Hablemos de confianza – El Mostrador



Vivimos en un mundo convulsionado. Se han exacerbado conflictos territoriales, económicos e ideológicos. La gente ha salido a las calles a manifestar su disconformidad y a reclamar por sus derechos, al mismo tiempo que una pandemia azota la salud y la economía a nivel mundial, afectando especialmente a países más pobres.
Todo lo anterior ocurre en medio de una profunda crisis de confianza generalizada, que –según la encuesta Edelman Trust Barometer 2021– alienta a las sociedades a buscar liderazgos y soluciones por su cuenta, porque hoy no cree en sus líderes ni instituciones. A esto se suma el considerable aumento de la corrupción mundial, que socava aún más la confianza. Al respecto, el último Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción (CCC) 2021, develó la urgencia de relevar los esfuerzos para combatirla.
En Chile, la encuesta CEP de abril pasado, indicó que los partidos políticos, el Congreso y el Gobierno, representan los menores porcentajes de confianza por parte de los chilenos, con un 2%, 8% y 9%, respectivamente. Asimismo, en el último Estudio Nacional de Transparencia del Consejo para la Transparencia, solo un 21% de los encuestados cree que los organismos públicos son transparentes.
Así, la desconfianza se ha incrustado en todo el mundo y Chile no es la excepción. De hecho, fue uno de los síntomas del estallido social que derivó en el Acuerdo por la paz y una nueva Constitución, y en la instauración de una Convención Constitucional, con 155 constituyentes elegidos de manera democrática, quienes serán los encargados de redactar una nueva Carta Magna.
Este proceso es un gran paso para recuperar nuestra alicaída confianza, sin embargo, involucra una gran responsabilidad, pues cada uno de los integrantes de esta Convención tiene en sus manos  la esperanza de un país, que además estará mirando con atención lo que allí suceda.
Por lo mismo, la declaración de 34 constituyentes desconociendo el acuerdo del 15N, genera debate y preocupación, porque impone trabas para dialogar, pretende saltarse las reglas del juego y entrampa un proceso que fue difícil de lograr. Recordemos que fueron 15 horas de tensión, de conversaciones, negociaciones y consenso.
La Convención se presenta como una gran oportunidad, en la que se pretende volver a centrar los problemas de la política hacia las necesidades de las personas y, por eso, requiere de altura de miras en pos de un bien superior que es una nueva Carta Fundamental, en la que se establecerán las normas que deberemos cumplir, tal como esperamos se cumplan los acuerdos de esa larga jornada de noviembre de 2019. Respetar los acuerdos es un punto de inflexión en la recuperación de la confianza.
Ya sabemos que el 4 de julio es la fecha que dará inicio a la primera sesión de esta Convención. Con esto, comienza la primera gran tarea oficial, que es elaborar su reglamento institucional para definir cómo se organizarán para discutir y votar; y es de esperar que los acuerdos previos sean respetados.
Llegar a este momento ha significado una larga espera, pues la pandemia aplazó el proceso, al mismo tiempo que potenció la desesperanza de parte de los chilenos, que se han visto afectados por esta. Si ya veíamos instituciones debilitadas, la crisis sanitaria ha exacerbado esa percepción, en la que también se ha acentuado la corrupción, y hemos visto pocas propuestas para contenerla.
Por eso, la Convención Constitucional, además de redactar una nueva Constitución, tiene la importante misión de operar de cara a la ciudadanía, con estándares máximos de participación, probidad y transparencia, donde tengamos acceso a sesiones públicas, actas, además de conocer las declaraciones de interés y patrimonio de los representantes.
Recuperar la confianza requiere de tiempo y voluntad, pero no podemos olvidar que la ciudadanía juega un rol fundamental para lograrlo. Lo mismo ocurre con las empresas, pues requerimos de sus esfuerzos por hacer de Chile un mejor país, tomando protagonismo para dar señales visibles de control y prevención.
Nos encontramos en un momento histórico y, sin duda, esta instancia puede ser nuestra gran oportunidad de avanzar hacia el desarrollo. Depende de todos nosotros.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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