un respiro para negocios aunque están lejos de recuperarse



Lorenzo Gaeta, gerente de un restaurante tipo asador en la calle Río Nilo, a unos pocos metros de Reforma, dice que el nuevo “semáforo naranja” de la Ciudad de México que a partir de este miércoles permite la reapertura de los negocios a un 30% de su capacidad, “es una pequeña luz al final del túnel”. Aunque, rápido matiza que aún falta mucho para hablar de “una mínima recuperación” después de dos meses y medio cerrados por la pandemia de COVID. 
Su negocio, explica, tiene un aforo para 500 personas que solían abarrotar el local en los juegos de NFL, o en los partidos de la Champions League de futbol. Y el plan financiero para generar ganancias está diseñado para tener, al menos, a un 80% de ese aforo. 
“El semáforo naranja y la reapertura, aunque mínima, son bienvenidos porque son un primer paso -insiste Gatea-. Pero, la verdad, la situación va a continuar siendo muy complicada durante mucho tiempo, porque con un 30% de clientes vamos a tener que afrontar casi el 100% de los mismos gastos que teníamos antes de la pandemia”. 
Es decir, con la reapertura parcial, el gerente explica que tiene que volver a ampliar el número de meseros y de cocineros. Y, claro, pagar más luz, agua, y también la renta, que está por arriba de los 120 mil pesos. 
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“Durante los meses fuertes de la pandemia se llegó a un convenio para que nos hicieran una reducción de la renta el tiempo que estuvimos cerrados. Pero, a partir de este miércoles, de nuevo nos piden el 100%, aunque aún tengamos muchos menos clientes de lo habitual”.
A unos diez minutos caminando por Reforma, en la calle Hamburgo de la Zona Rosa, el hostelero José Miguel dice que está en una situación muy similar: aun con el semáforo naranja y la reactivación al 30%, calcula más gastos que ingresos por la reapertura de su restaurante de tres plantas.
“Nosotros, de plano, no vamos a reabrir la terraza, ni vamos a poner las mesas. No me trae cuenta,”, asegura el restaurantero, que lamenta que las medidas estrictas que ha dado a conocer el gobierno capitalino para permitir la reapertura, como un número muy reducido de personas en el local, “va a generar que haya muy poca clientela para compensar tantas pérdidas”.
Y eso, dando por hecho que haya clientela. Porque ese es otro problema, subraya José Miguel: buena parte de la base de clientes que llenaba su terraza y karaoke, especialmente los viernes y sábados en la noche previos a la pandemia, aún siguen trabajando desde sus casas. Y, por eso, calles tan concurridas como la propia Hamburgo continúan casi desérticas. 
De hecho, el home office también se nota en el tráfico de Reforma, una de las principales arterias de comunicación de la capital mexicana. Aunque hubo un aumento de la afluencia, especialmente desde que arrancó la ‘nueva normalidad’ a inicios de junio, el nivel de estrés por embotellamientos aún dista mucho de acercarse a lo que solía ser un lunes a las 6 de la tarde antes de la pandemia. 
Así lo explica una agente de tránsito a este medio, que señala que, “en un día normal”, estaría parada en mitad del cruce de Misisipi y Reforma tratando de dar fluidez al mar de coches que se acumula en el semáforo que hay frente a la Diana Cazadora. En cambio, ahora, camina por Reforma con cara de aburrimiento y dejando escapar algún que otro bostezo atrás del cubrebocas. 
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En Insurgentes, otra de las principales arterias de la ciudad, el tráfico también es fluido y mucho más liviano al habitual, a pesar del semáforo naranja. Tanto, que aún ayer era posible encontrar estacionamiento rápidamente en las calles aledañas al World Trade Center, donde habitualmente ni con la ayuda de los parquímetros -que ayer también comenzaron a operar- es posible encontrar un sitio libre entre tanto coche.
Otras vialidades, como Circuito Interior, Mariano Escobedo, Marina Nacional, y Patriotismo, lucían ayer en la mañana con más carga vehicular y mayor actividad comercial. Por ejemplo, en Insurgentes Sur, los bancos, restaurantes, cafeterías y oficinas de gobierno, estaban abiertos. Y en Patriotismo, varios negocios de reparación y mantenimiento de automóviles también tenían sus puertas abiertas. 
En la Condesa, la nueva normalidad parece que está regresando a un ritmo más acelerado, aunque con el matiz de que muchos restaurantes siguen con la cortina metálica abajo y el letrero de cerrado. 
No obstante, los parques México y España comenzaron poblarse de nuevo de personas corriendo o caminando, y también de personas sacando a pasear a sus mascotas. 
Un respiro
Frente al parque México, en uno de los restaurantes cuya terraza es de las más visitadas de una zona que, a su vez, está entre las más turísticas de la capital, trabaja María. 
Con una enorme botella de gel antibacterial en una mano, y un termómetro de ‘pistola’ en la otra, la mesera recibe a los comensales que se le acercan para pedir café y unas conchitas para llevar. A todos les da la bienvenida, y a todos les responde que sí, que volverán a sacar las mesas a la terraza mañana miércoles, si es que el gobierno capitalino no cambia de opinión, como hizo la semana pasada; cuando el viernes 19 de junio decidió que, por el número de contagios de Covid al alza, se mantenía el semáforo rojo una semana más y también las restricciones para los negocios. 
“La gente ya está muy ansiosa por recuperar su vida, por salir y disfrutar un poco”, opina María. “Y nosotros, la verdad, también estamos deseando volver a trabajar con algo más de normalidad”. 
A unos cinco minutos caminando del lugar, en la avenida Michoacán, Eduardo acaba de montar unas mesas con manteles de cuadritos rojos en la terracita del restaurante-cafetería donde trabaja. Aún no se puede sentar nadie, ni tampoco se puede ordenar nada que no sea para llevar a domicilio. Pero ya se están preparando para el próximo miércoles. 
“Estamos deseando que llegue la reapertura”, asegura el gerente, aunque, a colación, admite que también tiene dudas de qué tanto le compensará reducir su aforo de 40 mesas a poco más de 10 para cumplir con el 30% que establece el nuevo semáforo naranja. 
“No sé si me va a salir más caro la reapertura que lo que vaya a tener de ganancias”, dice encogiendo los hombros. “Pero, a partir del miércoles, vamos a tener un pequeño respiro. Muy pequeño, sí, pero al menos un respiro”. 
A otros cinco minutos a pie, en la calle Cozumel, ya en la colonia Roma Norte, Sergio explica que también ya lo tiene todo listo para el miércoles. Los meseros están equipados con cubrebocas, guantes, caretas, y gel antibacterial en cantidades industriales. Y ya tiene preparado el menú en formato QR para que los comensales puedan checarlo a través de sus celulares y así no tengan que tocar la clásica carta de cartón o de plástico.
Cuestionado por el tema del aforo y la reapertura a solo el 30%, Sergio dice que él tiene la ventaja de que, al ser un local pequeño, la medida del gobierno solo le va a suponer sacar una mesa de la parte de arriba del local, y otras dos mesas de la terraza. Una situación muy diferente, por ejemplo, a la del restaurante con aforo para 500 personas. 
“Para mí es un gran alivio reabrir el miércoles”, hace hincapié.
En la calle Río Balsas, en la colonia Cuauhtémoc, hay cafeterías que, incluso, no esperaron al miércoles para sacar mesas a la banqueta, donde varios clientes ya degustaban un desayuno. 
Mientras que en la calle Río Sena, a unos escasos metros del lugar, el restaurantero Alejandro prefiere mostrarse muy cauto sobre las expectativas generadas por el semáforo naranja y el inicio de la recuperación económica. Sobre todo, expone, porque también existe la posibilidad de que, tal y como advirtió la jefa de gobierno de la ciudad, Claudia Sheinbaum, puede haber un retroceso al semáforo rojo en caso de que los contagios vayan de nuevo al alza. 
“Ojalá que esto suponga el inicio de la luz al final del túnel –dice Alejandro mientras saca las dos primeras mesas a la terracita de su restaurante Bistro-. Porque volver de nuevo al semáforo rojo sería otra catástrofe para una economía que ya no aguanta más esta situación”.
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