así afectó el COVID a trabajadores informales



Desde hace 23 años, Gabriela Cruz se dedica al aseo de calzado en la Ciudad de México, una actividad que aprendió de su padre. En cada jornada de trabajo -de las 08:00 a las 17:00 horas- ganaba entre 200 y 300 pesos con los que le era posible satisfacer las necesidades básicas de ella y sus dos hijos adolescentes, sin embargo, con el arribo de la pandemia de la COVID-19, los ingresos de la mujer de 38 años se desplomaron por lo que ha tenido que salir a las calles a vender cigarros y chicles para ganar algo de dinero con lo que pueda llevar alimento a su casa.
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“Saqué ora sí que lo poco que tenía ahorrado y me lo fui gastando (…) cuando me lo acabé empecé a vender cigarros. Me fui por las avenidas más grandes, ahí por Insurgentes que era donde más o menos había gente porque en las calles no había ni un alma. Ganaba yo 30 o 40 pesos. Me iba temprano, ya 40, 50 pesos ya eran muy buenos, ya traíamos tortilla, un kilo de huevo”, cuenta Gabriela.
A poco más de un año del inicio de la crisis sanitaria, la mujer -ahora en compañía de sus hijos- sigue vendiendo cigarros y chicles en las calles de la CDMX para poder ganar algunos pesos con los que puedan comer, y es que el sitio donde guardaba su silla para bolear calzado no volvió a abrir y es fecha que no ha podido recuperarla.
Gabriela es sólo una de los miles de trabajadores no asalariados en la capital del país quienes no han tenido que encontrar la manera de enfrentar crisis sanitaria acabándose sus ahorros, pidiendo prestado, empeñando sus bienes o dedicándose a otra actividad.
De acuerdo con el estudio “La Crisis del COVID-19 y la economía informal” que la organización Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, por sus siglas en inglés), realizó en 12 ciudades -incluida la CDMX-, los trabajadores no asalariados han sido los más afectados pues el 64% de ellos se quedó sin empleo en abril de 2020 y a un año de distancia esta tendencia no se ha logrado revertir del todo.
Según el análisis -hecho a través de encuestas telefónicas-, el 91% de las personas trabajadoras en el empleo informal de los diferentes grupos ocupacionales vieron reducidos sus ingresos.
En la Ciudad de México, por ejemplo, los ingresos de los comerciantes en tianguis pasaron de un promedio diario de 906 pesos en febrero de 2020 -antes de la pandemia-, a 349 pesos durante abril de 2020 y cuando la emergencia estaba en su punto más alto. Para el segundo semestre de 2020 sus ingresos seguían sin recuperarse.
En el caso de las trabajadoras del hogar, su salario promedio pasó de los 349 a los 135 pesos diarios, mientras que las personas no asalariadas -como Gabriela- pasaron de 242 pesos diarios a 50 pesos en el segundo semestre de 2020.
En tanto, las personas trabajadoras voluntarias del servicio de limpia y quienes en un 97% no dejaron de trabajar en ninguna etapa de la pandemia, han visto también reducidos sus ingresos, aunque en un porcentaje menor que los otros sectores del empleo informal, al pasar de 242 pesos antes de la pandemia, a 186 pesos en el segundo semestre de 2020.
Además de la caída en los ingresos de estos trabajadores, el 24% de los encuestados reportaron que las personas mayores de edad en su domicilio pasaron hambre específicamente entre junio y julio de 2020, cuando se estaba superando la primera etapa crítica de la pandemia en la ciudad.
La carencia alimentaria se dio principalmente entre las trabajadoras del hogar. Según el análisis realizado por WEIGO, el 35% de las entrevistadas reportaron carencia alimentaria durante este tiempo
Entre 11 ciudades, es de llamar la atención que la Ciudad de México se encuentra en el octavo lugar en apoyo alimenticio, solo por arriba de Accra en Ganha; Pleven en Bulgaria; y Dakar en Senegal.
“El 25% de los trabajadores encuestados en la Ciudad de México informó que habían solicitado apoyos monetarios y no los recibieron. Este porcentaje fue más alto que en cualquiera de las otras ciudades en donde aplicaban y se los daban o simplemente no aplicaban. En la Ciudad de México aplicaron, pero no se los dieron”, detalló Tania Espinosa, coordinadora para América Latina WEIGO en la CDMX.
También es de llamar la atención que en este particular tema, que mientras el gobierno federal y el local brindaron algunos apoyos a las personas trabajadoras no asalariadas, para los trabajadores voluntarios del servicio de limpia de la ciudad no hubo ningún tipo de apoyo, a pesar de que se trató de una actividad esencial que desde el inicio de la pandemia no se ha interrumpido.
Rodolfo, de 52 años, es voluntario en un camión que recoge basura en la alcaldía de Azcapotzalco. Desde hace poco más de 15 años se dedica a esta labor en la que su única ganancia son las propinas que la ciudadanía les da y que se tiene que repartir con otros tres compañeros.
En noviembre de 2020 se contagió de COVID-19, lo que lo tuvo en cama y con oxígeno durante dos meses. De los 12 mil pesos que tenía ahorrados, 10 mil se le consumieron en el pago a un médico particular, en comprar las medicinas y el oxígeno que requirió.
“Yo quisiera que me dieran un contrato, ya con eso sería mejor (…) no tenemos ningún apoyo y hacemos un trabajo muy necesario, ¿a ver qué pasaría si ya no recogiéramos la basura de la gente?”, cuestiona el hombre.
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Como parte de las recomendaciones para que las personas trabajadoras en el empleo informal se recuperen tras la crisis sanitaria, WEIGO propuso que se les entregue una ayuda monetaria inmediata y que ésta se pueda sostener durante el tiempo que sea necesario, que se les faciliten los pagos de alquileres y servicios públicos y que sean sujetos de préstamos a bajo o ningún interés.
“Siento impotencia porque al final de cuentas somos las personas -ora sí – que los más golpeados y no nos dan una ayuda, porque nada más una vez nos dieron un bono de mil 500 pesos y hasta ahí, no nos quisieron dar más ayuda y me da mucha impotencia que las autoridades no vean por nosotros. Tampoco les decimos que nos lo regalen, pero que nos den un crédito, un préstamo a tres o cuatro años a pagar para que nosotros podamos más o menos podamos sobrellevar esta pandemia, esta enfermedad, porque también nosotros tenemos familia, tenemos hijos y eso no lo ve el gobierno”, reprochó Gabriela.
“La Crisis del COVID-19 y la economía informal” es un estudio de impacto que se realizó en 12 ciudades del mundo con una muestra de 2 mil 292 personas trabajadoras en empleo informal de múltiples sectores (73% mujeres y 27% hombres).
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