Una psicóloga y un ingeniero hablan sobre el impacto del Covid en la vida de Bajos de Mena


Bajos de Mena está al sur de Puente Alto. En unos cinco kilómetros cuadrados viven más de cien mil personas y los servicios públicos y privados escasean. Desde que el SARS-CoV-2 llegó, muchos vecinos comenzaron a quedar sin trabajo, a lo que luego, el 7 de abril, se sumó una cuarentena que encerró a familias numerosas en poco espacio.
El impacto en las vidas ha sido percibido por el ingeniero comercial Salvador Valdés y la psicóloga Magdalena Rebolledo. Ambos trabajan en la fundación Trabün, que desde 2015 fomenta una enseñanza integral en los niños del sector. Lo hacen en seis escuelas, pero la pandemia obligó a expandir su acción.
Valdés partió en 2015 como voluntario, hoy es coordinador de ayuda integral ante la crisis y co-docente, lo que significa que acompaña a profesores en la aplicación de estrategias lúdicas con los niños. Desde que se suspendieron las clases presenciales todo el esfuerzo es telemático.
“Bajos de Mena es muy vulnerable y necesita mucha ayuda”, cuenta. “Hoy cuesta pensar en educación si es que las familias están pasando hambre, si no se pueden conectar, o si se están mal emocionalmente”, agrega.
El plan considera la entrega de cajas básicas o transferencias a 354 familias por cuatro meses, que es lo que estiman será el peor periodo de la crisis. También entregaron 475 chips a los hijos, con 30 GB por tres meses pensados para que los niños puedan seguir las clases y desarrollar las actividades.
“La gente tiene acceso a telefonía, pero como hay más restricciones económicas se hace difícil pagar los planes”, dice. “Además, muchas familias sólo tienen prepago o las redes sociales gratuitas, por ejemplo, entonces les falta más internet para conectarse a mejores recursos educativos, como las páginas de los colegios, videollamadas, Google Classroom”, enumera.
Asimismo, están acompañando emocionalmente a 110 familias, con apoyo psicológico profesional. Explica que los profesores de Trabün llamando constantemente a los niños para acompañarlos y ver los casos más críticos. Dice que los efectos de la crisis generada por la pandemia son notorios y, por lo mismo, realza lo relevante que es mantener la enseñanza aunque sea en estas condiciones.
“Los colegios somos apoyo y contención para los alumnos, y tenemos que mantener el vínculo como sea. Si somos capaces de hacerlo va a ser muy valioso para el niño, para entregarle apoyo, consejos, para que no se vengan abajo”, explica. “Si con esta crisis se logra fortalecer el vínculo, si tomamos bien nuestro rol, hacemos que nos tomen cariño, se den cuenta que estamos preocupados, cuando volvamos a las salas se van a ver a los colegios y al profesor con otros ojos… espero”.
El malestar

Magdalena Rebolledo lleva dos semanas en la fundación, pero dos años trabajando en Puente Alto. Como psicóloga infanto juvenil acompaña a los profesores en la labor emocional que realizan con los niños; pero también con las familias que pasan por los momentos más difíciles.
“Es muy necesario en estos momentos la contención de sus emociones, del malestar psicológico que están viviendo”, dice.
La OMS alertó que la pandemia elevó la ansiedad y la sintomatología depresiva de las personas a niveles preocupantes. Rebolledo asegura que en este barrio estos problemas empeoraron aún más, dada su vulnerabilidad.
“La mayoría de las personas en Bajos de Mena vive en espacios reducidos, por lo tanto están más propensas a tener más conflictos a nivel familiar”, explica. “Se les ha dificultado mucho a las mamás tener que lidiar con todas estas tensiones en las casas”.
La atención se está realizando mayormente por teléfono. Asegura que le alegra darse cuenta que es una vía eficaz y bien recibida por las personas: “El simple hecho de darle espacio, que se sientan vistos, que nos estamos preocupando por ellos y sus necesidades, y dentro de nuestras posibilidades responder a ellas, les genera una disminución del malestar importante. Uno nota la diferencia entre la primera llamada y la segunda. No es que los problemas desaparecen, claro, pero se expresan con mayor facilidad sobre sus emociones, lo que nos permite ayudarlos más”.
“Como ellos no tienen la posibilidad de acceso a esto siempre, tenerlo les alivia y les permite sentir que pueden contar con alguien, expresarse y desahogarse”, agrega.
La psicóloga comenta que el tiempo que dure esta crisis preocupa mucho al barrio.
“Hay personas que tienen la esperanza de que esto sea algo temporal y están más pendientes de cuánto más pueda esto durar. Y hay otras a las que le ha aumentado la incertidumbre de ver que esto se está alargando cada vez más. Ambas generan grados de incertidumbre. Como fundación hemos puesto el foco no en el tiempo en que esto va a durar, sino en que vamos a estar ahí en la medida de nuestras posibilidades el tiempo que esto dure para estar apoyándolos desde lo emocional y del resto de las áreas que podamos hacerlo”, dice.



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