Investigador nicolaita exhorta a no tener miedo a las vacunas y coadyuvar en disminuir mutaciones



Michoacán.- Los traficantes del miedo, dentro de los que se encuentran antivacunas, políticos, medios masivos y opositores de cualquier tendencia política, han aprovechado la escasa cultura científica de la sociedad para destacar los pequeños problemas y tropiezos normales en cualquier proceso de desarrollo científico, amplificándolo con la finalidad de asustar y desacreditar a sus oponentes, pero no tienen que ver con ciencia y tecnología, apuntó el investigador nicolaita, Horacio Cano Camacho.
Y es que en redes sociales se habla de daños colaterales de las vacunas, que muchos no son ciertos, incluso se circuló un vídeo en el que una enfermera se desmaya después de vacunarse, el cual también resultó manipulado. La aberración es tal, que incluso se habla se incrustación de chips y otras cuestiones.
Al hablar sobre las vacunas del COVID-19, Cano Camacho apuntó que funcionan muy bien, son seguras y eficientes, y es importante que la población se vacune cuando estén disponibles. “Este recurso no solamente protege contra la enfermedad, también disminuye los riesgos de mutaciones, recombinación y cambios bruscos en los virus circulantes al bajar las presiones de selección sobre ellos (entre más personas estén enfermas, más rápido cambian los virus), lo cual asegura la inmunidad de largo alcance”, explicó.
En un artículo de su autoría en el que explica el proceso de investigación para la elaboración de las vacunas, comentó que las “más modernas”, como las de Pfizer-BionTech, Moderna y Jensen, basadas en ARN, datan de los años 90 del siglo pasado. “Se comenzaron a desarrollar con diversos propósitos y a ensayar en sistemas in vitro”.
Claro, apuntó, no había prisa y los laboratorios, que no son entidades de beneficencia pública, se lo tomaron con calma, pero ya se sabía de su funcionamiento, su inocuidad (en sistemas in vitro y preclínicos) y su eficiencia y sólo se buscaba en qué aplicar esta tecnología para que económicamente fuera rentable (en esos años era muy caro producirla). El Covid-19, sin duda, aceleró las últimas fases.
Las otras vacunas “modernas” como las de Oxford-Astra Seneca y Sputnik, basadas en vectores virales modificados, tienen al menos 25 años de uso y experiencia. Se desarrollaron, desde luego, como recursos contra otras enfermedades, como el Ébola. Y el tercer tipo de vacunas, basadas en virus atenuados, son ya de dominio generalizado pues su tecnología es la más probada.
“De manera que esta pandemia nos encontró, desde la perspectiva científica, en un escenario ventajoso. Los aspectos de salud pública tan vulnerables que tenemos y la actitud frente a las necesidades colectivas son un problema distinto”.



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