Douglas Tompkins: Paradigma de un incomprendido



Probablemente debe ser uno de las personalidades más icónicas que este país ha visto pasar en los últimos cincuenta años de vida, no solo debido a la filosofía ambientalista deep ecology a la cual adhirió y profesó en profundidad, sino porque en plena década de los 90 la clase política de forma transversal, los grandes industriales y los medios de comunicación le dieron un tratamiento hostil frente a la opinión pública, por cuanto sugerían la apropiación e invasión de grandes extensiones de tierra que pertenecían al Estado chileno, relegando a este en segundo plano y, a la geografía de Chiloé continental, en poder de manos extranjeras privadas como tema de soberanía, geo político y de seguridad nacional, qué compraba para emitir bonos de carbono en los mercados, entre otros aspectos de dudosa consideración.
Comienzo y valores en transición
Como relata el biógrafo chileno Andrés Azócar, luego de haberse desprendido de su primera gran empresa The North Face, funda Esprit junto a su mujer, una empresa que en una década facturaba millones de dólares a nivel mundial en la industria de los textiles. En todos los procesos de producción y la posterior venta de ropa que se hacía y comercializaba, siempre estuvieron bajo la permanente observación y control del empresario ecologista de tal forma que el suministro tuviera el menor impacto posible.
De hecho, con el paso del tiempo comenzó a invitar a charlistas norteamericanos para que proveyeran información sobre ambientalismo tradicional pero también radical, con la misión puntual de que sus ejecutivos y colaboradores tuvieran formación oficial y se empaparan sobre la temática. Sin embargo, fue imposible para él disociar o conciliar las externalidades que provoca una industria textil con el ecologismo, hasta que decide vender su participación a su socia de entonces y exmujer y, comenzar de lleno, con la practica a tiempo completo del conservacionismo por medio de la compra de tierras en el cono sur del continente americano.
El amor que Tompkins consiguió de las tierras mencionadas nace hace bastante tiempo atrás. El año 1961 cuando visitó por primera vez el sur del país con fines turístico-deportivos en la región de Los Lagos, cometiendo una de sus mayores pasiones cual era la del montañismo, logra conseguir escalar los inexplorados volcanes Puntiagudo, Osorno, Lanín y Llaima, viviendo experiencias límite de vida que, por supuesto, harían apreciar la geografía, flora y fauna del sector que, décadas más tarde compraría como es el fundo Reñihué y otras tierras patagónicas, hoy insertas desde hace varios años en el corazón del reconocido parque Pumalín, hoy Parque Nacional Pumalín Douglas Tompkins.
Desde luego, la abismante biodiversidad propia de esta topografía compleja fue pilar fundamental para atesorar los valores del ambientalismo responsable. Según su perspectiva, existe esta mirada de preservar el ecosistema con el debido desarrollo de las comunidades locales de este recóndito lugar del mundo por medio de un modelo de desarrollo a escala local equilibrado y autosustentable.
Por otra parte, creó empleo a través de la recuperación y reconstrucción de varios enclaves y asentamientos locales que se encontraban en estado de abandono, así como el desarrollo de agricultura en inmediaciones que el mismo diseñó (sin ser arquitecto de paisajes), así como la formación de escuelas para educar a dichas comunidades y, en última instancia, el desarrollo del turismo ecológico y la siempre ardua conectividad terrestre y marítima en el área.
En aras de seguir ampliando la protección de los ecosistemas australes, supo visionariamente que, aunque la legislación ambiental contemplaba una escuálida defensa de áreas silvestres por medio de la creación de parques y reservas del Estado, existía gran potencial para continuar reforzando el amparo jurídico de los ecosistemas frágiles y poco estudiados del planeta, como por ejemplo los inexplorados y poco conocidos fiordos de tierra y mar, los alicaídos alerces y los animales nativos y endémicos en peligros de extinción.
Desmitificando luces y sombras
Como se comentaba, el aterrizaje del filántropo en Sudamérica fue, sobre todo en Chile una verdadera odisea. La fronda política de los sectores conservadores del país, la derecha y la democracia cristiana, siempre estuvieron contrarios a la forma en que Tompkins adquirió parte de las actuales tierras, según ellos, bajo una permanente coacción a las comunidades locales para que le vendieran a vil precio. Hubo conflictos con estas comunidades y varios de estos llegaron a tribunales. Entonces, ¿a qué costo se forjó la protección al medioambiente en la república independiente de Douglas Tompkins?
Algunos comentaristas de la prensa local hablaban sobre teorías conspirativas, como la que cuenta que junto con Rockefeller habrían estado fundando enclaves de millonarios con bunkers subterráneos con el objetivo de hacer negocios ocultos, según un seremi de la época, venían ricos del jet set internacional, actores de Hollywood y empresarios para hacer soberanía y comprar lugares a bajo costo y donde la autoridad no pudiera fiscalizarlos.
Otras teorías contaban sobre la creación de un estado nuevo judío, o la construcción de un basurero nuclear. Incluso que habrían estado vaciando los vacunos para poner bisontes, ¿hasta dónde llega la veracidad de los hechos relatados por complot internacional? Como señala la viuda Kristine Tompkins, donde haya conservación va a haber conflicto natural con la perspectiva del desarrollo.
La mirada global del visionario en cuestión no sólo abarcaba las tierras en cuestión, que en sumatoria daban alrededor de un millón de hectáreas entre Chile y Argentina, siempre consiguiendo de privados y estancieros, llegando a acumular a través de su fundación la mayor cantidad de tierras que inéditamente un organismo no estatal podría alguna vez haber tenido y administrado.
Lo anterior da pie para explicar que Tompkins siempre tuvo un norte en cuanto a una red articulada de áreas silvestres protegidas de Chile. En 2018 Michelle Bachelet en un solo día firma una serie de decretos que permiten la creación del proyecto más ambicioso del millonario filántropo norteamericano que había fallecido poco tiempo antes, la denominada Red de Parques de la Patagonia que fue impulsada por la fundación Tompkins Conservation Chile.
Hoy esta red más grande del mundo gestiona cerca de 12 millones de hectáreas y 17 parques nacionales desde, más menos, Puerto Montt hasta más allá de Puerto Williams. Y hacia Argentina también hay cierta extensión considerable de territorio protegido, con lo que se concluye que la hazaña lograda por Tompkins post vida, la de tener áreas protegidas binacionales es algo que en teoría jamás los estados chileno y argentino habrían podido concretar.
Nos guste o no, su legado alcanza el objetivo latinoamericanista fundamental de unión de las naciones en su legado. Me pregunto, ¿qué diría el general San Martín, considerando la visión de Estado que tenía él en los albores de la república?
Conclusiones divergentes
Desde la impugnación de su testamento por parte de una de sus hijas en Estados Unidos con la cual nunca tuvo afinidad, hasta el rechazo a la nacionalidad por gracia póstuma por parte transversal del parlamento chileno, o bien desde los esfuerzos que destinó para frenar a toda costa la construcción del megaproyecto hidroeléctrico HidroAysén de las empresas Endesa y Colbún, hasta la actual carente luz eléctrica de los pobladores del área patagónica circundante.
Sin perjuicio de lo anterior, principalmente me quedo con la idea que el mismo escritor Azócar relata en la paginas de su libro de última edición y que yo interpreto como, si de alguna u otra forma, el hombre – al igual que todo ser humano – tuvo grandes contradicciones, en este caso, concernientes al arquetipo propio del magnate obstinado que es incapaz de guardar recaudos, cada vez que va por un objetivo, por ejemplo con fines conservacionistas de la naturaleza y sus ecosistemas, con la más absoluta certeza que era imperioso proteger, versus la filantropía o la caridad que tuvo con dicha naturaleza y sus comunidades humanas que allí coexistían en precario estado.
Me quedo, en ultima ratio, con la fotografía de su tumba ubicada en el cementerio de Estancia Chacabuco, de una sobriedad sin parangón para nuestra cultura chilena judeocristiana, hoy tan exacerbada por la demostración de los bienes materiales, aspecto tan propio de los cementerios católicos, como muestra opuesta de sobriedad absoluta y que nos enseña que el verdadero altruismo no admite dobles lecturas.
Queda para Chile su legado sobre el patrimonio cultural y natural al servicio del país y sus futuras generaciones.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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