Centroamérica “nos da sorpresas” – El Mostrador



Cuando en 1931 Gabriel Mistral llegó a tierra centroamericana, más que con los volcanes que nos describió de manera poética, más que con el verde intenso de sus praderas, se impresionó con su gente, con la cultura, con sus poetas. Por ello en el prólogo de Cuentos de Barro, publicado en Chile por la editorial Nascimento (1943), nos habla de la “sorpresa” que le provocó Salarrué, el escritor salvadoreño cuya obra describe como “rosa sobria, que nos reconviene por sí misma de aquella gran tontería que adjudica al trópico el reguero verbal y el barroquismo en trance delirante”.
Desde aquello ha pasado casi un siglo, pero Centroamérica siempre nos sorprende. Hoy saludamos la próxima inauguración de la Cátedra Centroamérica de la Universidad de Chile, iniciativa que abre una ventana de oportunidades para comprender e interpretar las encrucijadas del desarrollo histórico, político, socioeconómico y cultural de la subregión latinoamericana. La Cátedra es producto del esfuerzo conjunto del Instituto de Estudios Internacionales y de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
¿Pero por qué Centroamérica?
Porque se trata de una subregión en la que se vivió un capítulo importante de la Guerra Fría, que posteriormente desarrolló una rica dinámica de diálogo político que fue la base para la posterior conformación de los Acuerdos de Contadora, precursores del Grupo de Río.
Se trata de países que consolidaron procesos de paz entre los 80 y 90 con creatividad y resiliencia, y que han librado más batallas por su independencia que ninguna otra frontera americana. Sin duda, una región protagonista de hitos políticos que dejan lecciones para aprender.
A diferencia de nuestros países sudamericanos, Centroamérica ha tenido un sinfín de hitos independentistas de compleja recurrencia secular. No fue solo la independencia del poder real, fueron las pugnas ístmicas que definieron su territorio, las guerras civiles, el narcotráfico y una tensión cíclica con Estados Unidos, que siempre ha visto en esta zona geográfica externalidades geopolíticas que transitan de lo militar a lo comercial.
¿Ha sido esto relevante para Chile?
Por años Chile ha colaborado en la formación de capital humano en Centroamérica, a través de programas de becas para funcionarios públicos e instrumentos de cooperación en áreas de la seguridad y prevención.
También hay inversión privada chilena, especialmente en Panamá, aprovechando su condición de hub bioceánico y regímenes especiales para el desarrollo de negocios.
Sin embargo, creemos que nuestra mirada puede aprovechar de mejor forma la potencialidad de construir complicidades de mayor densidad en esta parte del continente en donde hemos construido vínculos estrechos.
Y es que, sin lugar a dudas, se trata de una subregión que representa mucho más que sus 60 millones de habitantes y que bisecta el continente latinoamericano. La grandeza y el espíritu centroamericano de hoy están marcados por sus aprendizajes del pasado y una vida institucional de maduración forzada que logró sellar acuerdos de paz y superar invasiones.
Pero no son solo los intereses, también es la identidad la que está en juego.
El Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y el Sistema de Integración Económica Centroamericana (SIECA) constituyen experiencias de integración en ascenso, que fortalecen la concertación regional y el multilateralismo, al jugar un rol cada vez más preponderante en instancias y organismos internacionales, Centroamérica deviene un actor de “poder blando” que permite dirimir mayorías marcando un tono de diferencia con la “adhesión laudatoria” a las superpotencias.
En tiempos de alta fragmentación en Latinoamérica, Chile debiera mirar con más detención este fenómeno.
La complejidad latinoamericana en la agenda post COVID, advierte sobre la necesidad de defender de mejor forma los bienes públicos regionales y alinear prioridades sociales y económicas. Estas prioridades serán decisivas en la reactivación y Centroamérica puede jugar un rol si se apuesta a fortalecer las dinámicas de integración regional, favoreciendo una agenda equidistante frente al juego de las grandes potencias.
Nos vendría bien entonces fortalecer nuestra narrativa estratégica con cierto valor global hacia esta zona del continente. Plantearnos juntos frente al mundo. Lograr articular liderazgos colectivos más allá de sus tamaños, ubicación geográfica y riqueza es el destino natural de países como Chile, que puede ser el mejor socio de Centroamérica en la Región.
Razones sobran y está Cátedra nos puede dar sorpresas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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