Las elecciones en el cono de alta renta



En la mitad de la pandemia, el exministro de Salud, Jaime Mañalich, desconoció y manifestó no tener conciencia de los niveles de pobreza y hacinamiento que se viven en Chile. Más allá de la desafortunada frase, es posible vincularla con los resultados del plebiscito del pasado domingo, en el que frente al amplio respaldo que recibió la opción Apruebo a nivel país, las comunas de Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea –que es donde se concentra la élite de la metrópolis– dieron por ganador al Rechazo.
¿Cómo se explica este fenómeno en las comunas del sector oriente de Santiago? Las llamadas comunas del Cono de Alta Renta dan cuenta, con su resultado, que existe un encapsulamiento en que vive la clase alta chilena respecto a las otras comunas de la ciudad, y una ausencia de empatía y conocimiento de cómo se vive y experimenta una ciudad que no es equitativa en el acceso a las oportunidades de vida, pero tampoco en el reconocimiento de los otros que son diferentes.
Esta escisión es peligrosa para la cohesión social, ya que da cuenta de una polarización que no solo se da en el plano ideológico-político, sino también en el plano de la interacción de la ciudad. Una división que evidencia dos Chile: uno minoritario, con altas cuotas de poder y concentradas en una ciudad moderna, de vanguardia, que nada tiene que envidiar a las grandes urbes de países desarrollados, y otro mayoritario, que experimenta los resultados de los tomadores de decisión y que vive en una ciudad que muchas veces es poco amable: largos trayectos para llegar a los lugares de trabajo, con altos niveles de contaminación ambiental, con mala infraestructura pública para el acceso a salud y educación, con bajas cuotas de áreas verdes para sus habitantes, entre otros problemas que hoy enfrentamos en la ciudad.
Y es ahí cuando la proximidad y la planificación de la ciudad tienen un papel importante. Ver al otro, convivir con el otro no es trivial. La proximidad fomenta  un contacto cotidiano que permite identificarse con otro en valores transversales, porque al final del día, independientemente de si se es obrero o gerente, todos nos tenemos que levantar temprano para trabajar.
Criminalizar la protesta social y el malestar es un camino prejuicioso y facilista, que nada tiene que ver con el proceso constituyente que se inicia, en que un grupo mayoritario de chilenos se manifestó en pos de lograr un país más equitativo, y empatizar con esa experiencia solo se logra en el contacto cotidiano, en entender cómo vive y experimenta el otro la cotidianidad, para poder reflejar-nos en una experiencia colectiva.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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