La otra franja del otro plebiscito



Resulta bastante curioso que en el desarrollo de la franja televisiva para el plebiscito de este 25 de octubre, los análisis siempre remitan la comparación a la primera franja televisiva de la historia en el país, aquella que permitió en gran medida que el triunfo del “NO” se desplegara masivamente, marcando un lugar en la memoria colectiva que nos hace hasta hoy recordar su épica, su creatividad y coraje, hasta el punto de querer utilizarla como referente para todo lo que ha venido en adelante en el género de la propaganda política audiovisual.
Pero pocos se acuerdan de la extraña, inusual y desbalanceada franja que acompañó al plebiscito del 30 de julio 1989, que si es por comparar se acerca bastante más a lo que hoy enfrentamos como proceso, partiendo por las opciones “Apruebo” y “Rechazo”, que en ese momento consultaba sobre 54 reformas a la Constitución, mientras aún se celebraba en las calles el fin de la dictadura y los partidos políticos -algunos restaurados, otros divididos y otros recién creados- se preparaban para la primera elección presidencial y parlamentaria en 17 años.
Para comprender lo que ha ocurrido en nuestra historia constitucional reciente, sus contextos y fenómenos como el que estamos abordando en esta columna, en C80.cl elaboramos una Línea de Tiempo que de manera gráfica y usando elementos de visualización de información, nos permite ampliar la mirada y de paso, refrescar la memoria.

Este proceso de reforma se llevó a cabo, por cierto, sin Congreso y literalmente entre cuatro paredes, en un tiempo récord de 9 meses y medio, considerando desde el llamado de la Concertación a un Acuerdo Nacional por la Democracia y el consenso constitucional solo a 9 días del triunfo del “No”, hasta el plebiscito donde gana la opción “Apruebo” con un desopilante 85,7 % de los votos, frente a un exiguo 8,2% de para la opción “Rechazo” y, con una impresionante participación del padrón electoral que bordeaba el 94%.
Entre diciembre de 1988 y junio de 1989 sesionó una comisión que puede ser considerada como la base del pacto social al que posteriormente se le llamó “democracia de los acuerdos”, en el que se sustentó la tan larga transición a la democracia que hoy parece, finalmente, llegar a su fin. Integrada por destacados personeros de la DC y RN como Andrés Allamand, Genaro Arriagada, Edgardo Boeninger y Hermógenes Pérez de Arce, además de Sergio Onofre Jarpa y Patricio Aylwin, los rostros del consenso, esta comisión fue la encargada de lograr un mínimo preacuerdo de reformas a la Constitución de 1980, para hacer una propuesta que después la Junta Militar terminó de ajustar y visar.
Aquí se eliminaron disposiciones impresentables para hablar de un “fin a la dictadura”, como el artículo 8° que proscribía al PC y partidos “marxistas”, las facultades presidenciales de exiliar y disolver la Cámara de Diputados o el requisito de que las nóminas de militantes de los partidos políticos fuesen públicas. Pero es aquí donde también se mantuvo el sistema binominal, los senadores designados y se fraguó de manera secreta en los hechos, la correlación de fuerzas que ha resistido los cambios y omitido temas fundamentales durante los últimos 30 años. Se aceptó aumentar los quórum a 4/7 y hasta 2/3 para cualquier cambio constitucional y, elevar a mayoría absoluta los quórum para las leyes simples, “entregando” la mayoría parlamentaria segura que hubiera tenido sin senadores designados.
Si bien la DC fue criticada en un inicio por sus nuevos socios de la Concertación, a corto andar todos los colores del arcoíris, incluyendo al Partido Humanista- Verde se sumaron al acuerdo. Pinochet tras un amago de resistencia, terminó aceptando.
Una franja insólita
Para quienes por entonces aún no teníamos derecho a voto, el sorprendente nuevo mundo de la democracia comenzaba a tener cosas tan impresionantes como que a 9 meses de la imborrable franja del “No”, quienes se confrontaban de una manera tan diametral, ahora llamaban juntos a votar “Apruebo” a las 54 reformas a la Constitución en una nueva franja televisiva que, a diferencia de la del 88, no fue un bloque de media hora una vez al día, sino que, como ahora, dos bloques de 15 minutos al día, repartidos entre la Segegob y los partidos legalmente constituidos.
Al revisar el material de esta franja, se puede constatar la total correspondencia con el gran acuerdo de reforma, al punto de ser su versión comunicacional: todos llaman a votar “Apruebo” eludiendo el detalle de lo que se está reformando, salvo unas muy mínimas y honrosas excepciones como el “fin al exilio” que pide el Partido Radical y un joven Tomás Hirsch del entonces Partido Humanista- Verde, que aparece en cámara señalando que la Constitución “con las reformas es mala, sin las reformas, es pésima”.
La minoritaria opción “Rechazo” de entonces, estuvo representada por el Partido Socialista Chileno, que no era el PS de la Concertación (entonces dividido en dos grandes facciones) y el Partido del Sur, que intentaron plantear sus argumentos en 40 segundos cada uno. El Partido Socialista Chileno planteaba que “la mayoría de las reformas son arreglos gramaticales a la Constitución del 80″ y advertía sobre senadores designados.
Durante el mes que duró esta franja fueron proclamados los tres candidatos presidenciales que compitieron en la elección de diciembre -Aylwin, Büchi y Errázuriz- y los partidos, los viejos y los nuevos como la Unión de Centro-Centro Progresista y, los “instrumentales” como el PPD y el Partido Amplio de Izquierda Socialista (PAÍS), ajustaban a toda máquina sus pactos para, independiente de la opción presidencial, asegurar sus cupos en el Congreso que la reformada Constitución prometía restaurar.
En definitiva y para el ciudadano común, en un año y medio, se acababa una dictadura que duró 17, se reformaba y terminaba de validar una Constitución espuria y se elegía democráticamente a Presidente y parlamentarios. Una verdadera sobredosis de democracia que, entre los jingles “La alegría ya viene” y “Gana la gente”, requirió información sobre la cancha que se comenzaba a rayar y que los emisores prefirieron omitir en el espacio, la franja, creado justamente para garantizar que la más amplia población se informe sobre los procesos eleccionarios.
Aún hoy la ley sigue garantizando este espacio, no por inercia, ni ciega tradición, sino porque aunque a muchos les parezca increíble, la televisión abierta sigue siendo uno de los principales medios por el cual se informan los chilenos y chilenas y lo más preocupante, a uno de los que más le creen.
Por eso y aunque parezca cantinela, es necesario no perder de vista el pasado, sobre todo el reciente y más aún cuando tenemos acceso directo a sus registros, para no cometer los mismos errores o al menos, tener claro porqué nos pasa lo que nos pasa. Una mirada crítica a la actual franja, también, nos permitirá hoy identificar en ella la complejidad del actual momento político y cómo están usando el espacio que otorgamos todos los chilenos para que los emisores validados por el sistema electoral vigente, nos presenten su relato. De eso hay y habrá mucho que analizar.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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