Desde un puente frente a La Raza, familiares saludan a sus enfermos de COVID



Son las 12:54 del viernes 18 de septiembre. Angélica Ángeles sube hasta la mitad de las escaleras del puente peatonal, que está en el Circuito Interior justo frente al hospital La Raza del IMSS, en la Ciudad de México. Ahí se para y grita: “Ricar”. Agita la mano en señal de saludo. Desde adentro otra mano le contesta.
Angelica grita todo a pulmón: “Aquí estamos. Te estamos esperando. Échale ganas”.
El que está adentro en una cama, con una mascarilla con oxígeno, es su cuñado. Tiene COVID y el informe médico de este viernes lo reporta como grave.
Lee: Primera Línea: Médicos y enfermeras frente al COVID 
“No está intubado. Solo tiene mascarilla. Se puso mal hace unos días. Tardamos un poco en venir al hospital porque él no quería internarse. Tenía miedo. Ahora nos dicen que está delicado. No tiene ni diabetes ni hipertensión, nada de eso. Pero esta enfermedad es peligrosa. Mientras no lo intuben hay más esperanza”, dice Angélica.
Como ella, varias familias aprovechan que sus familiares quedaron en cubículos frente a las ventanas y suben al puente peatonal para saludarlos. Es la única alternativa para ver a sus enfermos en esta epidemia sin visitas a los hospitales. Los barandales de la estructura sirven también para colgar cartulinas con mensajes de aliento.
Foto: Andrea Vega
Para los pacientes, una de las partes más críticas de estar en el hospital, y por lo que muchos se resisten a acudir, es estar días, o quizá semanas, sin ver a su familia.
Los familiares saludando desde las escaleras del puente, y esos mensajes, son entonces un bálsamo para los enfermos.
El cuñado de Angélica, Ricardo Ángeles, de 42 años, trabaja como mesero en un restaurante de comida mexicana en la colonia Guerrero, delegación Cuauhtémoc. Es posible que en la faena diaria de su trabajo o en el transporte público se haya contagiado.
Hasta el jueves 17 de septiembre se registraban 684 mil 113 casos confirmados de COVID-19 en el país y 72 mil 179 defunciones. La entidad con más contagios es justo la Ciudad de México, con 114 mil 736 casos positivos y 9 mil 121 defunciones.
Te puede interesar: El impacto de la pandemia: 130 mil muertos en cuatro meses, solo 51 mil reconocidos por COVID
Como millones de personas en México, Ricardo no tuvo la opción de resguardarse en casa. “La situación económica de todos nosotros es muy difícil. Es trabajar para comer o no tener dinero ni para eso”, dice Angélica.
Ricardo tiene cuatro hijos, de 15, 13, 12 y 4 años. Su esposa también está contagiada de COVID. Pero no ha tenido un cuadro grave. Está en casa, en cuarentena.
Los niños están resguardados en el domicilio de otra hermana. Entre toda la familia se cooperan para solventar sus gastos, mientras sus padres se recuperan.
“Nos estamos apoyando todos con los gastos de los niños. En una situación como esta es cuando más unión debemos tener”, asegura Angélica.
La unión se nota hasta aquí en el puente frente a La Raza. A Angélica se une otra mujer que se había quedado abajo, en una de las puertas del hospital, esperando los informes médicos del paciente. Es Olga Ángeles, la hermana de Ricardo.
Las dos mujeres cuentan entre risas que comparten el mismo apellido pero no tienen lazos de sangre. “Fue casualidad, así las coincidencias de la vida”, dice Olga.
Desde hace una semana, todos los días las dos hacen el recorrido de una hora y media en transporte público, desde Ecatepec donde viven, hasta el hospital para saber cómo está su familiar y saludarlo a través de la ventana.
Llegan a las 11:30 u 11:45. El lapso en que se dan informes de los pacientes es entre las 12 y las 2 de tarde. Hay que esperar hasta que gritan el nombre del familiar. Olga ya escuchó los informes y puede ahora saludar a su hermano.
Angélica le marca por teléfono a los hijos de Ricardo. Les dice que está ahí en el puente para ver a su papá, y grita los recados de los niños para que el padre pueda escucharlos.
Desde el puente es difícil creer que Ricardo la escucha. Pero parece que sí.
“Ricar”, grita Angélica. Y él voltea y agita la mano. “Échale ganas”, le grita. Y él asiente con la cabeza.
“Mira cómo sí me escucha. Dice que sí, mira, dice que sí”, dice Angélica emocionada.
Andrea Vega
Hay noches, cuentan las dos mujeres, que una enfermera le presta su teléfono a Ricardo para que hable unos minutos con su esposa. Así fue como le mandó el recado a su cuñada y a su hermana de que si se subían a mitad del puente podían verlo.
“Vio a otros familiares que se suben para ver a sus enfermos y le dijo a mi cuñada que lo buscáramos a mitad de la escalera en las ventanas. Así fue que lo encontramos”, dice Olga.
“Él nos manda decir en esas llamadas que va a salir de esta, que no nos preocupemos. Pero sí nos preocupamos. Sabemos que esta enfermedad es peligrosa. Pero, mira, desde aquí le gritamos y él nos responde, y sentimos que sí va a estar mejor”, dice Angélica.
“Al menos desde aquí lo vemos y nos ve -dice Olga–, hemos visto otros familiares que se suben buscando a sus pacientes y no los encuentran. Es una suerte que él esté frente a la ventana. Es un alivio para él, es un alivio para nosotras vernos, aunque sea así”.
Lo que hacemos en Animal Político requiere de periodistas profesionales, trabajo en equipo, mantener diálogo con los lectores y algo muy importante: independencia. Tú puedes ayudarnos a seguir. Sé parte del equipo.
Suscríbete a Animal Político, recibe beneficios y apoya el periodismo libre.#YoSoyAnimal



Source link

Related Posts

Add Comment