Kaiser, Warnken, ¿quién no cuida sus palabras?



Hace unos días Fernando Atria, junto a su hija, en breves minutos y a través de Instagram, pudo apelar al sentido común en la cada más ferviente discusión  sobre la libertad de expresión y ciertas reacciones. Básicamente dijo que una persona tenía derecho a expresar lo que sea y que el resto también tenía derecho a comentar lo que sea sobre lo expresado. Y que el primero tiene a su vez derecho a replicar, y así. Todo esto sin usar las más de 450 páginas de Axel Kaiser, ni el tono “poético” de Cristián Warnken, pero, paradójicamente, cuidando mucho más su lenguaje.
La Neo Inquisición de Axel Kaiser no solo lleva un título polémico, sino que está lleno de comparaciones poco afortunadas. Veamos unos ejemplos. Critica las reacciones de algunas personas a ciertos comentarios diciendo: “Nazi, xenófobo, racista, homofóbico, transfóbico, islamofóbico. Entre muchos otros, estos apelativos pertenecen a la batería de insultos con los que el discurso de la corrección política dominante actualmente pretende acallar voces que le resulten incómodas o intolerables”. Serían, según él, lo que los alemanes llaman “Totschlagargumente” (sic), lo que él traduce (sic) como “recursos retóricos que buscan de un golpe liquidar moralmente al oponente de modo de no hacerse cargo de sus argumentos” (p. 33). Sin embargo, unas páginas antes, después de recordar más de un millón de muertes que dejó la Inquisición, se manda la siguiente comparación: “Si la Inquisición en 1600 ejecutó al filósofo y científico Giordano Bruno haciéndolo arder en la hoguera, entre otra razones, por enseñar que los planetas orbitaban el sol, hoy día neoinquisidores persiguen a académicos y científicos que intentan demostrar asuntos como que el género no es totalmente un construcción social, que la brecha salarial entre hombres y mujeres como producto de la discriminación es un mito, que la narrativa del patriarcado merece serias dudas, […] entre muchos otros temas”(p. 23).
No estoy seguro de que nazi, xenófobo, racista, etc., sean necesariamente un insulto. Supongo que depende del contexto. Sí estoy seguro de que (neo)nazis, xenófobos, racistas, etc., existen. Hay gente que se define a sí misma como (neo)nazis, hay personas que defienden abiertamente la supremacía racial, pero no conozco a nadie que se auto comprenda como neo inquisidor. No alcanzo a ver que tiene que ver todo esto con quemar a alguien en la hoguera, sobre todo si para Kaiser es neo inquisidor sacar una película de una plataforma digital. Porque, claro, no se nos vaya a ocurrir llamar “nazi” a alguien que manifieste actitudes fascistas, eso es inaceptable, persecución, censura y decadencia intelectual. En cambio, es válido comparar con una de las instituciones criminales más terribles de la historia a quien ose usar algunos de esos adjetivos. Pero, ¿por qué decir que hay cierto machismo en sostener que la brecha salarial entre hombres y mujeres producto de la discriminación es un mito sería un Totschlagargument y no lo sería llamar “neo inquisidor” a quien lo diga? Supongo que Kaiser dirá que todo depende de la estadística. Como suele hacer, apelando a la “lógica” y la “evidencia” para legitimar su discurso. Es fácil advertir que uno pregunta en temas complejos a 2 economistas y tiene 3 opiniones, y eso no depende de los datos o estudios. Hay premios Nobel que defienden todo lo contrario a él. Más allá de eso, olvida que se puede torturar a los números hasta que éstos confiesen lo que queremos escuchar. En eso es experto. Dos ejemplos.
Hace unos días dijo que los italianos y los españoles tuvieron más muertos que los suecos, pese a las cuarentenas totales, para defender su oposición a ellas. Como dato duro es correcto, pero no hay que ser economista para darse cuenta de lo absurdo de la comparación. Italia tiene casi 6 veces más de habitantes que Suecia; España tiene casi 4 veces más. En Italia ha habido 35.514 muertos, y los nuevos contagios vienen a la baja desde el 27 de marzo, teniendo solo 66 nuevos casos el 18 de junio. En España llevan 46.940 muertos, los nuevos casos vienen disminuyendo desde el 26 de marzo y tuvieron 585 el 17 de junio. En Suecia han sufrido 5.053 muertos hasta ahora, pero comenzó un alza importante en los contagios recién el 1 de junio. Desde allí han tenido subidas y bajadas, teniendo el 18 de junio 1.400 nuevos casos, muchos más que Italia y España, sobre todo en relación a su población. En Italia y España las muertes representan cerca de un 0,06% de la población. En Suecia el 0.05%, y subiendo, con 102 muertos en 24 horas el día 17 de junio. En solo unos días Suecia superará a Italia y España. ¿Estará entonces Kaiser a favor de las cuarentenas? Como se ve, el dato duro se puede manipular.
Otro ejemplo. Hace menos de dos semanas publicó un video titulado “Floyd, Narrativa Racial y la Neoinquisición”, en el que afirma: “no es verdad que la policía mate a más gente afroamericana que a gente blanca, eso es falso”, mostrando un tabla con el número de personas muertas en EE.UU. desde 2017 a 2020. Habría, según lo que exhibe, un total de 399 blancos y 209 afroamericanos muertos por policías en 2019; y 370 blancos y 235 afroamericanos en 2019. Incluso da como dato para justificar su tesis ¡que es más probable para un afroamericano morir en manos de otro afroamericano que en manos de un policía blanco! No hay que ser criminólogo para saber que los policías representan un porcentaje bajísimo de la población y que son garantes de la seguridad de la misma, por lo que deberían cometer pocos homicidios y es más grave que los realicen. Obviamente también es más probable para un blanco morir en manos de un blanco que por un policía, pero eso no lo dice. Igualmente, es más probable morir atropellando a un animal en la carretera. Nuevamente, es fácil percibir que en este caso el dato duro no sirve, por la sencilla razón de que en EE.UU hay muchas más personas blancas que afroamericanas. Con solo un 13% de la población tienen un 24% de las muertes y el doble de posibilidades de morir en un enfrentamiento con la policía. Supongo que no lo hace de mala fe, pero si alguien manipulara así los datos de manera intencional, para justificar decir algo que en realidad no tiene sustento, ¿no sería en cierto sentido racista? O al menos, ¿sería neo inquisición, persecución y decadencia cultural llamarlo así?  Por ejemplo, en muchos países de América yo podría decir que hay tantas mujeres juezas como hombres y eso sería correcto. Pero no podría concluir en base a ello que el acceso es igualitario, pues si vemos los porcentajes de mujeres en Tribunales Superiores la diferencia es lamentable. En España la nuevas generaciones de jueces son en su mayoría mujeres, pero solamente ocupan un 21% de los nuevos altos cargos del Poder Judicial. ¿Soy nuevo inquisidor si digo que hay un sesgo machista en quien usa solamente el primer dato, desechando los demás? Un machista, un racista y un nazi también pueden usar datos, no son una varita mágica que legitime decir lo que sea. Más bien, se puede decir, peor también se podrá criticar. Quizás todos debamos cuidar el lenguaje: No hay neo inquisición.
Aunque más breve y en un tono más “literario”, en una línea similar escribió recientemente una columna Cristián Warnken. Como de costumbre, con varios poetas y filósofos metidos en pocas líneas, el poeta reflexiona sobre lo que llama “epidemia de la intolerancia”. Con un discurso de Angela Merkel del año pasado, recién revivido y hecho viral, comienza sus pensamientos. La cita es completamente descontextualizada. Merkel habla contra los discursos de derechas extremas y fascistas que aquejan Europa, en un Continente en el que casi todo país tiene regulados ciertos delitos de odio, vinculado a los discursos de odio con la dignidad, en la línea de Jeremy Waldron, autor del libro más relevante sobre los discursos de odio de las últimas décadas (que, por supuesto, Kaiser no cita, seguramente para evitar el argumento más difícil de rebatir, incurriendo –otra vez— en la falacia del hombre de paja). Mientras que Warken, al usar la cita, habla de la banalización de formas de comunicación degradatorias que imperan en redes sociales, de que se linche o banalice a los adversarios, o de que se denoste el pensar distinto.  La propia Merkel dijo (a la derecha extrema que se victimiza) que al expresar una opinión se debe asumir que te pueden llevar la contraria, que tiene sus costes. Dentro de estos costes está el insulto, la sátira, la burla, la blasfemia, el garabato. Éticamente pueden ser reprochables, pero no limitan la libertad de expresión.
El odio como límite de la libertad de expresión que afecta la dignidad de las personas es algo mucho más grave y complejo que eso, y una discusión muy interesante, pero que trasciende el objetivo de este texto. Warnken continúa diciendo que todo esto contamina algunos medios intelectuales, que deberían dar el ejemplo de lo que significa discutir y discrepar. Entonces, supongo que nos enseña desde su púlpito y nos dice que esto (¡¿el “linchamiento” de redes sociales!?) convierte al espacio público en “la fosa del circo romano”, que es una “epidemia” de la intolerancia, un “totalitarismo” mental y digital, una resurrección de los “inquisidores”. Nótese que dice resurrección, así que podemos asumir que no usa inquisidor para referirse a quien indaga, sino a un juez criminal. Quizás todos, poeta incluido, deberíamos cuidad nuestras palabras.
No comparo a Kaiser y Warnken como personas, de seguro piensan muy distintos, solo veo similitudes en sus discursos. Me parece irresponsable decir que se “lincha” en redes sociales, cuando vemos que aparecen afroestadounidenses muertos colgados en un árbol. La investigación está abierta, pero si se descarta el suicidio, ellos fueron linchados. De más está decir que no son deseables las olas de descalificaciones e insultos que desatan las redes sociales casi a diario. Pero la solución no es responder comparando a quien los profiere con asesinos (como los de la inquisición, el circo romano o los totalitarismos). No solo es una comparación exagerada, sino que además trivializa los conceptos. Por otro lado, no veo la diferencia entre llamar  a alguien “nazi” o “racista” a llamarlo “totalitario” o “inquisidor”. El nazismo es una forma de totalitarismo y, lo que le debe molestar a Warnken es que le digan “facho”, y eso es bien parecido a decir “totalitario”. Que agregue un par de poetas o filósofos no hace la diferencia. Podrá decir que era un “totalitarismo” en sentido metafórico, pero lo mismo podrá decir quien llame “nazi” a alguien por ser de derechas.
Warnken termina diciendo que tal vez sea la hora de “salvar al lenguaje de esa verborrea odiosa”. Quizás podría comenzar por él, eligiendo mejor sus palabras. Tal vez así, aunque sea de manera más poética, dirá él, no caería en lo mismo que denuncia. Si no, ¿quién es el que no cuida su lenguaje?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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