Paradigmas circulares y reflexiones sustentables para nuestras leyes



Como todo avance, lo resuelto por el Congreso trae nuevas preguntas a responder. Tras aprobar el proyecto de ley que regula la entrega de plásticos de un solo uso, dentro de los cuales se encuentran los utilizados en locales que comercializan comida preparada, prohibiendo productos elaborados con este y otros materiales contaminantes, asoman interrogantes sobre qué harán dichos establecimientos. Si se inclinarán por alternativas amigables con el medio ambiente, o si se inclinarán –como ha ocurrido antes– por materiales que terminan siendo incluso más contaminantes.
Esto nos hace recordar los inicios de la Ley 21.100, que impide las bolsas plásticas en todo tipo de comercio establecido en el país. Una medida que evita el consumo de unos 5 mil millones de ejemplares, pero que produjo la fabricación de millones de toneladas de papel, lo que ocasiona graves consecuencias ambientales.
Según Greenpeace, la producción de este material significa el talaje anual de más de 13 millones de hectáreas en el mundo. Una alternativa que, según el Centro de Estudios Superiores de la Industria Farmacéutica (CESIF), contamina en alrededor de un 70% más que el plástico, debido al gasto energético y al innumerable impacto hídrico detrás de su producción. Una opción que, tanto en el caso de las bolsas como en otro tipo de aplicaciones, requiere de hasta cuatro reutilizaciones para que su ciclo útil perjudique menos que su símil de plástico, según estudios de la Agencia Medioambiental de Reino Unido. ¿Fue una solución? Cifras así sugieren que no.
¿Qué nos dice que no ocurrirá algo parecido con los cubiertos, platos, vasos, tazas, cajas, bandejas y otros objetos que deberán ser sustituidos? Es crucial que las legislaciones no se queden sólo en el reemplazo del plástico o en su reciclaje mecánico, el que sabemos, no supera el 10 % del total de toneladas producidas en Chile. Las leyes deben apuntar hacia paradigmas circulares y reflexiones sustentables que se hagan cargo tanto de los materiales actuales como de los anteriores, al igual de los que se ocuparán a futuro.
En este sentido, aparecen como grandes alternativas las opciones biodegradables, no biotóxicas y que se reintegran al ciclo de vida de la naturaleza, junto con medidas que mejoren, fomenten y aprovechen una correcta gestión de residuos. Sobre todo, en el actual contexto de pandemia, donde el manejo de objetos se ha vuelto un riesgo sanitario que exige una mayor conciencia y responsabilidad con los utensilios y accesorios que se utilizan diariamente.
En nuestro país, ¿podríamos fomentar la discusión hacia estos parámetros? Un estudio de Oceana y Plastic Oceans Chile indica que restaurantes, bares, cafeterías y otros locales producen cerca de 23 mil toneladas de plásticos de un solo uso. Algo que, de acuerdo a la nueva legislación, no debería ocurrir más. ¿Será la solución? En parte sí, siempre y cuando se acompañe con una mayor conciencia en la gestión y la revalorización de los residuos. Una que mire hacia el horizonte y no sólo a lo que ocurre actualmente.
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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