Adam Sandler cumple años y elegimos 5 películas para redescubrirlo



El neoyorquino inició su carrera en la actuación como tantos otros comediantes de varias generaciones, en las filas del legendario programa Saturday Night Live. Pero su primer encuentro con las tablas fue mucho antes, a los 12 años en un club de comedia. Su pasión por la actuación lo llevó a estudiar Bellas Artes y se graduó en la Universidad de New York, debutando inmediatamente en El Show de Bill Cosby y en su primera película como protagonista Going Overboard (1989), interpretando precisamente a un joven comediante con grandes aspiraciones.Sus cinco años en el escenario de SNL y en varias películas cómicas como Cabezas Huecas (1994), Billy Madison (1995) y Happy Gilmore (1996) lo encasillaron en el rol de protagonista torpe y bastante adorable en producciones de dudosa calidad para el público masivo. Hasta que a principios del milenio, el director Paul Thomas Anderson lo fichó para su cuarta película y Adam Sandler sorprendió a todos con un registro dramático que no le habíamos visto explorar hasta el momento:

Embriagado de Amor (Punch-Drunk Love, P.T. Anderson, 2002)
Sandler interpreta al protagonista Barry Egan, un comerciante soltero que tiene una relación problemática con sus siete hermanas mujeres, causante de sus frecuentes ataques de ira y ansiedad social. Barry intenta afrontar sus problemas psicológicos, mientras se involucra en una relación amorosa con una mujer británica (Emily Watson) y al mismo tiempo es extorsionado a través de una línea telefónica sexual por un vendedor de colchones (Philip Seymour Hoffman) y sus matones. Entre millas de viajero, pudín y la facilidad de Sandler para la comedia física en medio del drama, la vida de este hombre solitario se va transformando, dejando en evidencia el talento del actor. Esta película le valió su primera (y hasta ahora, única) nominación a los Globos de Oro, además de presentarse en el Festival de Cannes y recibir el elogio de la crítica. Sandler volvió a interpretar a su personaje al año siguiente para otros tres cortos del director.

La esperanza vive en mí (Reign Over Me, Mike Binder, 2007)
Después de algunos años de vuelta en el género de las comedias ligeras, como Golpe Bajo – El Juego Final (The Longest Yard, 2005) y comedias dramáticas como Espanglish (Spanglish, 2004), la romántica Como si fuera la primera vez (50 First dates, 2004) o la inclasificable Click – perdiendo el control (Click, 2006), Adam Sandler volvió a sumergirse por completo en el drama como Charlie Fineman, un hombre que perdió a toda su familia en los ataques a las Torres Gemelas. Cinco años después de la tragedia se reencuentra con su ex compañero de universidad Alan (Don Cheadle), a quien apenas recuerda. A pesar de que las vidas de ambos discurrieron por caminos muy opuestos, Charlie reconecta con su viejo amigo Alan y su renovada relación lleva a ambos hombres a encontrar las respuestas que necesitaban. Esta emotiva historia, musicalizada por The Who, completa su elenco con Jada Pinkett Smith, Liv Tyler y Donald Sutherland.

Siempre hay tiempo para reír (Funny People, Judd Apatow, 2009)
A pesar de que en nuestro país esta película salió directo a DVD, tuvo su estreno comercial en salas de distintas partes del mundo y cosechó buenas críticas. Sandler interpreta -una vez más- a un comediante, pero en este caso su personaje George Simmons es un exitoso y consagrado artista de stand up. Las cosas se ponen mortalmente serias para este arquetipo del “tipo gracioso” cuando a George le diagnostican una enfermedad terminal. Pero este no es un melodrama cargado de golpes bajos, sino una ópera agridulce de la pluma de Judd Appatow, con todo el séquito que usualmente lo acompaña en sus películas: Seth Rogen, Jonah Hill y Leslie Mann, entre otros. George acoge bajo su ala al personaje de Seth Rogen, un joven aspirante a comediante que es una extraña mezcla entre fan, aprendiz, amigo y asistente personal. Esta es una comedia dramática sobre un grupo de gente rota y lo que puede pasar frente a una segunda oportunidad para hacer las cosas bien.

Los Meyerowitz: la familia no se elige (The Meyerowitz Stories (New and Selected), Noah Baumbach, 2017)
Esta fue la segunda película de Netflix que compitió en el Festival de Cine de Cannes, desatando gran controversia entre el jurado por tratarse de un estreno exclusivo para una plataforma de streaming. A pesar de la polémica, recibió gran reconocimiento, especialmente por la actuación de Adam Sandler. En esta ópera familiar, el actor estuvo a la altura de pesos pesados del cine como Dustin Hoffman, quien interpreta a su demandante padre, y Emma Thompson, su excéntrica madrastra. Por su parte, Ben Stiller interpreta al otro hijo de los Meyerowitz, y ambos comediantes contrastarn su talento para el drama, como dos hermanos enfrentados por el tiempo y el resentimiento. La sobria interpretación de Sandler encajó a la perfección con las situaciones cotidianas y los diálogos naturalistas de Baumbach, heredero del mumblecore, ese subgénero del cine indie que llevó al público masivo, ayudado por la popularidad del elenco.

Diamantes en bruto (Uncut Gems, Josh y Benny Safdie, 2019)
Adam Sandler se convirtió en una de las estrellas recurrentes de las películas originales de Netflix, generalmente comedias del montón sin muchas más pretensiones que las de entretener a su gran audiencia. Pero de vez en cuando, el gigante de streaming adquiere los derechos de alguna joyita del séptimo arte, y ese es el caso de esta película del estudio A24. Los hermanos Safdie eligieron a Sandler para encarnar a un comerciante neurótico y ludópata del submundo del mercado de las joyas en New York, una ciudad muy distinta a la glamourosa metrópolis que conocemos. En esta película ambientada a principios de la década pasada, el comediante está muy alejado de su registro habitual como Howard Ratner, un tipo agobiado por su propia ambición en una frenética carrera por ganar dinero, que va subiendo la apuesta sin dar respiro. La fuerza de esta interpretación le alcanzó para terminar de despegarse de su imagen de comediante y consagrarse como actor dramático.
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