Desbordes y el escenario presidencial de RN para el año 2021



El ajuste ministerial, tipo pato cojo, realizado a fines de la semana pasada por el Presidente Sebastián Piñera, puso toda la tensión en el oficialismo. Finalmente, Mario Desbordes decidió transparentar su estoy disponible por un soy candidato, y de paso arrastró la salida, no querida, de Sebastián Sichel, un outsider que donde lo instalen da vistosas peleas políticas.
La sensación que queda es que dentro del Gobierno, usando el poder administrativo del Estado, hay gente bajando candidatos de la vitrina electoral presidencial, y para Desbordes ya nada era gratuito.
Esto es independiente del magro 7% de apoyo ciudadano que tiene Sebastián Piñera. Objetivamente, el Poder Ejecutivo sigue siendo, en el sistema político, la más significativa base de poder para un aspirante a Presidente, y la vitrina más vistosa en la escala del poder político si, además, se tiene algunos puntos de adhesión ciudadana.
Los tiempos son difíciles y las preferencias ciudadanas volátiles. Y, por lo tanto, hay un tiempo de aguante hasta el momento de la candidatura efectiva, que debe ser conservado de la mejor manera. La salida de Desbordes y Sichel de la estructura de Gobierno es un buen test para esa variable temporal. Por cierto, las posiciones de uno y otro pueden ser convergentes, si Sichel aspira solo a una posición parlamentaria o de candidatura regional. Tal vez sería el mejor candidato que la derecha podría encontrar para disputar la gobernación de la Región Metropolitana. Y quizás, con su salida no querida, al final le hicieron un favor.
Lo de Desbordes es totalmente diferente. Se suma a la proliferación de candidatos expresos en el oficialismo, que inevitablemente debiera desembocar en una primaria interna que ordene el orden en el gallinero. Pero un rasgo notorio de todo el team de candidatos es que la mayoría, excepto Mario Desbordes, tiene una base territorial propia, ya sea un cargo o representación ciudadana, que les asegura autonomía de actuación dentro del sistema político. Unos son alcaldes (Matthei y Lavín) y otros son parlamentarios.
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Al salir del Ministerio de Defensa, Mario Desbordes se queda sin vitrina orgánica de poder y está obligado a actuar en el escenario político, quiéralo o no, como candidato finalmente. Ello implica basar su conducta en los apoyos ciudadanos y las encuestas, algo que como base efectiva de poder es relativamente débil. Tampoco le basta tratar de fortalecer la presidencia de Rafael Prohens en RN, aunque le es muy necesaria. El timonel RN declaró que el exministro “llegaría a su casa”, pues la mesa del partido será el nudo de las presiones de los poderes fácticos, de Carlos Larraín, del Gobierno y de candidatos agazapados como Andrés Allamand.
Al parecer, su camino más probable es endurecer la amenaza de una candidatura directa que complique, todavía desde el propio oficialismo, a la derecha. Para eso sirve el PRI, esa pequeña organización que tiene la posibilidad de inscribir candidato a Presidente –y cualquier otro cargo en el país– y que puede, en el desorden de la derecha, ser el mecanismo de competición de los incómodos o desplazados por el neogamonalismo oficialista surgido durante la crisis de 2020.
Lo anterior ya estuvo presente en más de una oportunidad en los años 2019 y 2020 con un Mario Desbordes resistiendo la embestida de los sectores más tradicionales de RN, entre ellos Andrés Allamand y Carlos Larraín, tratando de sacarlo de la presidencia de la colectividad. No lo concretaron, porque además de la inesperada resistencia interna, ya les complicaba la posibilidad de que Desbordes se desmarcara con cuatro o cinco parlamentarios más, y aceptara el apoyo explícito de candidatura presidencial que le hizo el PRI y que hoy le reitera.
El caso Desbordes tiene dos elementos a considerar en el funcionamiento del sistema político actualmente en crisis. Primero, se trata de un liderazgo emergente en la derecha, de un dirigente meritocrático, que ha instalado una imagen icónica de clase media en su sector político, y que desafía los poderes constituidos y sus mecanismos de resolver problemas de poder, frente al premio mayor de la Presidencia de la República. Lo segundo es que no tiene otra base de poder que no sea su popularidad y su vínculo a organizaciones como el PRI y lo que haya cultivado en RN. Como problema, no participa de la vitrina del poder gubernamental y este se mueve en contra. Tal posición es una prueba más, tal vez decisiva, para su capacidad y aspiraciones políticas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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