Análisis | Better Call Saul: Un final cocinado a fuego lento



Cuando escuchamos por primera vez que habría un spin-off de Breaking Bad, nadie pensó que se tratara de algo bueno. A pesar de la altísima calidad de la serie creada por Vince Gilligan, o justamente por eso, no sonaba como una gran idea seguir explotando esa historia y esos personajes, especialmente con un final tan redondo como poético. Sin embargo, esa era la historia de Walter White, y Gilligan demostró que el resto de sus personajes tenían tanta tela para cortar como su ocasional protagonista. Y pensándolo bien, tiene sentido: Breaking Bad siempre fue una serie de personajes, más allá de su atrapante high concept.El éxito sin precedentes de aquélla le dio la oportunidad de asociarse con Peter Gould (otro de los guionistas, además de productor y ocasional director de la serie) para explorar las historias individuales de cada integrante de la historia, sin perjuicio del material original. El elegido para protagonizar esta parte de la epopeya antiheroica fue el favorito del público, Saul Goodman. Y quién podría imaginarse que cumplirle el capricho a la audiencia masiva iba a dar como resultado uno de los productos mejor terminados de la televisión actual. Con el carismático Saul (interpretado por el legendario Bob Odenkirk) al frente de su nueva serie, Gilligan se despachó con un relato aún más elaborado que el anterior.

No son pocos los paralelismos de la historia de Saul Goodman con la de Walter White.

Todavía falta una temporada para llegar al final de esta historia, que puede ser tanto el comienzo de la otra como la ramificación de algo completamente nuevo, ya que no nos molestaría en absoluto seguir explorando este universo. Pero con Better Call Saul no hay teoría que valga, porque la trama siempre se aleja de los lugares comunes para entregarnos un relato ingenioso, lleno de vueltas y contradicciones profundamente humanas, y sin embargo coherente con su lógica interna y fiel a la esencia de sus personajes. Si suena como un trabajo difícil, es porque realmente lo es. Y la magia no termina en las proezas narrativas, sino que se complementa a la perfección con un virtuosismo técnico y visual dignos de la pantalla grande, que da como resultado una estética impecable pensada siempre en función a la historia.La quinta temporada, que termina hoy, arrancó hace apenas dos meses, cuando el mundo era otro y aún no teníamos ni idea de lo que nos esperaba. Algo parecido, por supuesto a otra escala, le ocurre en pantalla a nuestro protagonista: ya no es el mismo que cuando empezó. Pero esta temporada en particular corre el foco de su figura para posarse también sobre los demás participantes de esta historia, tan interesantes como el antihéroe que da nombre a la serie. Aunque todo lo que sucede en este relato, como adelantamos desde el título, se cocina a fuego lento. No hay decisiones apresuradas ni cambios repentinos, todo tiene su asidero en la construcción de la historia a través de las temporadas anteriores e incluso las de su secuela, lo cual no quita que haya sorpresas y tensión constante.

Lalo Salamanca (Tony Dalton) y Jimmy McGill (Bob Odenkirk) bajo otras identidades, uno de cada lado de la ley.

En el primer episodio de esta nueva temporada, recién estábamos presenciando la transformación de Jimmy McGill en Saul Goodman, luego de dos años sin saber nada sobre él. Cuatro temporadas tuvieron que pasar para comprender qué llevó a “Jimmy el resbaloso” a convertirse en el abogado número uno del cartel, con todo lo que eso implica. Y las grandes expectativas que podrían jugar en contra de la historia, en manos de un autor menos habilidoso, se convierten en este caso en un recurso narrativo con el que siempre mantener intrigado al espectador/a. Ni siquiera los flashforwards del gris futuro de Jimmy tienen una ubicación precisa en la línea temporal, aunque en un principio creamos tener la certeza de que sí.Esas presuntas certezas son el caldo de cultivo para los giros más ingeniosos de la trama, nunca con grandes artificios, sino con la sutileza que solo puede tener una serie como ésta, sucesora de uno de los éxitos más grandes de la televisión. Con el lujo del tiempo y el presupuesto de su lado, nadie va a volver a dudar de la destreza de Vince Gilligan o de su capacidad para contar historias donde a simple vista parece que ya no hay nada para contar. Y mientras esperábamos que Better Call Saul hiciera su regreso triunfal, su inquieta mente creativa se despachó con El Camino, una película de Netflix o más bien un episodio largo que oficia como epílogo de la historia de Jesse Pinkman (Aaron Paul). Porque Gilligan siente amor por sus personajes, y quiere contar bien cada una de sus historias.

El famoso Hank (Dean Norris) de Breaking Bad hace su primera aparición en esta temporada, antagonizando con Saul.

Así es como llegamos a la quinta temporada de Better Call Saul, un camino descendente mucho menos empinado de lo que esperábamos, lleno de desvíos y encrucijadas. Por donde discurre no solo la historia de Saul Goodman, sino también la de Kim Wexler (una brillante Rhea Seehorn, por favor denle a esa mujer todos los premios), la de Mike Ehrmantraut (el Jonathan Banks que ya adorábamos en Breaking Bad), Nacho Varga (con Michael Mando muy a la altura de las circunstancias) y el icónico Gus Fring (Giancarlo Esposito convertido quizás en el nuevo villano preferido de la cultura popular).Los destinos de Kim Wexler y Nacho Varga, a quienes no vimos aparecer en Breaking Bad, son justamente los mayores interrogantes de la serie. A pesar de que no les auguramos un buen futuro desde la primera temporada, no solo se las arreglaron para sobrevivir hasta ahora, sino que además no parecen tener intenciones de irse a ningún lado. Por un lado, Kim sufrió una transformación casi tan grande como la del mismísimo protagonista. Al principio de esta temporada, mientras Jimmy terminaba de convertirse en Saul y ponía a prueba su tolerancia, ella seguía atravesando una profunda crisis vocacional, que solo la llevó a reforzar sus lazos con él y adoptar cada vez más su estilo de vida.En el anteúltimo episodio de la temporada, titulado “Bad Choice Road” (El camino de las malas decisiones), Kim se enfrenta a la mayor amenaza que encaró hasta ahora, cuando literalmente se encuentra cara a cara con Lalo Salamanca. Esta es la primera vez que Kim interactúa con un personaje principal que no sea abogado, en más de cuatro temporadas. Conscientes del estrés que esto provocaría en la audiencia, los creadores jugaron todo el episodio con recursos visuales que no auguraban nada bueno para su personaje, como las naranjas y los agujeros de bala. Sin embargo, todo el foreshadowing quedó en pura tensión y ninguna consecuencia real… por ahora.

Kim Wexler se convirtió en uno de los personajes esenciales de la serie y la mayor preocupación de los fans.

Por otro lado, Nacho tiene su momento de brillar en el décimo episodio que cerró hoy la temporada, titulado “Something Unforgivable” (Algo imperdonable). Inspirado por las palabras de Kim, Lalo se lo lleva al otro lado de la frontera para “bautizarlo” como un Salamanca y convertirlo en su mano derecha, un honor del que Nacho preferiría prescindir. Presentado en sociedad ante la cúpula del cartel, el joven mafioso tiene la oportunidad de elegir sus lealtades, pero -como siempre- parece elegir mal una vez más. Y esta vez, tal como pronosticó Mike, va a quedar atrapado en el fuego cruzado.Hablando de oportunidades y decisiones, Jimmy tuvo una oferta inesperada por parte de su némesis Howard Hamlin que rechazó de cuajo, dejando sentado que ya no es el que era y se cansó de jugar con las reglas. Por más improbable que fuera, Kim decidió finalmente seguirlo por el mismo camino, luego del brillante sexto episodio, titulado “Wexler v. Goodman”. El versus enfrentó a los dos protagonistas, con la excusa de representar legalmente a dos personajes tan obstinados como ellos. En paralelo, también enfrentó a Mike con Gus Fring en un duelo de voluntades, que terminó con la búsqueda de códigos en común, forjando una alianza inquebrantable hasta la aparición del caótico Walter White (Bryan Cranston) en Breaking Bad.

A pesar de moverse con soltura entre el hampa, Mike conserva su integridad y siempre tiene la posta.

Pero por más brillantes que hayan sido estos episodios y la temporada en general, sin dudas el punto más alto fue el capítulo 8, titulado “Bagman” (El Hombre de la Bolsa). Tal como pasaba con su serie hermana, los episodios “embotellados” son una marca registrada de Better Call Saul, y este en particular funciona tan bien por sí mismo que ni siquiera necesita contexto para verlo. La odisea en el desierto de Saul y Mike refleja a la perfección el espíritu de la serie y el crecimiento de sus personajes, además de contar con una riqueza visual pocas veces vista en la pantalla chica. A pesar de que -afortunadamente- se está volviendo cada vez más común este nivel de producción televisiva, el lenguaje cinematográfico del que hace gala este episodio alcanza para separar la serie de cualquier otra y colocarla en el pedestal de lo mejor de la TV.Solo nos queda esperar la sexta y última temporada de Better Call Saul, que termine de conectar la historia sobre el pasado del protagonista con el futuro que ya conocemos. Acaso la historia de Jimmy no termine tan mal como creemos, y haya aún alguna oportunidad de redención tras esas escenas en blanco y negro que funcionan de preámbulo para cada temporada. Sabiendo cómo terminó Breaking Bad e interpretando el discurso manifiesto sobre las consecuencias de nuestros actos, es muy poco probable. Pero conociendo la maestría de la pluma de Vince Gilligan y su relación de cariño y respeto por los personajes que concibe, sabemos que al menos será un final muy digno.En esta nota:
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