Cómo aportar a la transformación económica de Chile



Hoy podemos reflexionar sobre la capacidad de nuestro sistema nacional de innovación para abordar los desafíos que enfrentaremos en un contexto de creciente cuestionamiento del grado de inclusión social y sustentabilidad del desarrollo país en las últimas décadas. Este es un fenómeno más allá de Chile, incubado desde la crisis subprime y que la pandemia ha exacerbado. El Covid-19 nos ha mostrado también el grado de interdependencia global, lo que pone de manifiesto otra gran amenaza planetaria, el cambio climático.
El Reporte de Competitividad 2020 evalúa la capacidad de las economías y sus sistemas de innovación para generar una “transformación a un paradigma de desarrollo más sostenible e inclusivo”. WEF plantea que los países deben definir prioridades de innovación, mediante procesos consultivos con amplio consenso, y enfocarse en el desafío de los “mercados del futuro”, privilegiando inversión pública para catalizar inversión e innovación privada, lograr crecimiento sostenible de largo plazo y transitar a una economía más inclusiva y ambientalmente sustentable.
Para enfrentar estos días, WEF nos dice que Chile está en el puesto 28 de 37 economías que incluye a la OCDE. Nuestros ámbitos más débiles para enfrentar una transición exitosa son: facilidad para crear mercados del futuro en áreas que requieren colaboración público privada e incentivos para ampliar inversiones en investigación e innovación que desarrollen mercados del futuro. Nada nuevo, falta de capital social, inmediatismo y escasa priorización de la inversión en innovación afecta nuestra capacidad de avanzar en la transformación económica.
Recuperar un crecimiento de largo plazo y transitar a una sociedad sustentable e inclusiva tiene relación con la sofisticación del aparato productivo, una economía dual con sectores de alta productividad, intensivos en capital y recursos naturales y ambientales, y otra de baja productividad, limitan el crecimiento sostenible y generan una mala distribución funcional del ingreso.
No se trata de renegar de nuestros recursos naturales, sino que hacerlos más sostenibles y con mayores encadenamientos de valor en la economía nacional,  tenemos grandes ventajas en energías limpias que el mundo requerirá en abundancia para fortalecer la acción climática; alimentos saludables para una población más consciente; productos forestales sustitutos de fibras sintéticas; una naturaleza que si cuidamos atraerá turismo sofisticado, todo ello con baja traza de carbono y producción limpia, diferenciándose en mercados globales.
Debemos avanzar en la digitalización sustentable de los diferentes exportadores y de servicios, como construcción y salud, que permita generar una matriz exportadora verde, aumentar la productividad y calidad de servicios no transables fundamentales, junto con generar encadenamientos productivos con proveedores que creen dinámica de innovación endógena, que posibiliten también la exportación de bienes y servicios que creen empleo de calidad y en definitiva un mayor grado de cohesión social para avanzar decididamente a ser un país desarrollado.



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