La franja como paradigma de la carencia



Ad portas del plebiscito que podría derivar en la primera Constitución verdaderamente democrática de Chile, frustra, molesta, decepciona y confunde la carencial puesta en escena de una franja que en estos días ocupa los mismos televisores que hace ya casi un año conquistaba una Plaza Italia repleta de extremo a extremo. Una franja completamente alejada de una construcción seria de diálogo cívico, pintada por un barniz repleto de falacias y apologías que abusan de todos y cada uno de los estereotipos construidos durante los últimos 40 años en Chile.
Una franja del Rechazo que destaca que no le hablará un político, sino una persona, y acto seguido aparece alguien que nos indica que es nada más y nada menos que un trabajador social aparentemente pobre (o al menos, dice serlo) de la comuna de La Pintana, pronunciando mal el nombre del barrio que dice conocer como “su realidad”, donde se supone que habita, y enfatizando 4 veces en menos de un minuto y medio que vive en La Pintana mientras camina en medio de escombros y terrenos baldíos, abusando, por supuesto, del clásico mensaje lanzado a personas con bajos recursos económicos, a quienes se les ha hecho creer, elección tras elección, que sus destinos “no se juegan en lo político por la exclusiva razón de que son pobres”.
¿Realmente todavía se cree que a las personas con bajos recursos económicos no les importa la política solamente por esa situación? En esto no hay, por supuesto, ninguna justificación.
La imagen de La Pintana –que no ha sido elegida en esta franja por casualidad– como estereotipo de comuna marginal es un pésimo intento de abusar de la inteligencia de sus habitantes, en el diseño de un estereotipo que sorprende encontrar en una cadena nacional en pleno año 2020, finiquitando los últimos segundos del mensaje señalando que este es un “proceso lleno de mentiras” –sin decir cuáles–, luego de haber expresado una oración intentando contener en el personaje que nos habla absolutamente todos los estereotipos que los creadores de la franja ilusamente creen reales, es decir, que un pobre debería ser “trabajador social”, que no debería ser “ni de izquierda ni de derecha”, que de seguro es “cristiano”, y por si se les escapa alguna etiqueta: que no es “ningún privilegiado”.
Mismo caso con el cortometraje que nos muestra una olla común aparentemente creada por la misma mujer que nos va relatando que “no necesitamos una nueva Constitución para cuidar a la gente”, como si la necesidad de montar ollas comunes no fuera el claro reflejo de lo que ya advertía la OCDE en uno de sus últimos informes, a saber, que en Chile, el 20% de la población más privilegiada en 2017 ganaba 10,31 veces más que el 20% menos favorecido, posicionándonos como uno de los tres países latinoamericanos más desiguales en cuanto a ingresos.
Tocaría, entonces, preguntarnos cuántas ollas comunes planean montar los creadores de esta franja para acabar con la desigualdad salarial en Chile. Aparentemente, no está de sobra decir que esa pregunta nos llevaría al absurdo, por cuanto comer no es la única necesidad que tiene una familia y, por ende, suplir su alimentación con ollas comunes no va a hacer que cuidemos a una familia o, lo que es más importante, que esa familia tenga acceso a la vivienda, a servicios básicos (como el agua), salud, educación, empleo y otros.
El remate de esa emisión del Rechazo del día 25 de septiembre, lo ejecuta un evangélico que indica a Satanás como el gestor del proceso constituyente en Chile, sin darnos ni siquiera un intento de argumentación bíblica de ello, que proponga al menos una mínima relación entre el proceso constituyente en Chile y Satanás.
La franja del Rechazo es el paradigma de una derecha incapaz de responder a los desafíos del presente, eligiendo abstraerse de un proceso político que en algún momento de una democracia meridianamente sana se iba a producir de todas maneras. Los principales agentes del Rechazo han elegido frenar torpemente un proceso constituyente en vez de intentar capturarlo mediante la elección o, más fácil aún, tratar de defender una Constitución de 1980 que, con o sin la reforma del Presidente Lagos, a lo menos técnicamente, sigue siendo bastante sofisticada.
Por el lado del Apruebo, sorprende que de entre los cientos de argumentos que se podrían dar para una nueva Constitución, el lenguaje se rebaje a sostener que si acaso “será casualidad que rechazo rime con refacho” o, algo más increíble aún, que la misma franja del Apruebo ponga a un grupo de niños dibujando “el Chile más lindo que se puedan imaginar”, para finalizar con un mensaje encima del dibujo de un niño que dice que “si ellas y ellos no le tienen miedo a una hoja en blanco, menos lo vamos a tener nosotros”, en circunstancias que esto promueve un mito caricaturesco, por cuanto es un sinsentido que vayamos a tener una nueva Constitución que no parta desde la base de los tratados internacionales ratificados por Chile en diversas materias, lo que, de aclararse, podría derribar otro mito bastante propugnado por el Rechazo, a saber, que se podría pretender eliminar el derecho de propiedad en una eventual nueva Constitución, entre otros.
Para finalizar, vale constatar que la franja del Apruebo es a lo menos irresponsable, por cuanto las expectativas que se han depositado en el proceso son los mismos estandartes que la izquierda y el centro chilenos han utilizado como jinetes de batalla en los últimos 40 años. El problema aquí se constata en el uso de conceptos tan amplios como “dignidad”, “libertad” o “igualdad”, que pueden significar algo para un grupo de personas y, a la vez, todo lo contrario para otro. Lo relevante de este tipo de derechos no es lo que parecen ser, sino el contenido que depositamos en ellos mediante una Constitución.
En ese sentido, la franja del Apruebo no se ha hecho cargo, o a lo menos no lo suficiente, de explicitar cuál es el contenido intelectual y teórico de esos conceptos. Se corre entonces el riesgo bastante probable de que las expectativas de las personas no se vean satisfechas en una nueva Constitución. En esta línea, debemos recordar que, de ganar el Apruebo, el Rechazo también se sentará frente al tablero y moverá –muy probablemente– gran parte de las fichas, muchas de las cuales ya nos gobiernan el día de hoy.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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