Análisis | The Eddy, un drama musical para los amantes del jazz



Damien Chazelle ya demostró su enamoramiento con el género musical, y el jazz en particular, en la oscarizada “La La Land: Una Historia de Amor” y “Whiplash: Música y Obsesión” (Whiplash, 2014). Después de viajar al espacio con “El Primer Hombre en la Luna” (First Man, 2018) se muda por un ratito a la TV de la mano de “The Eddy”, miniserie dramática creada por el guionista Jack Thorne, también responsable de la última adaptación de “His Dark Materials”. Chazelle tiene a su cargo la dirección de estos dos primeros episodios -“Elliot” y “Julie”-, dos piezas tan complejas e “improvisadas” como la música de sus amores.The Eddy es un pequeño club de jazz de la ciudad de París, regenteado por Elliot Udo (André Holland), músico y líder de la banda principal que se presenta cada noche, y Farid (Tahar Rahim), más ocupado de las cuestiones administrativas. Al establecimiento no le va tan bien como ellos quisieran, y la gran oportunidad podría venir por parte de una disquera dispuesta a patrocinar al grupo comandado por Maja (Joanna Kulig), la cantante. Este arranque nos mete de lleno en la vida del personaje principal, quien abandonó Nueva York para cambiar de aire. En la Gran Manzana dejó parte de su carrera, a una ex esposa y una hija adolescente, Julie (Amandla Stenberg), que también llega de visita para complicar el panorama.

“Elliot” nos deja entrever una conflictiva historia amorosa entre el protagonista y Maja, una tragedia familiar que marcó su destino, y un futuro aún más incierto cuando los problemas financieros del club se interponen violentamente en su vida. Un hecho en particular empieza a sacudir las cosas y pone en alerta a Udo, convencido de que alguien le sigue los pasos, aunque no logra entender los propósitos. En medio de esta trama, Chazelle y Thorne nos introducen obsesivamente en el universo jazzístico de cada personaje, tan marcado por el arquetipo del “artista torturado”. Queda claro que acá nadie logra vivir de su arte, pero si pueden vivir a través de él como único sustento vital.El director utiliza la cámara como si fuera el instrumento de un músico: se detienen en cada detalle, inventa, recorre las calles despojadas de glamour, puede ser introspectivo o mostrar un panorama más amplio de las cosas, según lo necesite su narración. “Elliot” es un primer episodio correcto que sienta las primeras bases de esta historia plagada de matices, regida por un protagonista huraño y poco empático que, entendemos, tiene sus razones. “Julie”, por el contrario, entorpece un poco las cosas al centrarse en uno de esos personajes que no terminan de encajar y se pierden en el estereotipo de adolescente rebelde y sin supervisión, que no terminan de encontrar su lugar.

Un momento de conexión y amistad

En el medio de todo esto, Randy Kerber (“El Color Púrpura”) y Glen Ballard -más conocido por sus colaboraciones con Alanis Morissette en “Jagged Little Pill” (1995), entre tantas otras- suman sus piezas musicales, las de los artistas amateurs que se presentan en The Eddy, y las de la banda principal que busca ese momento de despegue, uno que sería mucho más sencillo si Elliot se comprometiera a prestar su buen nombre y no solo su experiencia. Hay algo que lo retiene a la hora de volver a pararse frente al público, conflicto que se va desmenuzando poco a poco, muchas veces a través de la mirada de los otros.    “The Eddy” busca ser reflexiva y apuntar a ese mismo público tan amante del jazz. Sus extensos capítulos de más de una hora no siempre mantienen el dinamismo, mucho menos cuando corren el foco de atención del protagonista, quien también supo brillar en “Castle Rock”, “The Knick” y “Luz de Luna” (Moonlight, 2016). Su personalidad y la forma de relacionarse (o no) con el entorno es lo más interesante de la miniserie de Netflix, que trastabilla cuando se olvida de esta ventaja narrativa e intenta forzar una trama de corte criminal. O eso es lo que parece a simple vista.

Cafda noche en The Eddy

Por su parte, Chazelle vuelve a demostrar que nació con los atributos necesarios para convertirse en un gran realizador, narrando de manera casi documental (y artesanal) las peripecias de estos artistas que respiran música las 24 horas del día. La pasión muchas veces se antepone a las necesidades, y no podemos dejar de pensar en los propios sueños del joven Damien, quien también anhelaba formar parte de este mundo. Lamentablemente, las intenciones no alcanzan para que “The Eddy” conecte con un público más amplio y general que busca relacionarse con la historia y sus protagonistas. El jazz es el aglutinante que condimenta esta serie limitada, y un elemento esencial para captar la atención a la hora del disfrute, algo que no siempre se logra en los no iniciados.     
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