Acerca del libro como “bien esencial”



Bien sabemos que este año de pandemia ha afectado de manera similar a todo el segmento cultural, con una carencia marcada a nivel de presupuestos y de oportunidades para las diversas disciplinas. Para el libro, que este año es declarado “bien esencial” no ha sido distinto.
Para iniciar esta lectura, debemos entender primero que el sistema que envuelve al libro como objeto es amplio e incluye a autoras, autores, editoriales, distribuidoras, bibliotecas, escuelas, municipios, centros culturales y un largo etcétera. Probablemente uno de los escenarios mas relevantes para el libro y la lectura, refiere al papel que desempeña en el desarrollo humano en general, pero específicamente en niños y niñas, permitiéndoles expandir su mundo interno, promoviendo la imaginación e incluso mejorando su bienestar emocional.
Al revisar material referido al consumo del libro, encontramos en el ultimo informe de la Cámara Chilena del libro (2020), realizado por la Universidad de Chile, en donde se declara que a pasar de las dificultades de la pandemia, el sector editorial tuvo un aumento significativo en nuevas publicaciones en papel, con un alza de aproximadamente un 15,96% respecto del año anterior. Referido a la literatura infantil, se señala que lidera el registro por materia, con un 21,36% de crecimiento, lo cual es una cifra histórica.
Los números son alentadores, pero aun percibimos la distancia entre las/os lectores y el libro, ante lo cual podemos inferir que esto refiere principalmente a la desigualdad para acceder al libro debido a que el impuesto al libro en Chile es excesivo y no se condice con su estatus de bien esencial. Por otra parte, dentro de la pandemia, hemos visto escases de iniciativas ligadas al fomento lector y las que existen, no obtuvieron financiamiento de las carteras a cargo, o bien son iniciativas autogestionadas, al analizarlo de este modo, es paradójico que algo esencial no tenga apoyo suficiente desde la institucionalidad, es también curioso que en el mes del libro, en donde se incluyen tantos hashtag publicitarios, se transmita a la comunidad que una buena opción para leer en cuarentena es a través del “delivery”, fomentando aún más la idea del libro como un bien meramente comercial, teniendo en mente que gran parte de la población no puede acceder a la compra por temas económicos, lo cual es representativo de una de las crisis financieras mas grandes que ha afectado a nuestro país.
Entonces, si tenemos un crecimiento en cuanto a las publicaciones del segmento editorial y de la literatura infantil ¿Por qué nuestros/as niños/as no leen?, para responder esta pregunta, seria importante considerar cuantas son las iniciativas que incluyen a este segmento en la actualidad, en cada territorio de esta larga franja de regiones. Es importante también analizar cuantos niños y niñas tienen acceso a plataformas digitales para leer en línea, sobre todo en sectores vulnerables o en territorios rurales.
Y quizás las preguntas mas importantes serian:
¿Porque si el libro es un bien esencial no podemos acceder a ellos a través de bibliotecas con aforos limitados?, ¿Por qué un bien básico y esencial como el libro no cuenta con una articulación intersectorial que nos permita acceder de manera efectiva? ¿Por qué no puede existir un permiso similar al de actividad física pensando en el fomento lector como un eje central para mejorar nuestra salud mental en el contexto de encierro que vivimos globalmente?, ¿Por qué algunos malls siguen funcionando y nuestras bibliotecas deben permanecer cerradas, pudiendo establecer protocolos de prevención?, ¿De que tipo de esencialidad hablamos entonces?
En esta ocasión, discreparé con El principito y concluiré diciendo que lo esencial debe ser visibilizado y que esa es nuestra gran tarea desde lo personal y lo colectivo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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