Análisis | Snowpiercer, un relato distópico que no le hace justicia al material original



La novela gráfica “Le Transperceneige” (1982) -de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette- tuvo su adaptación cinematográfica de la mano del ganador del Oscar Bong Joon-ho en 2013, y ahora llega a la pantalla chica de la mano de TNT (distribuida por Netflix alrededor del mundo), después de varias idas y vuelta y algunas sacudidas en el equipo responsable. “Snowpiercer” empezó a desarrollarse en el año 2015 junto al guionista y showrunner Josh Friedman (“Terminator: Destino Oculto”) y hasta tuvo un episodio piloto dirigido por Scott Derrickson (“Doctor Strange: Hechicero Supremo”), pero las cosas no funcionaron para la cadena, que hizo borrón y cuenta nueva con el escritor Graeme Manson (“Orphan Black”).“First, the Weather Changed”, primer episodio de esta temporada (ya se aseguró la segunda) dirigido por James Hawes (“Black Mirror”), es un ‘reinicio’ que se ancla en la continuidad del film checo-surcoreano, pero también una historia bastante alejada de la concepción de su creador original. Manson y Hawes no se detienen demasiado en explicar el desastre ambiental -seguido por el caos político, económico y social- del ‘Congelamiento’, un drástico cambio climático que convirtió al planeta en un desierto hostil y congelado. Los ricos y poderosos -los mismos responsables de la catástrofe- pudieron acceder al Snowpiercer ideado por el misterioso señor Wilford, un enorme tren arca con un motor de movimiento perpetuo, el cual gira constantemente alrededor del globo sin detenerse.

Las clases más bajas no estaban invitadas a esta fiesta salvadora, pero unos siete años atrás, cuando el Snowpiercer comenzó su recorrido, abordaron el vehículo a la fuerza y, a pesar de la represión y las múltiples bajas, muchos pudieron permanecer en la cola, hacinados y hambrientos, sobreviviendo gracias a su propia voluntad y un escaso menjunje proteico de extraña procedencia. Imposibilitados de acceder a los lujos y comodidades del resto del tren, los ‘colistas’ buscan su momento para rebelarse y tomar la formación por la fuerza; un sueño, más que una realidad, debido a la constante vigilancia y brutalidad de las fuerzas de seguridad.Pike (Steven Ogg), el más extremista de los subversivos, Andre Layton (Daveed Diggs) y Josie Wellstead (Katie McGuinness) son las caras más visibles de esta ‘revolución’ que se ve interrumpida cuando el señor Wilford solicita los servicio de Layton, ex policía de Detroit y único detective de homicidios del tren. Sí, hubo un asesinato que pone en jaque la estabilidad del lugar, y Andre tiene la posibilidad de negociar mejores condiciones para su gente si colabora en la investigación para encontrar al culpable.

Un comienzo complicado 

Este es el disparador de “Snowpiercer”: un crimen que debe ser resuelto mientras el tren sigue girando alrededor de la Tierra y los pasajeros de las clases superiores continúan con sus vidas como si nada, al mismo tiempo que en la cola solo hay miseria y desesperación. Layton puede intentar cambiar este panorama, y hasta mudarse a otro vagón, pero su idea es ayudar a descubrir al asesino como excusa para infiltrarse y planear mucho mejor la próxima revolución.En el camino le toca reencontrarse con su ex esposa Zarah (Sheila Vand), una posible sospechosa, y conocer cara a cara a Melanie Cavill (Jennifer Connelly), voz del tren y miembro del equipo de ‘hospitalidad’ que atiende a los pasajeros, aunque hay mucho más detrás de su sonrisa y su trajecito bien planchado.

“El único detective de hominidios” del planeta

“First, the Weather Changed” es un capítulo llevadero y entretenido, más ligado al formato policial que al relato distópico original, que reflexiona sobre los peligros del cambio climático, cuestionando la injusticia social y la política detrás de la desesperación y la supervivencia. De ahí, la banalidad de una narración que se pierde a lo largo de las distintas formaciones del tren, que van dividiendo a sus diferentes clases, donde no todos son seres horribles e inescrupulosos, pero tampoco hacen absolutamente nada para ayudar a los más necesitados.Este primer episodio sienta las bases del conflicto central, pero se pierde cuando se trata de la verdadera disyuntiva que, acá, queda relegada a pequeños momentos de insurrección que solo sirven para distinguir los diferentes “bandos”. No hay mucha reflexión en el producto final de Manson y Hawes, tampoco la atención a los detalles de la puesta en escena sci-fi de la película de Bong, que se desprende de la novela original.  

Planeando la revolución 

La artificialidad y los arquetípicos personajes toman el control de una historia poco atractiva desde su temática y análisis, además de revelar gran parte de sus misterios desde el comienzo para que la trama no dé pie a conjeturas y confusiones. Este desdén por la inteligencia del espectador termina por aniquilar el suspenso y las ganas de invertir nuestro tiempo en una serie que no le hace tanto honor a los buenos productos que la preceden.       
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