Un nuevo Juramento a la Bandera para las FF.AA. de la nueva Constitución



“Yo, juro por Dios y por esta Bandera,
servir fielmente a mi Patria,
ya sea en mar o en tierra o en cualquier lugar,
hasta rendir la vida si fuese necesario;
cumplir con mis deberes y obligaciones militares, conforme a las leyes y reglamentos vigentes;
obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de mis superiores y
poner todo empeño en ser un soldado valiente, honrado y amante de mi Patria”.
Ley.10.544, de 1952
Setenta y siete jóvenes soldados chilenos mueren en suelo peruano, ya en las postrimerías de la Guerra del Pacífico en 1882. La literatura y la historia han sido pródigas en regalarnos imágenes donde aparecen atribulados chilenos, rodeados por el odio, superados ampliamente por soldados peruanos y una enorme y belicosa “indiada”. Pese a tener todo en contra, los chilenos no se rindieron.
La institucionalidad tomó ese acto como un hito importante para la formación de las FF.AA. y de la propia identidad nacional. Años tras año se realiza en todos los cuarteles, entre el 9 y 10 de julio, el acto solemne de jurar a la bandera, el cual no solo es realizado por personal castrense, sino también pueden hacerlo civiles.
Hacia 1952, con Gabriel González Videla, adquiere este juramento la fórmula que hasta el día de hoy conserva. Su texto fue fijado por la Ley 10.544.  Sin embargo, no fue esta su primera versión. Ya en 1943, el contenido del juramento de las FF.AA. establecía de parte del conscripto o soldado, “orgulloso de ser chileno, prometo por mi honor, acatar la Constitución, las leyes y las autoridades de la República; juro además amar y defender con mi vida la Bandera, símbolo de esta tierra nuestra y expresión de libertad, justicia y democracia”.
Nótese que en la fórmula del 43, no aparece la idea de jurar por Dios, sino que se apela al honor de la persona. Destaca por supuesto los principios de obediencia a la voluntad popular expresada en respeto a las leyes y autoridades. De igual manera resulta interesante la ligazón que se muestra entre tierra como espacio donde de refleja o ejerce la libertad y la democracia. No hay nada de la obediencia a los mandos que sí figura en la fórmula del 52 y sobre la que bien conocemos hoy su dramática puesta en práctica.
En medio de un proceso de reflexión y debate público sobre la nueva Constitución Política y repensando las “reglas políticas y sociales”, cabe también que comencemos a revisar las bases históricas e ideológicas que han conformado a nuestras Fuerzas Armadas y de Orden (particularmente, Carabineros).
Este proceso de deliberación respecto al rol y definiciones de las FF.AA., debiese de estar en medio de la elaboración de un nuevo pacto social e institucional.
De seguro no faltarán voces que, del mismo modo en que se plantea como un sacrilegio la revisión de las AFP y de otros pilares del modelo, pretenderán que temas relativos a las FF.AA. no sean tocados por los aires de la revisión ciudadana.
Y, como nos lo ha enseñado Andrés Bello, todas las verdades se tocan. Por ello, a manera de invitación para repensar la función de defensa nacional, creo importante que se puede ir definiendo si consideramos necesario o no tener Fuerzas Armadas; si estas deben ser totalmente profesionales; si deben o no tener un carácter ofensivo (como las actuales) o defensivas en su concepción y sistema de armamento; si su personal debe tener un sistema previsional distinto al del resto de los chilenos; podríamos discutir cuánto dinero público se entregará para las compras de armas, qué armas comprar, quién las compra y quiénes debieran autorizar las compras.
Podríamos reflexionar si las nuevas FF.AA. debiesen tener nuevos cuerpos doctrinarios en los que se valore más la democracia, el respeto a los Derechos Humanos, se reconozcan los errores y horrores producidos, vale decir, se conserve y transmita su memoria íntegra, donde ejemplos de represión a trabajadores y campesinos, la ocupación del territorio mapuche y la sistemática violación de DDHH entre 1973 a 1990 estén presentes en sus aulas.
A manera de estimular esta reflexión, me permito iniciar desde ya este aggiornamento, proponiendo una revisión crítica del Juramento a la Bandera.
El nuevo juramento a la bandera para las FF.AA. de la nueva Constitución debería centrarse en los valores de la ciudadanía y la democracia.
Repondría el término “tierra” que ya figuraba en 1943, como símbolo de la nueva noción de cuidado y compromiso con nuestro hogar: el territorio con sus ríos, sus bosques, su mar. Ello en vez de la noción de patria.
La nueva fórmula debería indicar que se da la palabra de hombre o de mujer o de persona, en vez de apelar a la idea de “jurar por Dios” o “por la Bandera”.  Esto como reconocimiento del valor intrínseco que toda persona en cuanto tal posee, y que somos capaces de comprometernos sin apelar a noción externa.
Introduciría la noción de defensa y respeto a la democracia y a la ciudadanía como principios elementales y supremos a ser protegidos.
Además, las nociones de obediencia a la superioridad deberían de quedar condicionadas a si dichas órdenes se corresponden al espíritu de justicia y equidad, acabando con la mentada obediencia (cuasi)ciega de la que hoy se hace gala.
Agregaría, en el nuevo juramento o promesa, que el soldado pondría todo su empeño en “ser honrado, respetuoso de las leyes y un fiel defensor de todos sus compatriotas”.
Sin duda que este borrador de juramento a la bandera 2.0, puede ser reformulado y modificado, lo interesante del ejercicio es que se invita a imaginarnos unas nuevas Fuerzas Armadas, democráticas en su composición interna, origen social y cuerpos doctrinarios, de un claro respeto a las leyes y sujeción al poder civil.
 



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