Niñez y proceso constituyente: ¿qué significa ser sujeto de derechos?



Con el inicio del proceso constituyente, hemos escuchado una multiplicidad de voces de la sociedad civil que abogan por que niñas y niños tengan reconocimiento en nuestra Constitución como sujetos de derechos y se garanticen desde allí dichos derechos. No basta con haber suscrito la Convención Internacional de Derechos del Niño hace más de 30 años, hemos visto con claridad que su alcance no ha permitido el pleno cumplimiento de tales garantías.
Sin embargo, ¿qué significa ser sujeto de derechos cuando hablamos de la niñez? El asunto sin duda, no se responde únicamente por la vía jurídica.
Ser comprendido como sujeto cuando sé es niña o niño implica ser reconocido como un legítimo otro, que sostiene intercambios sociales significativos con las demás generaciones. Es decir, que niñas y niños no sólo deban opinar de temas que les incumben, sino que ya participan y contribuyen a la sociedad de modos diversos a los adultos, en el presente y no desde la promesa de ser un futuro mejor o un potencial ciudadano.
La realidad nos muestra que hay niñas y niños que trabajan por un salario para sus familias, que apoyan en el trabajo doméstico y/o que cuidan de sus hermanos pequeños cuando los padres trabajan, sobre todo, en la ausencia de soportes sociales consistentes.
Además, podemos decir que niñas y niños son quienes traen novedad y posibilidad de cambio en nuestras sociedades, con preguntas, juegos o propuestas que vienen a refrescar nuestras rígidas certezas, especialmente sacudidas con esta pandemia. O bien y muy a pesar nuestro, son quienes subrayan nuestras faltas como mundo adulto.
Quizá, en buena medida por su condición de dependencia afectiva, física y económica, tan intensa en los primeros años de vida, hemos construido una mirada deficitaria de la niñez. Los niños no saben, no son todo lo que deberían ser.
Sin embargo, muchas veces esta perspectiva no permite ver los gestos y acciones de cuidado hacia los adultos que ellas y ellos realizan. A quién la ternura, el humor o el juego de una niña o niño no lo ha sacado de momentos de angustia y dolor. Los niños perciben, saben y les importa lo que ocurre a su alrededor, en sus familias y comunidades. Participan con sus recursos, aunque restrinjamos los modos de su ejercicio político-social.
Desde ahí y teniendo por horizonte la discusión constituyente, podamos sostener que a la niñez no sólo se le debe escuchar y proteger, sino que niñas y niños requieren ser reconocidos como sujetos, con las y los cuales es posible intercambiar ideas sobre las necesidades, propuestas y prácticas de la sociedad que somos y que queremos construir.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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