2/3 de sensatez – El Mostrador



En tiempos donde las fake news nutren la cotidianeidad, una noticia falsa más no debería sorprender. Pero estos días se han difundido algunas que merecen algo de atención. Se atribuyeron a dos constituyentes de La Lista del Pueblo, Tania Madriaga y Lisette Vergara, haber dicho “No sólo hay que liberar a los presos de la revuelta, hay que liberar a los ladrones porque si roban fue culpa exclusiva del sistema”; y, “mientras existan pobres no pueden existir privilegiados con más de una propiedad, lo mismo con bienes como vehículos, expropiar y repartir al pueblo es el mandato”, respectivamente. Eran unos memes, con foto y frase. Pero el liberar y el expropiar –¡Eureka!— era falso.
Como buena fake news se replicó y propagó. No por nada los memes se llaman memes (R. Dawkins). Muchas personas la difundieron; incluso Luis Larraín, de Libertad y Desarrollo, la compartió. Muchas personas a las que no les importa mentir; otras a las que no les interesa averiguar la verdad; y unas que no se dan el tiempo de reflexionar.
Lo interesante es preguntarse ¿por qué alguien se cree este tipo de cuestiones?
En primer lugar, son personas a quienes no les interesa discutir. Para discutir hay que reconocer en otro a un interlocutor válido, y hay quienes prefieren inventarse uno imaginario. Entonces discuten contra una persona imaginaria, una idea imaginaria, con argumentos imaginarios.
Además, es algo cómodo, sobre todo considerando páginas como fastchek dónde rápidamente develan los engaños. Pero, es más fácil crear una imagen falsa y atacarla. Inventarse un hombre de paja, que en este caso termina siendo solo una proyección de sus propios miedos. Y es que, cuando Juan habla de Pedro, más habla de Juan que de Pedro. Hablan de sus temores, ¿acaso de verdad creen que una constituyente plantea liberar a todos los presos por robo o expropiar los autos? O, al menos, ¿acaso creen que lo cree un número relevante para que sea un problema?
La falacia es la madre del cordero, y el hombre de paja es lamentablemente demasiado común. Una falacia no es sinónimo de una mentira, a pesar de lo que diga Edu Vargas. Es un argumento lógicamente equivocado que aparenta ser válido. Puede o no ser verdad en su conclusión, pero ésta no se sigue de sus premisas. Por ejemplo, puedo decir que porque me duelen los huesos mañana va a llover. Y mañana llueve. Así, uno puede construir un hombre de paja contra quien uno discute, asumiendo que ese ser imaginario representa el argumento que se refuta –era que no— exitosamente.  Entonces, si yo digo que todos los de derechas son nazis, y luego rebato las atrocidades del nazismo, fácilmente habré superado los argumentos de todos los de derechas. Esto es una deslealtad, que atenta contra el amor maturanesco de reconocer en el otro un legítimo otro sujeto de interlocución; y, además, en política supone ver enemigos donde hay solo adversarios.
¿Por qué la gente teme que Chile se transforme en Venezuela en este Proceso Constituyente?  ¡Incluso he escuchado a personas preocupadas de ser como Corea del Norte! Es verdad que hay quienes respaldan eso, pero no están en (al menos no en la gran mayoría de) el Frente Amplio ni el Partido Comunista. Lo mismo con la todavía enigmática Lista del Pueblo. De todos modos, no hay 2/3 que quieran ser como Venezuela o Corea del Norte. Eduardo Artés y sus amigos no sacan votos. Incluso los datos muestran lo contrario. En un interesante estudio a 22 casos de países que realizaron Asambleas Constituyentes durante el Siglo XX, realizado por Daniel Goya, se muestra que éstas no están relacionadas a procesos de desaceleración económica ni a un mal rendimiento económico, salvo un par de casos minoritarios que reflejan algún tipo de problema. Concluye el autor: “Son más los que tienen asambleas en medio o justo antes de períodos de crecimiento sostenido. Claramente no se cayeron a ningún precipicio, e incluso es posible que las asambleas constituyentes hayan entregado legitimidad y estabilidad a sus sistemas políticos, facilitando el crecimiento”.
Creer que frases como estas son ciertas, es creer que hay muchos que piensan así, que es una posibilidad real. No es algo que debería sorprender, es algo casi esperable. Pero esto no es más que un ser imaginario, proyección de sus miedos. No hay tanto que temer.
Y la razón es sencilla, y la vio (al menos de alguna manera) hace tiempo, con su lucidez política habitual, Pablo Longueira. El año pasado dijo “No hay hoja en blanco si sacamos el tercio… No existe. Así de simple, y así de claro”, y que había “que anular el plebiscito”. Este tercio de bloqueo impediría la hoja en blanco. Y tenía razón. Porque si sacaban un tercio podían bloquear cualquier reforma que no quisieran, y si es que no había una propuesta aprobada que plebiscitar, se mantenía la Constitución del 80. Entonces no era una hoja en blanco desde la que se comenzaba, sino que la Constitución del 80 era el piso.
Pero no sacaron el tercio, llegaron a 37 escaños y necesitaban 52. Aun así, no hay tanto de qué preocuparse. Para no ser Venezuela o Corea del Norte bastan esos 37 + 15, y obviamente hay más de 15 constituyentes que no quieren dictaduras, ni mucho menos. De hecho, yo creo que hay más de un tercio de personas que estarían dispuestas a arriesgar su vida para luchar contra una dictadura, sea de derecha o de izquierda. Tampoco habrá dos tercios para liberar presos por robo o expropiar todo. La discusión será más sensata.  Lo que hay es una hoja en blanco.
Como dice Atria, “buena parte del sentido de una crítica o comentario de las ideas de otro se juega en la capacidad para reproducir esas ideas de modo tal que ellas sean reconocidas por el autor criticado o comentado” (Razón Bruta, 2018). Esto aplica también a la política. Entonces, cuando alguien quiera rebatir o criticar una idea X de personas o partidos de derechas o izquierdas, debería preguntarse si esas personas o partidos asumirían en primera persona esas ideas; dirían: “sí, yo creo X”.  Antes que temer, habría que preguntarse ¿hay una mayoría que quiere lo que yo temo? Siguiendo el ejemplo, en relación a la Convención, sería: ¿hay a lo menos un tercio que no quiere lo que yo temo? Si la respuesta es afirmativa, el miedo es infundado.
Dijo Agustín Squella que esto debería unirnos, como la Selección Nacional de Fútbol. Y tiene razón. Se trata de fijar las reglas de la casa de todas y todos, en la que nadie sobra. Se necesitaba un tercio de derecha para mantener la Constitución; pero solo se necesita un tercio de personas sensatas para no tener una dictadura; y se necesitan dos tercios de personas sensatas para tener una Constitución sensata.
Las hay, así que no hay mucho que temer. Solo pongamos 2/3 de sensatez.
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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