Crítica a libro “Tierras Altas de Mato Grosso” de Armando Salgado: en nosotros todo se incendia



“También sueño con las tierras altas de Mato Grosso,
donde en cada centímetro de avena los hijos mordían los pechos de las madres sin ningún señalamiento”, fragmento del libro.
Mixturas, un vaso comunicante entre un pasado perdido, un presente contradictorio y ¿acaso un futuro? Tierras Altas de Mato Grosso como un gesto unificador, un compendio íntimo pero a la vez ecléctico. Así podríamos resumir el poemario de Armando Salgado (Uruapan, Michoacán, 1985), poeta, narrador y profesor mexicano, quien ha publicado libros como La generación de la angustia (Puertabierta Editores/ Secretaría de Cultura de Campeche, 2018), Cofre de pájaro muerto (Ediciones de Punto de Partida, UNAM, 2014), Estancia de ánimas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2013), Azogue Suite (Instituto Cultura de Aguascalientes, 2013), entre otros. Ha obtenido innumerables reconocimientos como el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (2017). 

El libro publicado en Chile por la Editorial Los Perros Románticos en 2019, se asoma desde múltiples aristas. Una tentativa de abordaje:
1
Topografías móviles, utopías, calvarios, tectónicas, abismos, genocidios. Europa, Asia, China, México, Turquía, Egipto, Armenia, Grecia o Constantinopla. Un territorio que son todos los territorios. 
“Él y yo tenemos un acantilado en un mismo catéter. Sabes que ni Beijing, ni la cúpula del Reichstag ni el viaducto de Millau sostendrían la soledad del hombre” (pág. 21).
“En un futuro, cuando yo muera, / Aldous, / deseo que me incineren, / que arrojen mis cenizas / al Mar de Cortés / para descansar entre las ballenas / de Baja California” (pág. 29).
“Viviríamos escuchando el tictac del despertador encima de la mesita, y al ver cómo se despierta lentamente nuestro corazón, podríamos preparar té, justo antes de salir a pegar cientos de dazibaos en todo Pekín, para después ir al barrio de Tangjialing y despertar a los jóvenes y decirles que nosotros estudiamos bajo las sábanas” (pág. 62). 
Lo hallaron en las vías del tren, comenta el médico. / Hay muchos afganos, se queja el oficial del crematorio. / Deberían esparcirlo entre los cerdos, dice alguien. / Sucede en Eslovaquia, San Salvador, / y en las fronteras mexicanas” (pág. 78). 
Poeta mexicano Armando Salgado Fotografía: Gorety Ortiz
2
Matriozkas poéticas, múltiples voces que dialogan en un tiempo que es bilateral y simultáneo. Escritores como Antonio Cisneros, William Carlos William, Aldous Huxley, Joseph Brodsky, Bernard Marx, Enriqueta Ochoa, Gao Xingjian, son convocados en un ir y venir, conformando una gran casa donde la condición humana es interpelada: 
“Dice Bernard Marx que sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones hacen una verdad” (pág. 18). 
“Hay un puente atado a mi sombrero / y al otro lado Huxley me saluda” (pág. 20).
 “Nos atañe lo verde como dijo Brodsky: / El dinero es verde, pero fluye como la sangre. / El dinero es verde, pero no crece. / El dinero es verde, pero te pone triste. / El dinero es verde y yo soy gris” (pág. 93).  
“El tiempo es relámpago y en cada instante —entre partículas de olvido— nos dice al tímpano los nombres de los vivos y de todos los muertos que están detrás de nosotros, cuidando nuestro sueño”, (pág. 23).
3
Una escritura inabarcable en tanto puzzle, estado de fragilidad y no señorío, que permite un develamiento, un ejercicio de memoria crítica, afluente de sospechas personales, tribulaciones, angustia y miedo, pero también de empatía con un otro. El encuentro con un otro. Entonces, lo propio y lo comunitario, un tejido, una imbricación. La tribu que carga consigo. Un susurro amoroso. La esperanza de respirar y todavía seguir respirando.  
“(…) y ver la escritura como un ente con varias cabezas y borrar en cada una la soga que nos persigue. Desde entonces, la escritura me recuerda quién soy” (pág. 22).
“Sólo pensar que hay niebla en nuestros pasos, y que no sabemos por dónde deambular, porque la vida es túnel sin salida atornillado a la cabeza” (pág. 48). 
“Sé que uno cree las cosas porque / fue acondicionado para creerlas. / Aun así es importante creer” (pág. 27).
“Por eso te hablo, para decirte que no dejes de escribir, Refugio, porque así mantienes despierto el fuego de los que ya no estamos” (pág. 102). 
“Lo más importante: nunca permitir que demuelan nuestros latidos para sustituirlos por centros comerciales obesos y con problemas de colesterol” (pág. 63). 
4
Modernidad crítica. Problema inabarcable acerca del desarrollo material y espiritual de la civilización. ¿Hacia dónde? ¿Cómo? ¿Para qué? Entrada a los elementos, tecnologías de reproducción, espejismos, religiones, libertad, pobreza, volver al origen, a la placenta. 
“Hay un cielo mecánico para los pobres donde no se remienda la virtud” (pág. 18). 
“La normalidad es otro campo de exterminio” (pág. 75). 
“Por eso vengo hasta aquí, / para ver al hombre / que se manifiesta como una ausencia /como si no existiera en absoluto” (pág. 26). 
“Quizás si se naciera de otra forma, si otra la placenta/ Otros los ovarios, y no los tubos tan frágiles” (pág. 19). 
5
Este poemario es una ventolera colérica que inicia en México, sin duda. Quizá, como dice Nibaldo Acero respecto a la poética de Roberto Bolaño, México como representación, como símbolo, como sinécdoque de Latinoamérica. Y más. 
Una ventolera que a veces puede transformarse en incendio. 
Armando Salgado. Tierras Altas de Mato Grosso. Editorial Los Perros Románticos, 2019. 107 páginas.  

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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