parteras ofrecen alternativa a hospitales



Alexandra Sánchez tiene 38 semanas de embarazo, o sea que en las próximas dos puede entrar en labor de parto, justo cuando las autoridades calculan que la pandemia de COVID-19 tenga su pico de contagios en México. Cuando su ginecólogo particular le empezó a decir que ninguna clínica era segura en estas circunstancias, y que para garantizar que tuviera espacio era mejor programar una cesárea de una vez, se asustó y supo que eso no era lo que quería.
Le apareció en internet publicidad sobre un curso de preparación para tener parto natural en casa y le encantó la idea. Empezó a buscar y encontró que existe una casa de partería, para tener hijos fuera del hospital, en pleno Querétaro, la ciudad más cercana a donde vive, en el municipio de Doctor Mora, Guanajuato. Junto con su marido, Emmanuel Olvera, contactaron a la partera y sintieron tanta confianza con el plan alternativo que les planteaba, que aunque el embarazo esté tan adelantado, hace menos de un mes decidieron que van a tener a su bebé con ella.
Claudia Bravo es la partera en Querétaro. No en la Sierra Gorda ni en las zonas indígenas, sino en la capital del estado. Atiende partos a domicilio o en su casa llamada Nacer Tranquilo. Normalmente, solía tener dos o tres nacimientos al mes, pero para este mayo y junio tiene programados ya siete, incluido el de la niña de Alexandra y Emmanuel. Ante la contingencia por la pandemia de COVID-19, muchas mujeres que no quieren exponerse a estar en un hospital o que les limiten la presencia del papá del bebé y las visitas familiares, han buscado esta opción de parto natural y fuera de un hospital.
Entre abril y junio de 2020 habrá 235 mil nacimientos en todo México, calcula el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva (CNEGSR) de la Secretaría de Salud.
El pasado 10 de abril publicó los Lineamientos para la prevención y mitigación de COVID-19 en la atención del embarazo, parto, puerperio y de la persona recién nacida, en los que reconoce que “debido al escenario epidemiológico en que nos encontramos, con presencia de transmisión comunitaria y reconociendo las estimaciones de casos asintomáticos, no podemos establecer unidades libres de COVID-19”.
Ese documento explica que ningún hospital dedicado a atención ginecobstétrica será reconvertido en centro para pacientes de COVID-19. Pero sugiere, entre varias medidas para ampliar la atención primaria, la habilitación de casas maternas, y para garantizar que haya personal suficiente, incorporar parteras tradicionales y profesionales para atender embarazos de bajo riesgo.
Sin embargo, la iniciativa La Cueva de la Partera y Osa Mayor enviaron al gobierno una propuesta para impulsar la creación de “Espacios Matriz” y derivar partos a ellas, que hasta ahora no ha tenido respuesta.
Por el contrario, los nacimientos han sido el servicio que más ha pedido el gobierno a hospitales privados dentro del convenio de subrogación de servicios médicos firmado con la Asociación Nacional de Hospitales Privados y el Consorcio Mexicano de Hospitales. El director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Zoé Robledo, dijo en la conferencia matutina de presidencia del 28 de abril que en una semana habían derivado 159 pacientes, de los cuales, 127 fueron partos, embarazos y puerperios, y 22 cesáreas. Es decir, el 94% de lo que el sistema público ha enviado al privado.
Entérate: AMLO acuerda con hospitales privados que presten 50% de sus camas para pacientes del sector público
La propuesta de Espacios Matriz es acondicionar lugares como albergues u hoteles que se encuentren cerca de un hospital para dar atención a mujeres con embarazos de bajo riesgo. Nancy Paola Chávez, investigadora sobre el parto de Osa Mayor y fundadora del blog Mi Parto es Mi Decisión, explica que desde que lanzaron la propuesta el 23 de marzo y un directorio de parteras y doulas (que acompañan el proceso de embarazo) que se puede consultar aquí, han notado más interés en esta opción.
“Ahorita en abril no se ha notado en la red de parteras que han atendido más partos de lo normal, sin embargo sí han estado recibiendo muchísimas más llamadas para pedir información. Pero lo que ellas están percibiendo es que la mujer está hablando desde el miedo, desde el miedo a contraer COVID obviamente en los hospitales, y por eso buscar a una partera, pero también es un miedo y una desconfianza a algo que no conocen aún, porque está instalado el prejuicio de que la partera es para las zonas rurales, cuando no hay medicina, no hay ciencia”, explica Chávez en entrevista desde Chetumal.
Por desgracia, dice, llevan al menos dos décadas luchando porque se les reconozca como personal calificado y no solo como una tradición indígena para zonas rurales, ya que desde el año 2000 el sistema de salud mexicano ha intentado que todos los partos sean medicados y en hospitales.
Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) muestran que en 1985, primer año de registro, hubo 810 mil nacimientos en domicilio atendidos por enfermera o partera, que fueron cayendo progresivamente hasta 74 mil 549 en 2018, una reducción del 91%. Mientras que los atendidos por médicos en una clínica u hospital subieron de 1.5 a 1.9 millones, 23% más.
Eso también ha incrementado las operaciones para sacar al bebé, en lugar de los partos naturales, lo que ha llevado a México a ser el cuarto lugar internacional en tasa de cesáreas, que aumentaron 50% este siglo, según un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) de 2016.
Sin baby shower y conociendo al bebé por foto: los nacimientos en pandemia
Ana Rosas se lamenta. No esperaba que sus últimos días de embarazo y los primeros como mamá fueran así, tan sola.
Tenía programado el baby shower en el salón de un hotel para marzo, cuando en México empezaron los contagios comunitarios de COVID-19 y las autoridades pidieron que no hubiera reuniones masivas, y que la gente se quedara en su casa lo más posible. El hotel canceló todos sus eventos, incluido el baby shower. Ana y su marido, Roberto Torres, se quedaron sin compartir la emoción del fin del embarazo con sus amigos y familiares, y sin regalos para el pequeño Charlie, así que de último momento hubo que comprar más ropita, sábanas y otros insumos, todo por internet y con la desesperación de que las tiendas tuvieran retrasos en la entrega.
A toda velocidad se fue agravando la situación: se supo que dos mujeres embarazadas habían muerto por la nueva enfermedad, el médico le prohibió a Ana salir y recibir visitas, y el hospital donde la atendía anunció que nadie, más que el papá del bebé, podría entrar a partir de ese momento, ni para el día del nacimiento.
El 12 de abril, Charlie nació por cesárea. No hubo visitas familiares al hospital. Y de vuelta en su casa, las mínimas. Los papás y la hermana de Roberto, como no viven en Querétaro, no han podido ir a conocer al nuevo miembro de la familia. Todos los días, Ana toma fotos y videos para mandárselos por celular.
Ella dice que tuvo suerte de que todavía dejaron entrar a Roberto al quirófano, porque a otras amigas embarazadas que tiene ya les avisaron que absolutamente nadie podrá estar, más que ellas.
Ese punto tiene a María José Mondragón al borde de la decisión entre tener a su bebé el próximo mes en una clínica o en una casa de nacimientos. Tomó con la partera Claudia Bravo el curso sobre parto natural y respetado, y así lo pidió a su médico. Pero si le dicen que su marido, Francisco Garza, no puede estar presente, buscará la segunda opción.
Las casas de nacimiento permiten a las mujeres decidir quién quieren que esté con ellas. Al ser espacios mucho más pequeños y sin pacientes de enfermedades, hay menor riesgo de contagio.
“El coronavirus ha hecho una mirada con una lupa gigante hacia los partos en domicilio y fuera del hospital, y están empezando a considerar una alternativa más saludable por el hecho de la infección. Evidentemente lo es: aquí no hay casos de coronavirus, las parteras atendemos un número limitado de personas, nunca limitaríamos la entrada del padre, que es protagonista también”, señala Bravo.
Aunque la pandemia también les está implicando muchas más precauciones. Ella, por ejemplo, ha decidido que por ahora no va a atender partos en tina de agua, como muchas mujeres quieren.
“Yo de entrada estoy dando muchas consultas en línea. Todos tenemos que estar con cubrebocas. El cuarto donde se atiende, se desinfecta antes y después, por precaución. Si voy a atender en agua, aunque toda la evidencia médica dice que no hay transmisión, yo sí tomo mis precauciones, entonces la madre puede relajarse en agua pero no voy a dejar que dé a luz ahí, o sea, se sale de agua para dar a luz”, detalla.
Tanto para ir a una casa como en la suya de nacimientos, tiene tanque de oxígeno, sueros, soluciones especiales, respiradores, y material estéril que de preferencia no se utiliza, pero siempre lo tiene disponible por si hace falta. Además, todas las parteras, aclara, tienen un equipo médico de respaldo con el que tienen contacto por si se complica el nacimiento en domicilio y hace falta hacer una cesárea de emergencia. Aunque en sus 15 años de experiencia, estas complicaciones solo se han dado en alrededor de 10% de los casos.
Bravo invita a las mujeres embarazadas a informarse sobre el parto natural y respetado, aunque vayan a ir a un hospital, y que en esta temporada busquen cursos en línea y consideren la opción más allá de la emergencia sanitaria.
“Es un mundo muy diferente. Y la verdad, por un lado dices qué triste todo lo del COVID, lo que está pasando, pero por otro lado nos está moviendo a reflexionar, reflexionar en nosotras mismas y en nuestro gran poder para dar vida, que lo hemos tenido siempre, y simplemente dejamos de confiar”, concluye.
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