translated from Spanish: Lenguas originarias: patrimonio de un pueblo y de la humanidad

La lengua para un pueblo no es solo un medio o instrumento de entendimiento que posibilita la comunicación entre pares, la lengua transmite conocimiento tradicional y distingue a los pueblos de otros grupos de hablantes. Es un vehículo importante de cultura y tradición ancestral, pero no solo eso, es la expresión de la imagen particular del mundo que se ha creado esa comunidad, como llaman algunos especialistas es “la levadura de su vida interior”. La identidad de un pueblo y su lengua están inherentemente vinculadas porque los actos lingüísticos son finalmente actos identitarios. De ahí la relevancia de respetar y proteger el patrimonio o diversidad lingüístico-cultural.
En Chile, recién a partir de 1993, con la promulgación de la llamada Ley Indígena 19.253, el Estado reconoce la existencia de las principales “etnias” que habitan en el territorio nacional y se compromete a respetar, proteger y promover sus culturas y lenguas, intentando revertir con este tardío reconocimiento, el trato discriminatorio que se ha tenido con los pueblos originarios.
Si bien las presiones globalizantes del mundo moderno tienden a la homogeneización, todo esfuerzo por preservar la lengua materna, así como promover el plurilingüismo y la diversidad cultural de un pueblo es un imperativo de las sociedades inclusivas y democráticas. Los pueblos originarios, como el mapuche, son un ejemplo de esta lucha y resistencia por mantener viva su lengua y cultura. Que en definitiva es la lucha por diferenciarse y mantener viva su expresión.
En un contexto de amenaza y vulnerabilidad que viven todas las lenguas indígenas de nuestro país, aún falta mucho por avanzar en el reconocimiento a los derechos lingüísticos de los pueblos originarios. El Estado y sus instituciones deben respetar y promover los derechos lingüísticos, como un derecho humano irrenunciable, cimiento del derecho a la identidad y a la cultura, porque son parte de la dignidad de las personas.
En todo caso, todos somos responsables del proceso de mantenimiento o desplazamiento de las lenguas indígenas que aún perviven en nuestro territorio. Especialmente cuando comprendemos que estas decaen y pierden vitalidad al enfrenarse a un entorno hostil, cuando son minorizadas producto de sistemáticos procesos de discriminación y minusvaloración de parte de la sociedad mayoritaria, lo que finalmente repercute en la pérdida de su funcionalidad en diferentes espacios sociocomunicativos al interior de las familias y comunidades.
En definitiva, como se ha planteado desde el ámbito de la sociolingüística y antropología lingüística, se requiere una reflexión amplia sobre el problema de las lenguas indígenas y su articulación con políticas económicas, sociales, culturales, académicas, educativas y comunicacionales.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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