Emprendedora crea y viste peluches con ropa de personas que ya partieron: el negocio es un éxito


Manuela perdió a su amo hace casi dos años. Eduardo vivía en una silla de ruedas y su perra acostumbraba a subirse a su falda y lamerle los muñones de ambas piernas, que había perdido producto de una diabetes. Esa fue la rutina hasta el día de su muerte, una muerte abrupta tras complicaciones en un procedimiento médico. Tras 18 meses sin ver a su amo, Manuela se acercó ansiosa este invierno al peluche de un perro negro (como ella) vestido con una chaqueta verde que llevó a su casa el olor que parecía extrañar. El peluche estaba hecho de la ropa de Eduardo.
“En realidad fue un regalo que llegó por encomienda a Molina, donde vivimos. Conocía el trabajo de Cintyia (quien confecciona estos peluches) y presté ropa de mi papá para recordarlo. La reacción de la Manuela fue inmediata, ella era muy cercana a mi papá, estaba generalmente amarrada a la silla y lo acompañaba a todos lados. Cuando vio el peluche le hizo lo mismo que hacía con mi papá, lamerle sus piernas”, cuenta Alfonsina Toloza.
Cree que como la ropa no fue lavada ni pasada por ningún químico, mantuvo el olor de su papá, lo que permitió que Manuela lo reconociera al instante.
La historia es una de las tantas que tiene para contar Cinthya Yáñez, la cara tras Eñe-Eñe Diseños (@e_edesignn en Instagram). Desde que se instaló la pandemia en Chile le tocó hacer un peluche con ropa de rockero de un auxiliar de enfermería de Rancagua que murió de coronavirus. También hizo uno con el traje de novio de un recordado capítulo de “Contra Viento y Marea”, donde el hombre murió poco después de contraer matrimonio.
“Me gustaban las manualidades, pero la verdad es que este negocio partió de las ideas de los mismos clientes”, cuenta Cinthya desde su casa en La Granja.
Todo partió al poco tiempo que nació su primer hijo, hoy de seis años. “La ropa queda casi nueva y tomé algunas de sus prendas y las transformé en peluches, primero en elefantes y luego en otros animales. Con el tiempo la gente me fue pidiendo que hiciera lo mismo con la ropa de sus hijos y eso derivó en ropas de personas que habían fallecido”, cuenta.
Actualmente los pedidos son tantos que no da abasto, cuenta que la mayoría de las veces trabaja de noche y pasa de largo. Su mamá, con quien vive junto a sus dos hijos y su papá, es costurera y se ha sumado al negocio. De hecho hace poco contrató a su tía, a quién le está enseñando el oficio. “Me importa que se haga con el mismo cariño que lo hago yo, que quede un trabajo de calidad”, comenta.
Para poder responder a las solicitudes que le llegan ahora tiene a una persona que le ayuda con el manejo de las redes sociales y los requerimientos. “Al principio lo hacía todo sola, sacaba las fotos, hablaba con las clientas, me promocionaba en internet, todo”, cuenta.
El minuto de fama
El trabajo manual de Rojas empezó confeccionando recuerdos de baby shower o decoraciones infantiles. En ese momento tenía un fanpage de Facebook y estaba recién dándose a conocer en las redes sociales. Hoy, sólo en Instagram, tiene más de 85 mil seguidores.
Uno de los momentos en que explotó el negocio fue en 2019, cuando realizó un osito con la ropa de un familiar de una joven que perdió el peluche en el metro. “La niña lo puso en Twitter y se hizo viral. A mí me quedaba un poco de tela así que se lo hice de nuevo. Después de eso vino la TV a mi casa, me estaban ofreciendo ayuda incluso para profesionalizar el emprendimiento, pero llegó el 18 de octubre y todo se esfumó”, lamenta Cinthya.
Durante la pandemia dice que el trabajo ha crecido mucho. Su papá, que trabaja en la construcción, ha visto mermado significativamente sus ingresos, por lo que ahora ella es el principal ingreso de la familia.
El hijo mayor de Cinthya tiene un Trastorno del Espectro Autista y está casi todo el día con ella, sobre todo ahora que no puede llevarlo al colegio ni a sus terapias. Cuenta que él dice que cuando sea grande quiere hacer los mismos peluches, de hecho en oportunidades le ayuda con los rellenos de espuma.
“La verdad es que ha sido impresionante cómo hemos crecido. Me han mandado ropa de Inglaterra, de Perú, de niñas colombianas que viven acá, pero que les mandan las prendas desde su país. Los precios van desde los 8 mil pesos y pueden llegar a los 40 mil, todo depende del porte y de cuántos detalles quieran hacerles. Ahora estoy haciendo bordados con nombres o frases, lo que el cliente quiera”, relata.
Cuenta que su sueño es poder profesionalizar su trabajo y tener algún taller. Dice que ha postulado a fondos, “pero nunca me ha ido bien. Quizás no sé postular bien. Una vez que fui a Fosis, estaban enamoradas del trabajo, pero como aún era carga de mis papás, no lo pude hace. Lo que sí me regalaron una bordadora hace poco tiempo en uno de los cursos que postulé y me ha ayudado a darle un valor agregado a los productos que entrego. Mis clientes saben que son de calidad los peluches que entrego, pero también me alegan que me demoro en responder a sus mensajes, es que de verdad son muchos, tengo lista de espera”.



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