe un gesto solidario, una palabra de aliento. Un acto pequeño puede generar algo enorme en un otro. Creo que esta situación que nos toca en el mundo ha venido para eso: para que volvamos a nuestro interior y reconozcamos qué tiene verdadero valor, a qué cosas darle nuestra energía y tiempo y manejarnos de otra manera. Muchas veces decimos: ‘Cuando todo vuelva a la normalidad…’ y no, esto nos pasó porque no era la normalidad. Descubrí un montón de cosas, y es hermoso aprender de esta situación”, destaca la propietaria.Para Mercedes, las situaciones límites, en este caso durante la pandemia, intensifican los sentimientos de las personas. “En estas circunstancias se potencia la esencia de uno”, reflexiona y analiza los casos del personal de la salud que llegó a sus hogares y encontró mensajes de rechazo, de parte de vecinos que les piden que se vayan para no contagiarse.  “Es increíble escuchar todas esas noticias de agravios que les ponen al personal de la salud, farmacéuticos, que los mismos vecinos les hagan esa discriminación, esos ataques, esos desprecios. No entiendo. Si ellos se enferman, ¿quiénes los van a atender? ni más ni menos que estas personas, que están dando la vida y se están exponiendo por todos nosotros. Tal vez reflexionando, pienso que puede ser gente temerosa, insegura, quizás sola, a quienes les falta aprender mucho”, señala.Si bien en el complejo en que vive no se dio esa situación, también hubo diferencias. “Armamos una canción, ‘Abrazos voladores’ para escucharnos de una torre a la otra. Se cantó un par de días, buscamos instrumentos, nos filmamos. Pero gente que estaba en los balcones con los chicos pasó un momento angustiante. Hubo quienes escupía de arriba hacia abajo a los que cantaban. Puede parecer algo gracioso pero en en este momento que estamos hablando de cuidarnos y de transmisión de un virus es tremendo. Tendría que ser hasta un delito”, lamentó. No volvieron a cantar.Aunque los métodos para llegar de departamento a otro no terminaron. Por su parte, Mercedes graba videos para los chicos en los que aparece su personaje de clown -payaso de hospitales- Pandulfa. “Hacemos juegos, se entretienen, me mandan dibujos y saludos”, cuenta. 

Pandulfa | Foto: Gentileza Mercedes Fonseca

Mercedes toma las circunstancias como nuevas chances y la trascendencia de su gesto como una “explosión de amor” que llegó luego de transitara momentos grises a los que les pudo poner color, literalmente.”Toda la vida fui muy inquieta y curiosa. Hice teatro y surgió el ser clown, payasa de hospitales. Así que a través de los años y con mi participación en talleres, creé a Pandulfa. Hace ocho años, por la artritis tuve que dejar la actividad para estar más calma, mis articulaciones no me respondían para saltar ni levantar cosas, ni estar con materiales que lleva el payaso”, cuenta, y tuvo que guardar la nariz roja.Eso no la detuvo. “Me acordé que de chica dibujaba espontáneamente. Pienso que el dolor de las articulaciones en mis manos eran esos dibujos que no habían salido nunca. Ahora no puedo parar de dibujar. Dibujo a la gente en los subtes, en los colectivos, en los trenes, en las plazas, en los bares. Puede ser que en mi cartera no haya un lápiz labial pero sí va a haber uno para poder dibujar”, expresa Mercedes, quien trabaja en una instirución pública, donde halló la forma de conectarse con otros, de llevar alegría. “A veces van chicos y es la oportunidad para que aparezca Pandulfa nuevamente”, menciona. Sacó la nariz de su bolsillo, la desempolvó y volvió a brillar.”Después de haber dado mejor con la dosificación de la medicación, con el tratamiento, la actividad física y ayuda también espiritual y psicológica mi cuerpo responde mucho mejor y me ha vuelto la alegría de recuperar un cuerpo sin sentir tanto dolor. Entonces Pandulfa aparece algunas veces. Cuando estoy un poco inspirada busco el vestuario, armo la rutina. Disfruto de todo el proceso: pensar la idea, seleccionar la música, los objetos. La gente lo disfruta y me dicen que cualquier cosa que les digo (por cómo lo transmito) los hace reír. Pandulfa me salva la vida”, sostiene.

Pandulfa | Foto: Gentileza Mercedes Fonseca

Entre sus actividades, Mercedes también integra el coro de ADUBA (Asociación de Docentes de la Universidad de Buenos Aires), encuentro que se vio modificado en el período de cuarentena. “El grupo de WhatsApp que era bien informativo se abrió para que pasemos juegos, contemos cómo la estamos pasando, hacemos videoconferencias los lunes”, cuenta pero el pasado fue uno de esos días en que se quebró emocionalmente, y una compañera la llamó para animarla. “Una piensa que está sola pero hay mucha gente que aparece, es admirable; creo que la pandemia vino a mostrarnos eso”, desliza.Y en ese no sentirse solos, está la labor del personal de salud, de quienes atienden y mantienen supermercados, envíos a domicilio, farmacéuticos, encargados gastronómicos, recolectores de basura y tantas, tantas profesiones que merecen ser destacadas. “La gente como Myra, los médicos, camilleros, el personal de limpieza, farmacias, son los que están sosteniendo esta situación estando expuestos al peligro permanentemente; esa profesión necesita ser valorada. El año que viene, qué Oscar, hay que entregarle un semejante premio a estas personas que nos están cuidando a todos, exponiendo sus propias vidas”, completa Mercedes.
“A veces pensamos que estamos solos la cantidad de gente que puede estar con uno admirable; creo que la pandemia vino a mostrarnos eso”, reflexiona Mercedes Fonseca.

Así, como una cadena de favores -efecto que desarrolla la película homónima de la cineasta Mimi Leder- la vida (de Mercedes, la de todos) es un dar y recibir, recibir y dar, porque en definitiva, como escribió Myra en su publicación, lo único que nos vamos “a llevar al cajón” son los gestos, y qué mejor entonces que poder generar algo en un otro, y que el día de mañana eso pueda y siga inspirando a los demás.En esta nota:



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