¡No pienses en minería! – El Mostrador



Es una cuestión de mercado financiero y más profundamente especulativo, en donde las fuerzas institucionales de representación (tanto los gremios como la academia de turno) juegan un papel interesante. Más aún, donde el Gobierno intenta jugar un rol torpe, que pretende confundir, junto a los demás, que la discusión no es el impuesto, si no más bien el mercado financiero: asegurar a los inversionistas un sistema sin cambios para “tranquilidad” del capital invertido, que permitiría dar confianza, y con ello mantener un sistema en dónde se aporta menos al Estado.
Como si en el mundo, el factor decisivo para los inversores fueran las tasas impositivas sobre el sector minero.
Es una cuestión de opinión publica, aparecen en los periódicos y otros medios de comunicación. ¿Intoxicación de la opinión pública?, a lo menos manipulación con datos especulativos. Da más la impresión que los diferentes actores no encuentran “mínimos comunes” en estándares de transparencia, cuestión que en el caso minero mundial éstos se han ido estableciendo en un esquema mayor al observado entre quienes representan gremios y agencias.
En sólo unos días presenciamos un espectáculo digno del teatro del absurdo. Aquel que surge en América del Norte y Europa durante los años 30’s y 40’s. Participamos de un acto que sobrepasa las discusiones parlamentarias, esas fronteras donde se reconstruye la realidad, y pasa a la esfera mediática buscando marcar posiciones. Esas que cada conglomerado político y gremial disponen como un espacio para “bien informar” a nuestra sociedad.
Una obra que viene ensayándose hace más de 15 años, re-escribiéndose de tiempo en tiempo. Por lo menos, a partir del llamado Royalty Minero I, aprobado el año 2007 como un impuesto específico a la actividad minera. Después, como una buena obra de suceso, vendrán las sagas Royalty Minero II y la discusión actual del “Proyecto de Ley que establece en favor del estado una compensación, denominada royalty minero”.
A diferencia de las discusiones anteriores sobre la tasa impositiva que afecta al sector minero, o las “puestas en escena” sobre esta materia, hoy en día el discurso está mediatizado, intentando llegar a más interlocutores, a una mayor cantidad de público. Como si pasáramos de una obra de teatro del absurdo dispuesta para un público reducido en una sala pequeña, en donde pagamos por conocerla; a disfrutar de ella en el Estadio Nacional de manera gratuita. A pesar de no conocer los costos ocultos del espectáculo dispuesto.
 
Los actores “involucrados” disponen de una performance insuficiente para el “público” actual. Por una parte, los gremios en tanto “actores” en esta obra, han leído el guion antiguo, quizás porque su director (interés en juego) les entregó la versión anterior. Esa versión en donde el objetivo era manipular el marco cognitivo de la audiencia, a través de una comunicación que satura al espectador. Muy bien sabe de esto George Lakoff (lingüista cognitivo) y su libro: ¡No pienses en un elefante! Un ejercicio que nos hace pensar en ello, mismo si el mensaje es que no pienses en eso. ¿El poder del mensaje? mas bien “lo oculto del mensaje” y el efecto de predeterminación consiguiente (la causa).
 
¡No pienses en minería!, a pesar que reaccionamos sobre ella y los efectos que un proyecto de Ley puede afectar esos intereses, mas allá de los intereses generales de la nación.
 
“El proyecto de Ley llevaría a cerrar minas en Chile”, por ende, existiría el efecto contrario, es decir el aporte efectivo del sector minero disminuiría sustancialmente. ¡No pienses en un Elefante!, la sociedad toda se afectaría, más aún en la condición de vulnerabilidad económica en la que se encuentra Chile, y en la cual restará por muchos años más. Mas aún, desmejorada por el cierre de minas.
 
Por otra parte, “los legisladores” consagrados a dictar leyes mediante el mandato (o a pesar de él) entregado por la sociedad mediante el voto democrático.
 
“Dos años y medio de discusión parlamentaria”, por ende, se cuenta con la información necesaria para legislar. A pesar de que subsisten y se siguen reproduciendo errores conceptuales entre Impuesto y regalías (cuestión superada en los principales países mineros del mundo). Dos años y medio de no participación de diferentes actores de la sociedad. Muchos actores “anonimizados” por el actor-legislador en conjugación estadística. Bueno, el teatro del absurdo. Se repite la obra de los “actores secundarios” (ver documental), aquellos relegados a un segundo plano activamente por aquellos que “detentaban” el poder político. A pesar de su rol de movilizador social en tiempos de dictadura, cuando sólo eran (éramos) unos menores de edad.
¿Y el Gobierno?, otra vez mas llegando tarde al balón en tono futbolero, pero gritando que le pasen la pelota “porque está bien posicionado”. Un guiño al “negro” Fontanarrosa allende los Andes. Mas aún, contribuyendo a una discusión que se encuentra en el barro. Una carta bajo la manga: “si el proyecto de Ley se aprueba, Chile sería el país en donde se aplicarían más impuestos en el mundo, lo que promovería el viaje de retorno del capital internacional minero”. Impuestos sobre el 80%. Un discurso basado en un ejemplo de cálculo contable confeccionado en “taller de disfraces” del teatro. Un ejemplo imperfecto, alejado de la realidad operacional de la minería y sus reportes de sostenibilidad.
La performance adoptada por los diferentes actores de esta obra es insuficiente. Los reportes de sostenibilidad de cada empresa minera están disponibles a nivel nacional e internacional. Disponibles para cada inversor de capitales. Es más, se encuentran disponibles para clasificar a cada empresa minera en las más importantes bolsas de valores. A saber: las empresas que cotizan en la Bolsa de Valores de Londres reciben una clasificación acorde a tres indicadores: ambiente, sociedad y gobernanza. Para ello, informan sus resultados mediante indicadores internacionalmente aceptados y normalizados, entre ellos el valor económico distribuido.
Al revisar el valor económico distribuido de una de estas empresas, la obra de teatro del absurdo toma dimensiones internacionales. Sus operaciones en Chile distribuyeron al Estado, a través de todos los impuestos aplicables, un 17% de su valor económico generado, muy lejos del 40% teórico de hoy en día como tasas impuestas en Chile. La misma empresa aportó un 34% en su país de origen. Asimismo, en su país de origen su resultado total es 4 veces lo generado en Chile.
Después de estas cifras prefiero cambiar el signo de exclamación de Lakoff…
¿No pienses en un elefante?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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