El cuento que se va a acabar: mujeres dirigiendo ya y ahora



“En un reino muy muy lejano, había una mujer que manifestaba lo que pensaba.  El rey del reino parecía comprenderla y el tiempo transcurría mientras la vida pasaba por pandemias, plebiscitos y trabajo doméstico y académico.
Un día la mujer pidió la palabra en el consejo de uno de los villorrios y el poder ejecutivo de los hombres del villorrio le dio la posibilidad. La mujer presentó la propuesta de incluir mujeres en la gobernabilidad del villorrio. Ante el asombro de todas y todos los ciudadanos del villorrio se escuchó una fuerte risotada.
La mujer de detuvo unos instantes y prosiguió su discurso. Entre sus palabras se destacó la partida de una de las mujeres a otro reino, la necesidad de escuchar otras voces, y la importancia de vivir acorde al siglo XXI. Esto es, respetando todas las diversidades de género.

Sobre la propuesta recibió el apoyo de otras mujeres cuyas palabras fueron tildadas de mezquindad y falta de sustancia por uno de los hombres del villorrio…
Algunos de los ciudadanos le brindaron su apoyo y solidaridad a la mujer de la propuesta. Incluso al otro día recibió palabras afectuosas destacando su valentía.”
¿Es este un cuento de un reino muy muy lejano? Esta y otras preguntas surgen de las discusiones por instalar mujeres en la gobernabilidad de las universidades chilenas.
¿Qué saben los hombres de producir ciencia, dar clases, mientras se amamanta una guagua? ¿qué saben de criar los que no tuvieron hijos? ¿qué saben de respeto aquellos que se burlan? ¿qué saben de esos logros que fueron obstaculizados y que luego son usados para los índices de productividad de las universidades? ¿qué saben de haber sido casi amordazados porque tus palabras son incómodas para el androcéntrico dominio imperante?
La historia de algunos hombres habla de ellos. Porque la historia, con grises o claros, de ellos se cuenta. Pero la historia de nosotras se queda oculta. No porque lo queramos. Se queda oculta porque nos tapan, nos silencian y nos amenazan. Nos evalúan y nos clasifican: “esta no necesita que la defienda el marido” “esas son tortilleras” “esa está embarazada siempre” “esa es fea” “a esa no le tocó anoche”.
A nuestros esfuerzos doctorales y de formación les toca ver como unos pequeños competidores y aficionados se entrometen en áreas de la que carecen toda formación y sobre todo respeto.
Y en el reino de un lugar muy lejano, hasta los bufones hacían malabares para aplacar la propuesta de participación femenina en la dirección del futuro del villorrio.
El cuento se acabará cuando por fin los reyes se den cuenta que estamos en el siglo XXI.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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