Techo de cristal: “no importa si hay mujeres que asumen roles masculinos, es necesario transformar la forma en que se piensa el género y la desigualdad”



Que los hombres son líderes natos o que deben igualar a las mujeres en el espacio privado, pero no así las mujeres a ellos el espacio público, son algunos de los mitos que constituyen lo que hoy conocemos como “techo de cristal”, término acuñado por el feminismo para definir la superestructura de barreras que supeditan las carreras laborales o políticas y el avance hacia cargos de responsabilidad para las mujeres. Este techo pareciera ser imperceptible, pero obstaculizan en momentos concretos la carrera de una mujer trayendo como principal consecuencia el estancamiento dentro de espacios de participación.
Se trataría de una barrera de facto, sin términos legales explícitos, pero que se asienta en una serie de prejuicios que se reflejan en la ausencia sistemática de las mujeres en este tipo de cargos, la que siempre es vista y justificada a propósito de decisiones que se encuentran arraigadas en los roles de género.
Este término ha sido debatido al interior del feminismo, siendo la filósofa Angela Davis, activista feminista afrodescendiente, antirracista, pro lgbtiq+, una de las principales críticas a este postulado, puesto que “romper el techo de cristal” trae consigo de forma oculta lógicas patriarcales basadas en la segregación vertical, ya que, “las mujeres que se encuentran más cercanas al techo son probablemente mujeres blancas o adineradas y todo lo que deben hacer es forzar un poco el techo para romperlo”.
En este sentido, “cualquier feminismo que beneficie a quienes ya tienen privilegios, es irrelevante para las mujeres pobres, trabajadoras, racializadas, mujeres trans y mujeres trans racializadas”. Para Davis, “si los estándares del feminismo son creados para aquellas que ya subieron en jerarquías económicas y deben esforzarse menos para llegar a la cima: ¿cómo eso será relevante para las mujeres que están niveles más abajo?”. Para debatir sobre el término El Mostrador Braga conversó con Camila Arenas, académica del Centro de Innovación Avanzado en Educación de la Universidad de Chile y con Johana Reyes, MBA directora ejecutiva de Mujeres Emprendedoras Chile.
Los hombres son líderes natos: techos de cristal en el emprendimiento
Johana Reyes, es MBA de UDP y diplomada en Gobiernos Corporativos de la Universidad Católica, instancias de formación que asegura, la ayudaron a “conseguir ser dueña de su empresa y poner sus propias reglas tanto para ella, como para sus trabajadoras”.
Para Johana el techo de cristal es una realidad cultural, “nos criaron con la imagen de mejor calladitas, el hombre es el campeón”, frases que apoyarían uno de los mitos por excelencia del techo de cristal como que los hombres son líderes natos, “se dice que cuando un hombre postula a un cargo, debe tener el 60% de las capacidades del rol que va a cumplir al momento de postular y la mujer debe tener el 90% si no, no postula, el otro 40% el hombre lo aprende en el hacer y a la mujer se le exige desde el comienzo. Yo creo que es un tema que con el que crecimos y que incluso obteniendo una formación como MBA o diplomados, aun así, no nos sentimos capaces”, dice para comenzar esta entrevista.
“Tengo una empresa y en este momento cuento con 20 trabajadoras y no existe esa competencia por ascender, eso es lo rico del emprendimiento que una pone las reglas del juego y ya no tienes que estar esperando llegar a ser gerenta porque la jefa eres tú y te organizas con tus trabajadoras de la forma que quieras”, explica sobre la realidad de Mujeres Emprendedoras y expone una de las principales brechas en el ámbito empresarial, “es difícil ser mujer y acceder a créditos, el tema bancos es complicado, conseguir préstamos se complica porque a las mujeres nos ponen más obstáculos”.
En este sentido, el acceso a financiamiento y la falta de proveedores de calidad, serían una de las barreras invisibles a la hora de emprender, además Johana rescata otras barreras que se relacionan con el día a día de ser mujer que se asientan en la cultura, “el cuidar a los hijos, la autolimitación, falta de apoyo referido y ‘el ser perfectas’”, serían factores que determinan a las mujeres al momento de apostar por mejores posibilidades de desarrollo o incluso el apostar por realizar un proyecto personal.
“Es que como el marido gana más, tengo que dejarlo a él que trabaje, como yo hago una peguita así no más, no toman en serio sacar adelante sus propios proyectos, porque tienen que entenderse con que les da pena dejar a sus hijos con la nana o le da pena dejar a sus hijos con el marido o quieren la perfección al 100% y eso también es una barrera que nos ponemos nosotras mismas”, destaca.
Para la directora ejecutiva de Mujeres Emprendedoras, estas realidades en muchos casos orientan a las jefaturas a escoger a hombres para puestos de mando o para contratar personal para sus empresas, “porque el hombre trabaja 8 horas y le dedican más horas al negocio a diferencia de las mujeres que deben encargarse de sus hijos y a veces salir en medio de la jornada laboral, entonces ¿qué ven los jefes? Me gusta más el hombre porque trabaja más”, critica y apuesta por nuevos modelos de emprendimiento donde la representación femenina sea mayor, desarrollando habilidades como la escucha activa y la comprensión de género que brinde mayores oportunidades.
“Las formas de ver los liderazgos horizontales propio de los millennials va a permitir que las mujeres crezcan de una forma más armoniosa dentro de la corporación, por eso te digo que faltan más mujeres en el campo de la administración, porque trabajamos en equipo, aunque de todas formas no podemos cambiar la cultura totalmente, es complejo el tema de género”, opina.
La lucha feminista y su visión desde un feminismo interseccional
“El año ‘90 cuando vuelve la democracia y se levanta el SERNAM, la problemática de género queda encuadrada en el concepto ‘mujer y familia’ y deja totalmente anulados los elementos subversivos de la lucha feminista de los años ‘70 y ‘80, entonces el feminismo se vio administrado por elementos que no eran feministas, sino más bien de género. Es decir, se administró a nivel de políticas públicas la diferencia sexual ‘ser lo no hombre’ y en ese sentido hay algo muy importante que es que se suministró a la mujer en un rol de consumidoras”, expone Camila Arenas sobre una comprensión más contextual del feminismo.
En este sentido, la activista sugiere, “hay algo muy importante porque lo que se estimuló fue poner a la mujer en un rol de consumidoras, la posibilidad de salir al mundo a lo público y de romper este techo de cristal, era a través de políticas públicas que las empoderaban en una versión de consumidoras y emprendedoras para ser también sujetas de consumo”.
“Esto es muy importante porque el feminismo en los años ’90 fue borrado en su concepto de subvertir el orden y por lo tanto borrado en su posibilidad de romper el techo de cristal, el feminismo de los años ’90 es una incomodidad al sistema democrático porque da cuenta de que no es totalmente democrático si es que no es feminista”, apunta.
Aquí comienza lo interseccional, “en el fondo lo que se busca no es incorporarse, no es ser iguales, sino más bien transformar las condiciones que hay”, propone y agrega “no se busca la inclusión a este mundo que está hecho y levantado para aquello que cumple los estereotipos y los cánones de lo masculino, sino que busca una transformación radical de la forma en la que estaba pensándose el género, el feminismo, la desigualdad, la opresión y eso por parte del Estado”.
“Da lo mismo si hay o no mujeres que asumen roles o características masculinas, el problema que hay es que las políticas públicas que hay buscan que las mujeres sean buenas consumidoras que su acceso al mundo público sea a través del mercado y no que generen las condiciones de trato en términos civiles, constitucionales y políticos”, opina.
La sororidad para aproximarse a romper el techo de cristal

Otro de los mitos que el término techo de cristal busca desestimar es que “los hombres igualen a las mujeres en el ámbito privado y no las mujeres a ellos en el espacio público”, esta premisa es probablemente uno de los cambios de paradigma que se ha instalado en la sociedad actual, sobre valorando los aportes domésticos de los hombres, pero manteniendo la vida de las mujeres bajo similares niveles de dificultad, si tenemos en cuenta que las tareas domésticas no es el único espacio que las mujeres deben sortear.
De este modo, el bastión feminista ha sido primordial, lo que ha sido visible en Chile a través de la ampliación de los espacios de participación política para las mujeres en el proceso constituyente paritario, por ejemplo.  Pero antes de este logro, hubo trabajo y sensibilización detrás. En esta línea Johana, trae el ejemplo de Las Tesis y opina que ellas expusieron una problemática a nivel mundial, entonces ¿cómo invitamos a todas las mujeres a que sean feministas y a combatir la discriminación? porque ‘no todas fuimos privilegiadas’”, apunta.
E invita a la reflexión sobre un término que ella denomina “las abejas reinas”, con el que hace referencia a “mujeres que, con actitudes muy masculinas y competitivas, impiden el paso de otras mujeres núcleos de liderazgo, en los que además hay muchos hombres. Ellas tienen un chip más competitivo y cierran campos laborales porque quieren ser la única entre muchas más y no son feministas en el sentido de ayudar a la otra para que pueda desarrollarse”.
Por otro lado, Camila Arenas “la sororidad no se puede jugar en actitudes individuales, sino más bien en cómo se abre camino a una nueva construcción de sociedad y la nueva construcción de sociedad no incluye al mercado como un eje relevante de esta transformación, no hay problema con ser emprendedora a todo esto, pero el único feminismo es el que abre camino”, sentenció.
“Hay una propuesta importante de las feministas respecto de como pensar un nuevo pacto social que no sea de exclusión, que comprenda que hay un grupo de personas que ha estado excluida y que no solamente las mujeres blancas, sino que son las mujeres pobres, las mujeres trans, las mujeres disidentes sexuales (…) por cierto la nueva posibilidad que se abre con el feminismo es que se piense se considere a voces que antes no habían sido consideradas dentro de los espacios hegemónicos, laborales, es decir que la representación elitaria que tiene que ver con género, con poder económico y con identidad de género, con la ausencia total de la diversidad sexual, deje de existir”, finaliza.



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