¿Es momento para que vuelva al fútbol?



Las advertencias planteadas desde que el coronavirus (COVID-19) empezó a circular cada vez más en nuestro país eran claras: la vuelta del fútbol iba a estar atada a la evolución de la curva de contagios. ¿Qué terminó pasando? Todo lo contrario. El alivio de los casos no llegó, pero se prendió la luz verde para volver a entrenar. O sea, la flexibilización aparece cuando el panorama se ve más oscuro. Y las contradicciones quedaron a la vista.¿Por qué los equipos ahora pueden entrenarse y hace semanas no? Cuando la pandemia asomaba en el horizonte, se decidió suspender la competencia. El anunció fue el martes 17 de marzo, cuando en total había 2 fallecidos y 79 casos. Ahora, las cifras se dispararon, con 4.556 víctimas fatales y 241.811 infectados.

¿La pelota se paró muy temprano? River no se presentó a jugar la primera fecha de la Copa Superliga ante Atlético Tucumán porque el partido implicaba “severos riesgos” para la salud de los jugadores y todos los involucrados. El encuentro debió haberse disputado el sábado 14 de marzo, con un puñado menor de casos (45) que los registrados días después, cuando se paró la actividad. Tres meses más tarde, con el fútbol gobernado por la incertidumbre y la pandemia en pleno avance, Marcelo Gallardo planteó como algo insólito “que permitan el trabajo en una industria con 500 empleados y no que vuelvan a entrenarse los planteles con grupos de a cinco”. La explosión del entrenador millonario desprende un interrogante… cuando la situación sanitaria estaba mucho más controlada, ¿no debería haber continuado el fútbol con los protocolos que tanto se reclamaron en las últimas semanas?”Gallardo me dijo que yo era contradictorio, pero si mal no recuerdo fue River el que no quiso presentarse a jugar cuando pensábamos que el campeonato iba a seguir dos o tres fechas más”, le respondió el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, al técnico.¿Llegamos a la Fase 4 que Claudio Tapia puso como condición para que vuelvan los entrenamientos? No. Sin ir más lejos, hace diez días, el presidente Alberto Fernández dijo: “Hay que ser muy cuidadosos. La mayor preocupación que tienen esos jugadores es ir a jugar al fútbol, entrenarse, contagiarse y llevar el virus a sus casas”. ¿Y entonces?

Párrafo aparte para el conflicto que se desató tras la confirmación del retorno a las prácticas por el tipo de testeos que debían realizarse los jugadores. La AFA le facilitó a los planteles test rápidos, que no se consideran tan efectivos y tienen un margen de error de alrededor del 30%, mientras que los médicos exigieron pruebas de PCR (Reacción en Cadena de Polimerasa), que son los recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y tienen un 90% de efectividad.¿Volvemos o no volvemos? El catálogo de opiniones fue diverso. Aunque la mayoría de los dirigentes, entrenadores y jugadores celebraron al ver los pulgares arriba como señal de poder regresar a entrenar en la cancha, no hay que revisar los archivos de hace muchos meses atrás para recordar que había quienes no estaban de acuerdo. “Este no es el momento para que vuelva el fútbol, porque hay gente que se está muriendo”, opinó Carlos Tevez a fines de julio, mientras que Pedro Cahn, uno de los infectólogos que asesora al presidente, planteó -en diálogo con TyC Sports- como algo “utópico pensar en viajes internacionales para jugar en otros países”. ¿Qué cambió?

Conmebol, que puso a disposición de los equipos adelantar el pago de 1.800.000 dólares correspondientes a la primera fase de la Copa Libertadores, modificó las fichas del tablero cuando fijó los calendarios de los certámenes continentales. Encadenado a esa presión, aparece la crisis económica de los clubes, los derechos de televisión, los cinco meses de encierro. Todos son motivos entendibles. Incluso, era inaudito que se pueda correr libremente por los parques de la Ciudad y que un grupo reducido de jugadores profesionales no puedan entrenarse bajo un protocolo.Lo cierto, en definitiva, es que ese cocktail de razones terminaron pesando más que la salud. Y acá está el gran punto de la cuestión: al fútbol argentino parece difícil ganarle en el juego de las contradicciones.



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