Proyectos de la Bienal FEMSA, en la virtualidad y con sana distancia


La Bienal FEMSA involucra el trabajo de más de 200 personas, entre artesanos, artistas, curadores y gestores quienes, ante la emergencia sanitaria por COVID-19, han logrado adaptar los planes que tenían para su XIV edición y mantener sus actividades, a pesar de la pandemia.
Las medidas sanitarias obligan a que los proyectos artísticos no se coloquen de manera simultánea, como estaba previsto, y también han tenido que inaugurarse escalonadamente. Sin embargo, aún con esas complicaciones, la Bienal no se ha detenido.
Como bienal curatorial que cambia su sede en cada edición y aborda temas de investigación distintos cada vez, los organizadores lograron potenciar, a través de la virtualidad, sus objetivos originales como la creación de redes de diálogo y colaboración dentro la comunidad cultural.
Carlos Amorales y Guillermo Galindo, La inutilidad feliz del artista.
Lorena Guillé-Laris, Directora de Fundación FEMSA, advierte que la tecnología es una de las herramientas que puede usarse para impulsar el arte. “Ante la separación física, hemos encontrado caminos para una cercanía digital que debemos aprovechar”, dice en entrevista.
La XIV Bienal FEMSA tiene como ciudades sede a Morelia y Pátzcuaro, donde originalmente se llevarían a cabo charlas y talleres presenciales para la comunidad artística y académica local. Migrar estas conferencias a plataformas digitales ha permitido que se conecten más de 50 mil personas del resto del país y de América Latina, además de generar un acervo de contenidos, el cual está disponible en cualquier momento en su sitio oficial.

“En el contexto de la pandemia, la Bienal nos lleva a entender que el arte es un motor de bienestar. También se presenta como un espacio que busca cultivar los lazos en el mundo cultural, habilitando las conexiones y las posibilidades para que esta creación artística crezca llevando bienestar a las comunidades”, comenta Guillé-Laris.
Adela Goldbard, Kurhirani no ambakiti (quemar al diablo): porque sólo así nos escuchan.
La actual edición fue bautizada como “Inestimable azar”. No fue la contingencia por coronavirus lo que motivó el título, sino las dinámicas azarosas que en los años 30 hicieron confluir a artistas nacionales y extranjeros hacia Michoacán, estado sede de este encuentro cultural.
“El arte refleja su tiempo y cómo los artistas imprimen en sus obras sus preocupaciones, sus experiencias, sus anhelos. Al ser receptivos en la experiencia con arte, las emociones que sentimos y lo que pensamos nos lleva a reflexionar acerca de cómo habitamos el mundo y en cómo contribuir a nuestro bienestar personal, social y colectivo”, agrega la Directora de Fundación FEMSA.
Mantenerse cerca de la gente aún en la distancia fue el reto principal de la actual edición de la Bienal. Guillé-Laris dice que, aunque el número de recintos planeados para exponer obra se redujo de 12 a 5 sedes, la reconfiguración de este evento privilegió una visión contemporánea de la producción artística y las reflexiones sobre arte en la colectividad.
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El investigador Esteban King Álvarez, responsable del programa público, pedagógico y editorial de la Bienal, explica que desde la edición anterior este encuentro cultural dejó de ser un modelo “exocéntrico” donde solo se hacían exhibiciones. Actualmente, se da mayor importancia a un repertorio de conferencias que se desarrollan durante un año.
“Al inicio, lo pudimos llevar a cabo de manera presencial, pero muy pronto vino la pandemia y nos hizo replantearnos cómo iban a ocurrir estas sesiones. Con la pandemia y la necesidad de replantear la forma en que se iban a llevar a cabo los programas, pudimos ampliar los públicos a los que íbamos a llegar, pues el modo virtual nos hizo alcanzar a una gran cantidad de gente”, comenta.

EXHIBICIONES CON PROTOCOLOS SANITARIOS
El montaje de las exposiciones se realiza entre 3 o 4 personas con sana distancia. Sin embargo, se trata de instalaciones que —en condiciones normales— se harían con 10 trabajadores.
Las restricciones de movilidad impuestas por el COVID-19 también dificultaron que los artistas viajaran a Michoacán para montar directamente su obra, por lo que los curadores se han valido de las videoconferencias para conectar con los autores y realizar la instalación.
Daniel Garza Usabiaga, Director Artístico de la XIV edición de la Bienal, explica que los proyectos se han montado de manera escalonada para garantizar la seguridad sanitaria. “Era difícil presentar proyectos virtuales que no se concibieron desde un origen como tales. Estos proyectos, a lo largo del último año, necesitaban de un espacio físico”, explica el historiador y teórico del arte.
Inés Verdugo, Como una pintura nos iremos borrando, como una flor nos iremos secando.
El programa incluye el trabajo de cinco curadores michoacanos que han estado a cargo del montaje de obra de 25 artistas invitados. Entre ellos, la nicaragüense Patricia Belli formuló su proyecto artístico en función de la pandemia y, a través de la plataforma “Virusueños”, convocó a la comunidad universitaria a compartir experiencias oníricas provocadas por el COVID-19. Las piezas inspiradas en “los sueños de la pandemia” también se exhibirán.
Los proyectos artísticos de la Bienal han incluido a artesanos locales, oficios tradicionales michoacanos como el tallado de madera y la alfarería. Incluso, se han motivado interesantes discusiones sobre otros elementos emblemáticos del estado como la importancia del cultivo del aguacate y el rescate del Lago de Pátzcuaro.
Por ejemplo, el artista michoacano Ángel Pahuamba se propuso diseñar caretas talladas en madera que emularan rostros femeninos, luego de haber realizado una investigación que mostraba que la mujer había quedado fuera de esa tradición.
Fernando Palma, Teyacana.
Cada exhibición tiene su propia historia. En la sala que presenta la obra de la artista capitalina Nuria Montiel se escucha el tronar del horno cuando se cuece el barro. Uno de los comales exhibidos está inspirado en el COVID-19, pues ahí se queman los humores y los temores provocados por ese virus.
También destaca la obra de la escultora Ana Pellicer, quien hace más de 30 años contribuyó con la reforestación de un maizal que hoy es un bosque joven, en Michoacán. De esa zona boscosa, tomó uno de los árboles más viejos para realizar una intervención con fierro y hoja de oro. Trabajó con campesinos, carpinteros y herreros locales para realizar la pieza llamada “Flor de Encino”.
Los visitantes que quieran tener un acercamiento presencial con estas exhibiciones podrán hacerlo siguiendo los lineamientos de seguridad sanitaria de las sedes. Las actividades y las exposiciones especiales terminarán en febrero del próximo año.
En Morelia, los recintos que alojan estos montajes son el Centro Cultural Clavijero, el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, la Casa Taller Alfredo Zalce y el Museo del Estado. En Pátzcuaro, el Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita también muestra varios proyectos artísticos desarrollados en el marco de esta Bienal.
(Entrevistas Delia Angélica Ortiz)



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