La peste del pesimismo – El Mostrador



En una hora triste, el pesimismo cubrió a Chile entero como un manto negro y espeso. El carbón molido salió a bocanadas desde el fondo de las minas y en un coro de tronaduras, explotaron de norte a sur todos los volcanes de nuestra cordillera. Le siguieron temporales de vientos que esparcieron por cielo y tierra chilena toda esa arena y negrura de pura lava y carbón. La oscuridad del pesimismo nos dejó inmóviles y con miedo, sin poder ver el horizonte, el sol ni las estrellas.
Días después asistí al funeral de la esperanza de Chile. Los guardianes del pesimismo la habían atrapado y asfixiado al amanecer. Se aseguraron que ya no respirara ni que su corazón latiera. Más tarde, la quemaron y tiraron sus cenizas al mar, para que nunca más en Chile se la pudiera ver ni pronunciar.
Escribo esa metáfora exagerada, para ilustrar la mirada, el mensaje subyacente y el efecto dañino que producen los pesimistas y escépticos de un futuro mejor para Chile. Son algunos intelectuales, políticos, tecnócratas, columnistas, empresarios, profesionales y otros, que lo gritan a viva voz y a los cuatro vientos. Se convencen entre sí que nos dirigimos al desfiladero y van esparciendo la desesperanza como la peste.
Han sido eficientes en su empeño. En julio de este año, IPSOS Public Affairs hizo una encuesta en 27 países relativa a las principales preocupaciones de las personas. La pregunta principal era si el país va por el camino correcto o por el equivocado. En el caso de Chile, el 84% piensa que las cosas en el país van por mal camino y solo un 16% cree que lo hacemos en la dirección correcta. El promedio del pesimismo de todos los países encuestados fue de 61 %. O sea, en Chile les ganamos con un 23 % de pesimismo adicional, un nuevo récord para nuestra colección.
¡Desolador!
En ese estudio, Chile resultó ser el país más pesimista “del mundo”, más que Argentina, Brasil, México, Estados Unidos, Hungría, Sudáfrica, Perú, Turquía, India, España, Polonia, Gran Bretaña, Italia, Rusia, entre otros veintiséis países.
Las principales preocupaciones en Chile fueron el COVID-19, con 61%, la pobreza y desigualdad con 56% y, el desempleo, con 52%. Bastante más abajo, el crimen y la violencia con 33%.
En cuanto a las preocupaciones del mundo, en promedio, el COVID-19 también lideró con 43%, luego el desempleo con 40% y la pobreza y desigualdad con 32%.
Vea que las principales preocupaciones en todas partes son las mismas: COVID, desempleo; pobreza y desigualdad; crimen y violencia y corrupción. La diferencia es que en Chile estamos más pesimistas que los demás en la mayoría de esos rubros.
Es raro que el pesimismo por el COVID en Chile sea mayor que en EEUU, Brasil o Gran Bretaña, que tienen records de contagios y fallecimientos.
También es extraño que seamos más pesimistas en materia económica, si varias proyecciones internacionales indican que Chile será el primero en despegar en América Latina. La crisis económica llegó afortunadamente en un momento en que Chile estaba bien parado, con ahorros en fondos soberanos, poca deuda fiscal, buena clasificación internacional, un sistema financiero sano, e indicadores macroeconómicos razonables.
Entonces, algunos pesimistas me dirán que en realidad lo que diferencia a Chile es que nos cruzan varias crisis simultáneamente: la crisis social y la política que venían de antes, y la crisis sanitaria y la económica que surgieron este año.
Sin embargo, Chile parece mirarse el ombligo una vez más, porque son muchos, sino todos los países del mundo los que están experimentando varias crisis simultáneamente y, en general, son las mismas.
El COVID-19 con sus vaivenes e incertidumbres afecta a casi todo el mundo. La crisis económica y el alto desempleo también. Los estallidos sociales, con distintas intensidades y causas inmediatas, sólo el año pasado ocurrieron en muchísimos países, como Francia, Reino Unido, Cataluña, Colombia, Ecuador, Bolivia, Haití, Irán, Irak, Líbano, Argelia, Pakistán. Hoy lo vemos en EE.UU con la crisis racial, enorme violencia y una fractura política que divide a ese país.
El reclamo por la pobreza y la desigualdad social también pegan fuerte como una preocupación principal en muchos países, incluyendo algunos tan desarrollados como Alemania, con un 40 %; Francia, con un 34 % o Bélgica, con un 32 %
Entonces, quizás la verdadera causa del enorme pesimismo en Chile sean sus agoreros. Nos infunden diariamente más desesperanza, miedo e incertidumbre. Mucha más que lo que estas crisis son capaces de producir objetivamente por sí mismas.
Chile no se puede construir desde el miedo, el escepticismo o el pesimismo. Lo construiremos todos, siendo realistas respecto de los problemas que tenemos, sin darles la espalda sino enfrentándolos, pero aprovechando las oportunidades que estas crisis nos ofrecen como país. Hay que hacerlo mirando más alto, haciendo propuestas y creando esperanzas para transformar la compleja realidad y hacerla mucho mejor que lo que es hoy y fue antes de las crisis.
Winston Churchill decía que “un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, y un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”. Noam Chomsky dice que “podemos ser pesimistas, abandonar y contribuir a que ocurra lo peor sin vuelta atrás”.
No nos dejemos vencer por la calamidad y el pesimismo. Dejemos de mirar por el retrovisor, buscando dónde o cuando se jodió Chile, escarbando en la herida como buitres comiendo la carroña. Miremos mejor hacia adelante y con altura; ocupemos la crisis para construir oportunidades, futuro y esperanzas para el país y los chilenos.



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