Covid-19: Una recuperación económica resiliente



El coronavirus nos ha mostrado cuán interconectados estamos y lo necesario que es entender esta crisis como un problema complejo. Estos problemas no se resuelven con pensamiento lineal, soluciones aisladas sino con una amplia colaboración de una gran diversidad de miradas. La crisis muestra claramente la necesidad de contar con buena información científica. También nos ha mostrado la rapidez con la cual transformaciones profundas pueden ocurrir en nuestra sociedad.

Aunque la primera tarea es enfrentar al virus, es importante evaluar las enseñanzas que nos deja esta pandemia para abordar las otras crisis globales que enfrentamos: desigualdad, biodiversidad, y la crisis climática como gran telón de fondo de todo.
El año 2019, que ahora parece una realidad lejana y de otro mundo, nos mostró toda la severidad de la crisis climática que el mundo está viviendo en la actualidad y que no ha desaparecido.
La crisis económica que vendrá a causa del coronavirus tendrá el efecto de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Con menos actividad económica y uso de energía disminuirán las emisiones. Esto ha ocurrido en todas las crisis económicas de las últimas décadas, por ejemplo, durante la crisis financiera del 2008 las emisiones globales de CO2 disminuyeron aproximadamente 1,3%. Pero el año 2010, durante la recuperación, éstas aumentaron en casi un 6%. Esto no puede volver a ocurrir. Hoy sabemos que estamos en la década crítica para poder enfrentar el cambio climático. La ciencia nos ha indicado que a nivel global las emisiones deben disminuir aproximadamente a la mitad al 2030. Este es un desafío gigantesco, pero factible.
No podemos perder esta oportunidad. Es crucial que la recuperación económica sea una recuperación resiliente, es decir, una recuperación que permita a Chile disminuir la desigualdad social y enfrentar de mejor manera los desafíos sociales y medioambientales. Que las medidas implementadas estén alineadas con los compromisos de acción climática.
Un caso de recuperación resiliente sería incluir condiciones climáticas y regulaciones ambientales en un posible rescate económico de empresas. Por ejemplo, que alcancen un máximo de emisiones CO2 al 2030 y carbono neutralidad al 2050, especialmente para líneas aéreas y el sector transporte en general. Las medidas de estímulo económico deberían permitir implementar la estrategia climática financiera de Chile e incluso acelerarla, a través de inversiones de capital, en energía renovable, transporte eléctrico, programas de eficiencia energética, calefacción distrital, entre otras.
El diseño de estas medidas va a determinar el desarrollo de nuestra economía y nuestra sociedad en el corto plazo. Bien diseñadas tienen el potencial de acelerar la transición hacia un mundo sin combustibles fósiles. De hecho, los ministros de hacienda del G20 en su comunicado del 15 de abril incluyen que la recuperación debe incluir principios de sustentabilidad y crecimiento inclusivo en línea con los desafíos mundiales. Esta es una buena señal de que la comunidad internacional entiende la necesidad de esta “recuperación resiliente”.
El desafío es impulsar acciones que puedan responder al mismo tiempo a la crisis de salud, económica, biodiversidad y la crisis climática. Asegurar hoy que la recuperación nos ponga en la ruta de una sociedad resiliente a largo plazo.
Por Maisa Rojas. Directora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, académica del departamento de Geofísica de la Universidad de Chile.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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