Descentralización en la nueva Constitución: no es una serendipia



¿De qué manera la nueva Constitución traspasará a nuestras colectividades territoriales mejores herramientas de ejercicio de poder? Insisto, no se trata sólo de presupuestos. Se trata de reparto de responsabilidades y también de derechos.
En los tiempos que corren en la sociedad chilena del siglo 21, hablar de descentralización no es un hallazgo casual y afortunado. Es una evidencia y una certitud de un cambio evidente y necesario.
A pesar de ello, parece una discusión que circula en un bucle sobre los presupuestos y su autonomía regional. Dicho por lo demás, asunto que ya no es suficiente para hablar de descentralización. La descentralización no es una serendipia, y se corre el riesgo que continúe en el bucle poiético, auto-reproduciéndose de manera constante desde lo central, desde los presupuestos y tan sólo desde una perspectiva centralista regional que poco dialoga con lo local.
Lo del reparto del poder, un traspaso desde lo nacional a lo regional corriendo el mismo riesgo de una auto-reproducción del problema en una diferente escala. Suena de cerca el coro del grupo Molotov: “Si le das más poder al poder más duro te van a venir a coger”. La reproducción del lamentable discurso de descentralizar desde el centro, desde el poder de instrucción jerárquico.
Más bien es tiempo de hablar de colectividades territoriales, y cuáles serán los dispositivos que permitirán el ejercicio de su poder respecto a los asuntos que les atañen, les impactan y les preocupan. Las colectividades territoriales, no son grupos des-territorializados e infantiles. La sociedad chilena ha madurado a golpes, ya bien da cuenta el llamado “estallido social del 2019” (a pesar de que algunos “ultras” lo siguen estereotipando de “delictual”).
¿De qué manera la nueva Constitución traspasará a nuestras colectividades territoriales mejores herramientas de ejercicio de poder? Insisto, no se trata sólo de presupuestos. Se trata de reparto de responsabilidades y también de derechos.
Es momento de hablar de referéndum local. Aquella herramienta que otras sociedades han instaurado para asegurar una mayor participación efectiva (vinculante) y responsabilidad a sus colectividades territoriales. Participación con identidad de territorio en los asuntos que les preocupan y respecto a las cuales los habitantes tienen mayor pertinencia que el poder jerárquico y centralizado en un Chile que cambió (maduró).
¿Cuáles son los límites y las herramientas disponibles? Por de pronto muchas. En el mundo posmoderno existen experiencias por montón con diversos arreglos institucionales, requisitos y objetivos. Ya sea en países más conservadores u otros más progresistas, la discusión se viene dando hace mucho. En Francia, que más bien es de derecha, existe la posibilidad de participar de manera vinculante a través de presupuestos participativos, consultas ciudadanas, y sobre todo referéndums locales, donde el refuerzo principal ha sido sobre las colectividades territoriales; en tanto concepto, y en tanto acción en conjugación identitaria. Las transformaciones institucionales a nivel de las autoridades locales, crean una nueva organización en el territorio, en torno a seis temas: las diferentes categorías de autoridades locales, los principios fundamentales que las rigen, sus competencias, sus finanzas, democracia local e intermunicipal (las aglomeraciones de comunas bajo un sentido de identidad territorial).
Distintos países, diferentes colores políticos, han logrado dar pasos para una mayor participación vinculante ante las preocupaciones de la ciudadanía. Suiza, Suecia, Hungría, España, República Checa, Bulgaria, Austria, Grecia, Dinamarca, Italia, Irlanda, han avanzado con diferentes herramientas de este tipo. Más cerca: Costa Rica, Brasil, Uruguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala, Colombia; lo propio. Cada nación con su propia cultura límites, requisitos, objetivos y alcances, llenando de contenido sus propios arreglos institucionales específicos de cada sociedad.
En este sentido, hay que insistir que primero es una discusión sobre las colectividades territoriales, desde una perspectiva “desde abajo hacia arriba” (el cursi Bottom-Up), el referéndum local, y desde ahí la descentralización (no al revés, sino estamos reproduciendo la conversación centralista, cómo se ha dado en Chile).
Dar garantía al tejido social en la nueva Constitución, entender que existe suficiente madurez para opinar y elegir sobre los cambios del territorio y proyectos que los afectan. Una Constitución para una sociedad madura y no infantil, como nos tratan de señalar todos los días, con el secreto deseo de cambiar nuestro marco cognitivo sobre lo necesario… como si fuéramos aún aquellos niños de la dictadura.

(*) Jorge Vera castro, director Fundación diálogos para la naturaleza

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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