Hechos reales: 5 crímenes resonantes e impactantes de la crónica policial argentina



“Quien quiera separarse para siempre de la humanidad, por odio o necesidad, debe hacer algo irreparable. No alcanza con robar para ser distinguido con el desprecio unánime de los demás (el ladrón tiene siempre quien lo comprenda). Para ser implacable en esa soledad, hay que matar hasta a los amigos (…). La realidad está encriptada de modo que nunca nada será entendido. El dolor se paga con dolor (…) el acto de matar es una abstracción que nadie llorará, pero le garantiza al criminal su destino”.El director Luis Ortega escribió estas palabras como parte del prólogo de El Ángel Negro: la feroz vida de Carlos Robledo Puch, libro del periodista Rodolfo Palacios quien desarrolla la vida, personalidad y crímenes del joven más chico en ser condenado a perpetua. Años después, en 2018, el cineasta dirigiría la película protagonizada por Lorenzo “Toto” Ferro.Las palabras de Ortega son para introducir el caso de El Ángel, pero bien podrían servir para describir a más de uno. Encapsulados en la memoria de lectores y audiencias, muchos de quienes aún cumplen el precio de sus condenas, y quienes hasta los últimos días han negado su responsabilidad.Durante años la crónica policial argentina siguió los casos de asesinos y asesinas. En la Argentina, posiblemente el thriller sea uno de los géneros en los que más se invierte si a ficciones y series nos refererimos. Algunos ejemplos bastan con mirar las tiras de Pol-ka desde “Epitafios”, “Malparida”, “Signos” y las más recientes “Tu parte del trato” y “Post Mortem” (de Story Lab), y la lista podría seguir. Existe, así como en los cineastas, periodistas y escritores, un interés por parte de quien sigue estas historias, para comprender. ¿Cómo siente y piensa un asesino?”Hay una fascinación con ver qué es el mal”, reflexionaba el periodista Mauro Szeta en una entrevista con este medio al presentar su libro Nahir, la historia desconocida, que publicó junto a su colega Mauro Fulco. “Robledo Puch fascinaba porque la gente quiere mirar lo opuesto, se pregunta cómo puede ser que este tipo haya matado”, añadía.
Esa fascinación, que implica un “mirar desde el asombro” a alguien más, parece ser sólo la que reciben determinados personajes en la historia, a los que el periodismo infló y la sociedad condenó. Sin embargo, ¿de dónde proviene ese horror? ¿y en base a qué se miden estos casos paradigmáticos?Algo significativo si recordamos que cada menos de 30 horas en la Argentina, una mujer es asesinada por un varón con el que en el 90% de las víctimas tenía un vínculo previo (pareja, familiar, etc.); que el promedio de vida de una persona trans es de entre 35 y 40 años, siendo sus crímenes parte de los llamados “crímenes de odio” (intentando impulsar cada vez más la figura de travesticidio); que para urbanizar las ciudades se ejecutaron matanzas en nombre de la Nación y que según la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional), “cada 19 horas el Estado asesina a una persona”.¿Hasta qué punto la violencia se criminaliza y quiénes son los asesinos y las asesinas que recordamos en la historia policial argentina? Para responder esta pregunta me parecía necesario plantear algunas de éstas consideraciones para no caer en el sensacionalismo de las crónicas forenses y pensar cuándo el mismo sistema prepondera los crímenes, si bien esta nota repasará algunos de los personajes que han trascendido en las páginas y títulos de la prensa.

Ricardo Barreda, cuádruple femicida

Lo lógico sería mencionar muchos de los nombres que probablemente ya habrás escuchado o leído innumerables veces. El cuádruple femicidio (mató a su esposa, suegra y dos hijas en 1992) del odontólogo Ricardo Barreda -“el hombre que no amaba a las mujeres”, según Palacios- protegido de quienes consideran que su crimen fue un acto de justicia porque lo apodaron “Conchita”. Los espeluznantes sistemáticos  del Clan Puccio (durante la década de los ’80), comandados por Arquímides Puccio destaparon una historia de clasismo -familia de San Isidro con contactos en la política de turno-, realizaban secuestros extorsivos y tras recibir el pago asesinaban a sus víctimas. 
Ambos casos contaron con adaptaciones en ficciones como “El Marginal” (la tercera temporada incluyó a un personaje con el perfil del dentista pero que en la serie era químico), mientras que el caso de los Puccio fue contado en el libro de Palacios El clan Puccio: la historia definitiva (2015), y ese mismo año contó con la serie producida por Sebastián Ortega y la película de Pablo Trapero (director de otros como “Carancho”, “La quietud”).

El Clan Puccio

Sin embargo, partiendo de esta base sobre casos que fueron paradigmáticos, el objetivo de esta nota consiste en aportar otros que también fueron resonantes sin tampoco, caer en la jerarquización que los cataloga de más ni menos importantes: simplemente casos reales y bastante impactantes.Cayetano Domingo Grossi
Hay quienes le adjudican a este inmigrante italiano, autor de escabrosos episodios en la Argentina, el seudónimo de “El hombre de la bolsa”. El cuento que a muchos de los niños y niñas les contaban como recurso para que obedezcan a no ser que elijan ser víctimas de un despiadado roba infancias en una bolsa de consorcio.Era carretero. Llegó al país con 24 años. Había dejado en Europa a una pareja y dos hijos. Se casó con Rosa Ponce de Nicola -con quien tuvo tres hijos- y comenzó a convivir con las hijas de ella, Clara y Catalina, a quienes violó en reiteradas oportunidades y, una vez que los niños nacían los asesinaba.

Cayetano Grossi, infanticida

Fue condenado a prisión perpetua por asesinar al menos a tres de sus propios hijos, dos niñas y un niño, que tuvo tras abusar sexualmente de las hijas de su esposa. Algunos de los cadáveres de los menores fueron hallados en basurales de las cercanías del Río de La Plata, mutilados, otro incinerado.En 1896 la Policía hallaba el brazo de una recién nacida, hecho que fue caratulado en la prensa como “caso de la niña descuartizada”. La falta de evidencia no colaboró con los uniformados para dar con el asesino, sin embargo, el 5 de mayo de 1898, y en el mismo sitio, apareció otro bebé recién nacido con el cráneo destrozado y sus extremidades mutiladas. Entre interrogatorios y rastros de granos de anís -característico en los inmigrantes de la época- dieron con Grossi.El acusado nunca reconoció los crímenes. Incluso llegó a decir que los embarazos de las jóvenes eran producto de sus relaciones con otros hombres. Muchas fueron las versiones que circularon: entre ellas que el número de bebés asesinados fueron alrededor de doce (lo que nunca se comprobó) y que las jóvenes tenían que presenciar los actos de violencia a los que Grossi torturó a los niños. El día de su detención, los detectives hallaron un bebé envuelto en mantas, muerto, dentro de una caja de lata, debajo de una cama.

La ejecución de Grossi

Como evidencia del sistema patriarcal acentuado en la época, las hermanas y su madre fueron condenadas como presuntas cómplices del asesino, aunque siempre se soslayó la premisa de haber sido víctimas de reiterados abusos. Incluso, llegó a circular la versión que las jóvenes habrían impedido que el asesino viole a una de sus hijas.El caso de Grossi fue el que consideran el primer asesino serial de la crónica policial argentina. Y paradójicamente fue ejecutado en 1900, cuando regía la pena de muerte. Ninguno de sus tres hijos lo quiso despedir.El Petiso Orejudo
Cayetano Santos Godino. Considerado uno de los mayores sociópatas de la historia argentina. Es Belisario Sangiorgio, periodista, quien traza un paralelismo interesante entre ambos personajes: ambos infanticidas, y mientras que en 1896 se registraba la primera víctima de Grossi, Godino estaba naciendo.Hijo de inmigrantes. Con una niñez atormentada por la violencia física que recibía por parte de su padre y castigos a los que luego, se sumaría su hermano. Su nacimiento estuvo al borde de la muerte: contrajo una  enteritis durante sus primeros meses de vida, de la que logró recuperarse.

El Petiso Orejudo

Su infancia estuvo profundamente marcada por la pobreza, lo que lo llevó a estar gran parte de su tiempo en la calle. La violencia de la que era víctima en su hogar, comenzó a manifestarla al atacar a niños y bebés, a los que golpeaba de manera atroz desde sus siete años. Muchas veces, policías lograron intervenir en sus ataques pero lo regresaban a su casa debido a su edad.”La curiosidad y el miedo trenzaron fábulas y fantasías sobre Godino. Su historia, además de comportar una tragedia humana, desnudó las caras de la Argentina de entonces, el régimen conservador y el país de la inmigración”, llegó a escribir el autor Álvaro Abós sobre el asesino, cuyo apodo evidencia su aspecto físico. Incluso se especuló con que el tamaño de sus orejas podría ser el gen de su maldad.Pasó por reformatorios, protagonizó reiterados intentos de infanticidio y finalmente, a sus 15 años fue condenado por al menos cuatro crímenes, a los que les quitó la vida a los golpes y con un piolín mediante el que los ahorcaba. El más resonante fue el de Gesualdo Giordano, un niño de tres años a quien la policía halló asfixiado y con un clavo en la cien. Pasó el resto de sus días en Penal de Ushuaia, Tierra del Fuego, conocida como la Cárcel del Fin del Mundo. “Es un perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean”, dirán los doctores que lo revisaron. Nunca expresó remordimiento por los asesinatos.Carlos Eduardo Robledo Puch
El caso del Ángel Negro es hasta los días de hoy uno de los que más despierta el interés tanto de la prensa como de las audiencias. El niño “de bien”, rubio y con cara de ser celestial es el preso más joven que sentenció la historia policial argentina. Todavía cumple su condena en la Unidad Penal Número 26 de Olmos.Tenía 19 años cuando entre marzo de 1971 y febrero de 1972 asesinó por la espalda y/o mientras dormían a al menos once personas, y entre esas víctimas también quitó la vida de sus cómplices -por no llamarlos amigos- Jorge Antonio Ibáñez de 17 años, y Héctor Somoza, de la misma edad.

Detención de Robledo Puch

“Algún día voy a salir y los voy a matar a todos”, amenazó el casi adolescente el día de su condena. Y aquí Rodolfo Palacios, no sólo autor de su libro sino quien lo entrevistó en varias oportunidades, traza un paralelismo: “como a sus 19 años, pidió que le dieran un revólver, pero esta vez, no para asesinar sino para suicidarse”.Robledo Puch confesó sus crímenes luego de ser torturado. Según narra el periodista en su libro, “los jueces tuvieron en cuenta la confesión del acusado”. Había muchos intereses y la presión mediática era bastante. “¿Es verdad que amenazaste a los jueces?”, le preguntará el periodista en uno de sus encuentros. “¡Esos son inventos!”, responderá el acusado, a quien varios especialistas lo consideraron un joven sin capacidad de trasmitir emociones.”Es un psicópata, no un neurótico. Los neuróticos sufren, los psicópatas hacen sufrir”, considerará el juez Segovia.

“El Concheto”

Tomo el caso de El Ángel, para no evadir otro de similares características. Guillermo Antonio Álvarez, quien lideraba una banda de “nenes de bien” y no casualmente fue llamado “El Concheto”. Asesinó a cuatro personas entre 1998 y 1999, cumple su condena en El Penal de Gualeguaychú -ciudad en la que Nahir Galarza asesinaría en 2017 a su por entonces novio Fernando Pastorizzo, de dos disparos por la espalda-. Era admirador de su antecesor, quien manifestó no tener interés en conocerlo.Yiya Murano
La historia también condenó a las mujeres. Como portará la contratapa de Mujeres Asesinas, escrito por la periodista Marisa Grinstein: “Una mujer asesina es el reverso del mito que funda la sociedad occidental (…), atraviesa de un cuchillazo la idea de la excepcionalidad del acto criminal a cargo del sexo débil para proponer la pesadilla de una serie. Las catorce asesinas de este libro tienen algo en común: esperaban para sí algo mejor. En algún punto, ese destino hizo una trampa o ellas se hicieron la trampa a sí mismas. Matar, entonces, no significaba más que empeorar un poco las cosas”.Este tema también fue uno de los que primaron durante aquella entrevista con Mauro Szeta sobre el caso de Nahir Galarza: “Hay una idea de que una chica no puede matar o que de un día para el otro no puede ejecutar a su novio de dos tiros por la espalda (…); que a muchos les impresione que Nahir mate es parte del machismo”.

Yiya Murano, almorzando con Mirtha Legrand

Aquí, la introducción para hablar de uno de los casos más resonantes, el de María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, también conocida como la “envenenadora de Monserrat”, bautizada así por la prensa luego de colocar veneno en las masas con las que asesinó a su prima, Carmen Zulema del Giorgio Venturini, y dos amigas, Nilda Gamba, Lelia Formisano de Ayala (durante 1979).Nacida en Corrientes y con deseos de ser parte de la burguesía acomodada de la Argentina. Tras las sospechas de sus familiares, se supo que las había envenenado con cianuro porque les debía dinero, aunque luego, la hipótesis principal señaló una trama sistemática para quedarse con sus pertenencias.

Fue interpretada por Nacha Guevara en el unitario basado en el libro de Grinstein (y producido por Adrián Suar), e incluso llegó a ser invitada a la mesa de Mirtha Legrand, a quien paradójicamente le ofreció masas finas para degustar.Cumplió su condena y pasó sus últimos días en un geriátrico. Falleció en 2014, por causas que ni su hijo, quien la nombra como una asesina en su libro, pudo confirmar. Nunca confesó la autoría de los crímenes pero le confió su máxima a Palacios: “Querido, tenés que entender una cosa: los asesinos nunca dicen la verdad”.Margarita Herlein    
Otra “mujer asesina” a la que la prensa la catalogó como la “probadora de hombres”, por establecer relaciones con sus parejas, casarse con ellas y luego, asesinarlas por ¿aburrimiento? Según trascendió ella se hastiaba de sus rutinas y los ejecutaba, al igual que Yiya con veneno.Pero, ¿no bastaba con separarse y ya? Consideremos la época. Para la década del ’50 y ’60 plantear un divorcio no estaba en las posibilidades de cualquier mujer, más si ya se estaba casada y con hijos. Esto mismo lo plantea bien, Grinstein al tratar su caso: “sólo pensar en un divorcio era imposible, además de un escándalo de proporciones. Margarita debe haber sentido que la única salida era la definitiva, la muerte”.
Asesinó a sus tres maridos Juan Gebel, Juan Seitz y Abel Vitale, por los que fue condenada a prisión perpetua el 3 de mayo de 1979. El 13 de septiembre de 2005 su caso volvió a estar en boca del público tras ser interpretada por Araceli González en el unitario de Pol-ka que llevó a la pantalla los crímenes del libro.Juzgados por la historia y la memoria
“Están ahí pero no los ves. Bueno, de eso se trata. Están pero no están”, como dice el personaje de Ricardo Darín en “Nueve Reinas” (salvando las notables diferencias). Puede ser un adolescente, una madre, una viuda, y sí un hijo sano de un sistema que nos prefiere muertas a libres, quienes colman el archivo de casos en los que el periodismo continúa dejando registros.



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